AQUELLOS AÑOS EN EL INSTITUTO SANTO TOMAS DE AQUINO
MOLINA DE ARAGON
1963-1966
Corría el año de 1963, por el mes de septiembre, cuando aterrizamos Alfredo Julve y yo mismo, Manuel Daniel, en Molina de Aragón en un taxi negro Seat 1400, con la vaca cargada con dos colchones enrollados y las maletas de cartón correspondientes. Luego he encontrado parecido en los marroquís que en verano cruzan la meseta desde Europa hasta Marruecos con los coches cargados hasta más arriba de la bandera.
Por ser la primera vez nos acompañaban nuestros padres y llegábamos desde la zona más oriental de la provincia de Teruel, Mas de las Matas. Son 163 Km por la línea más directa que es la que hicimos ese día, pero los viajes posteriores, a principio y fin de cada trimestre, el viaje era a bordo de tres autobuses pasando por Daroca, Zaragoza y Alcañiz, 291 Km, dos trasbordos y un cambio de estación. 13 horas de viaje que dirección a casa era maravilloso, pero a la inversa deprimente. En Zaragoza ya subía al bús algún compañero de la propia Zaragoza o provincia pero era a partir de Daroca cuando iba llenándose el bus de zagales deprimidos.
El caer yo en Molina fue por recomendación de José Moliner, también del Mas, que había empezado el Bachiller en el Instituto Santo Tomás de Aquino dos años antes y vino contando las bondades del centro, precio barato y algo importante, no era de curas…. Mi procedencia es de familia humilde así es que el precio barato era muy importante ya que con la beca que me habían concedido se compensaba bastante la carga económica. Lo de curas “no”, también tenía su importancia familiar.
La impresión que me llevé de aquellos años es muy buena. La convivencia no me ocasionó nunca problemas. Amistades las justas pero suficientes para hacer llevadero el día a día de cada trimestre, de forma que salvo los primeros días de añoranza, el resto del trimestre pasaba rápido y feliz. Nunca tuve ningún problema con ningún compañero ni profesor y hasta el año 1967 que me fui de Molina los cursos fueron pasando sin sobresaltos. Analizado ahora, al cabo de tantos años, doy gran importancia a aquella convivencia con gente de procedencia tan dispar. Algunos compañeros de pueblos próximos a Molina iban y venían diariamente con bicicleta y en invierno tenía que ser muy duro. Otros eran oriundos de sitios tan dispares como Galicia, Asturias, Sevilla, Valencia; algunos, debido a los largos trayectos que tenían que hacer, se quedaban en Molina durante las vacaciones de Navidad o Semana Santa. Otro tema muy diferente eran los externos; la convivencia con ellos era escasa, durante las clases y poco mas; al estudio venían pero claro a trabajar. Era normal, a la hora del bocadillo ellos desaparecían, lo mismo que los domingos y festivos. Por otro lado, académicamente, aprendí lo que tenía que aprender para mis estudios posteriores, por lo que podemos decir que el tiempo en Molina fue muy provechoso.
Dicho lo anterior también hay que decir que el centro dejaba bastante que desear, para empezar no había calefacción y en un clima extremo como el de Molina, el primer invierno y parte del segundo la cosa fue durísima, al menos hasta que se inauguró la instalación de calefacción central. Esos dos años yo no me duché nunca y después no lo recuerdo. Recuerdo una noche, después de cenar, que por mucho hablar en el comedor nos castigaron de rodillas en el pasillo, ¡que frio! Y ¡que dolor en las rodillas! Yo creo que aún se me resienten.
A resaltar que el 17 de diciembre de 1963 en Molina se registraron -28 ºC y estábamos sin calefacción. Me cuentan que estuvo pasando el autobús Madrid-Teruel con cadenas desde el 10 de diciembre hasta finales de enero. Oíamos crujir el hielo desde la clase. Era común que las estufas no tiraran bien y los profesores, de vez en cuando, abrían las ventanas para orearnos.
El dormitorio de arriba impresionante, doble hilera de literas, dobles ventanales a lo largo de toda la fachada y encima de nosotros el tejado; parece mentira pero aquella estancia no debía ser tan fria como aparentaba, desde luego la orientación Sur de los ventanales era perfecta y la cámara de aire entre ventanas debía hacer su misión de aislamiento. Para caldear el ambiente era bastante frecuente la guerra de almohadas.
No había patio de recreo, cosa que chocaba, pero luego a medida que nos hicimos mayores ya no importaba. El recreo eran las calles de Molina: calle Las Tiendas arriba y calle Las Tiendas abajo; paseo los Adarves arriba y abajo. Mis primeros cigarros los quemé durante el recreo, en los Adarves, tomando el sol apoyado en la tapia del jardín de don Conrado; ¡que buenos estaban los celtas cortos! Otro sustituto del patio de recreo eran los futbolines de Ladis, las horas que haríamos allí al cabo del curso… También llegamos a jugar a cartas en un bar que no recuerdo con seguridad el nombre, podría ser Mogambo o Mocambo; tenía dos puertas y cuentan que algún compañero tuvo que salir corriendo por una de ellas mientras Moya entraba por la otra, por cierto, dejándose la gabardina colgada en la percha, cosa que le delató; yo esto no lo vi, el que conozca los detalles que lo cuente mejor. Y qué decir del cine Aguilar, un gran cine con un gran gallinero lleno de internos de Santo Tomas, porque el patio yo solo lo conocí desde el gallinero.
No sé si existía algo igual en otros centros pero esto que voy a contar lo recuerdo como algo especial y hasta con cariño: Moya nos hacía de banquero, intereses no nos daba pero le entregábamos el dinero que nos mandaban de casa y él nos lo admimistraba. Así que los viernes, durante el estudio, allí íbamos a pedirle la asignación semanal o algo mas para asuntos varios….corte de pelo, cuadernos, etc.
Como sensación estrella recuerdo la llegada de paquete de casa, pequeño, como una caja de zapatos, pero que grande!!!!. Aunque se intuía el contenido, siempre resultaba sorprendente. Esta impresión nos la reservamos para los internos, los externos no pueden saber lo que es abrir una caja de zapatos y encontrar un chorizo, un taco de jamón y un puñado de madalenas hechas por tu madre. Algún durico también salía por algún rincón y por último una cuartilla escrita por todos de la familia con las últimas noticias del pueblo.
Otro recuerdo entrañable es para el día 28 de enero de cada curso, Santo Tomas de Aquino, el día grande del centro, misa, comida especial y espectáculo en el cine Aguilar con actuaciones de alumnos del colegio, chicos y chicas, en obras teatrales, también bailes, tuna, etc. No recuerdo el año exacto pero en una ocasión actuó Rocio Durcal que vino a visitar a su hermano, Heras Ortiz, del nombre no me acuerdo, compañero de curso procedente de Madrid.
Otra vivencia para enmarcar era el viaje de regreso a casa por Navidad y Semana Santa y también para el verano si encima llevabas buenas notas. El entusiasmo ya empezaba una semana antes, pero el día X, desde el momento que subías en aquel autobús verde de Agreda, dirección Zaragoza, hasta que bajaba la maleta de lo alto del tercer autobús y aterrizaba en mi pueblo, el cosquilleo era general por todo el cuerpo. Como se llegaba a casa a la hora de cenar, en mi caso no había ninguna duda, patatas fritas, huevo frito y jamón. ¡Un manjar! ¡Bocata de cardenale!
Tengo que decir que desde que salí de Molina hasta que volví a encontrarme con algún compañero pasaron unos de 40 años. Tuve la suerte de que, al cruzarnos en la calle, me reconociera y se me presentara Miguel Angel Navarro. ¡Que mérito tiene después de tantos años, acordarse de la fisonomía, del nombre, del pueblo, etc. etc.! Para mí eso resultaba imposible; se me había lavado el cerebro, no me acordaba de nombres, de pueblos, de profesores, de chascarrillos. Sin embargo Miguel, en el poco rato que estuvimos de pie en medio de la acera me hablo de otros compañeros, de sus pueblos, de profesores y alguna anécdota. En fin me dejó muy impresionado y deprimido por no haberlo reconocido. Tuve la precaución de al llegar a casa apuntarme su nombre y teléfono, así como el de José Luis Pérez Alonso, del que también me habló porque se veían en Zaragoza en alguna ocasión. Habíamos quedado en llamarnos.
En aquel encuentro nació la idea de juntarnos pero pasó el tiempo y hasta que me jubilé no encontré el momento. Llamé y la respuesta fue inminente, nos juntamos los tres, por lo menos tres veces, en los tres huertos que regentamos. Que casualidad, los tres hemos salido con vocación tardía hortelana. En estos encuentros, Miguel y José Luis, que tienen mucha memoria, me iban hablando de fulano, de mengano, de vivencias que habíamos tenido; recuerdos que aunque a mí se me habían olvidado, me sonaban la música. Pues bien, aquellas reuniones fueron el punto de partida de los ocho encuentros que llevamos en Molina. Fue bastante fácil y simple, cada compañero contactado, localizaba a otros, al principio todos de nuestro mismo curso pero pronto saltó a otros cursos arriba o abajo. Y así llegamos al listado actual con 82 compañeros fichados de los que habitualmente nos juntamos unos 30 y ¡Ojo! de los que ya nos faltan 8. A resaltar también que sin tener registrados todos los lugares de procedencia, en la lista tenemos 27 pueblos diferentes y 7provincias.
Seguro que lo habéis vivido todos vosotros también, la emoción que sentí cada vez que contacté, por teléfono, después de 50 años, con algunos de vosotros, es indescriptible:
-¿Eres Fulano de Tal?
- Si
- ¿Estudiaste en Molina de Aragón?
- Si
- Pues creo que nos conocemos, me voy a presentar a ver si me recuerdas, soy Manuel Daniel Royo y coincidimos en Molina en el mismo curso.
Os aseguro que en todas las ocasiones se me ponía carne de gallina. Benito Carreras no se acordaba de mi nombre y de entrada se le notaba desconfiado, pero al contarle sus virtudes y pecados de aquellos años, reaccionó de inmediato, ahora es uno más del grupo.
Es de lamentar los casos de compañeros que no hemos podido localizar, por ellos y por nosotros mismos. Es muy gratificante la emoción que sentimos con cada uno nuevo que se presenta en las reuniones anuales. Este año lo vivimos con Alfredo Romero y estuvimos a punto con Santos que se quedó colgado en el aeropuerto de Mallorca por una huelga inoportuna. Por cierto, ya se lo dije a Alfredo en Molina y ahora se lo repito a Santos también, sería muy interesante que ambos, el uno por vivir el reencuentro y Santos por no poder llegar, nos contarais vuestras emociones en ese día glorioso.
Ya solo me queda pediros a todos que os animéis a contar vuestras impresiones y vivencias, sobre todo a los que tenéis buena memoria y nos podéis revivir aquellos chascarrillos y anécdotas vividas hace tantos años en Molina de Aragón, Instituto Santo Tomás de Aquino.
Zaragoza, 28/11/2022