A películas de estreno íbamos muy de cuando en cuando, pues eran caras; nuestro entorno habitual era el de los cines de sesión doble y, sobre todo, los cineclubs. Para ello, el encargado del tablón de anuncios (en el que estaba clavada la poesía de "Serás hombre, hijo mío" de Kipling) colgaba los viernes una lista de cineclubs de Colegios Mayores u otras organizaciones, con las películas gratuitas y, frecuentemente, con presentación y coloquio dirigidos por algún conocido crítico de cine. Después de ver la película, leíamos lo referente a ella en las revistas de cine a las que estábamos suscritos, que eran Nuestro Cine y Film Ideal.
Recuerdo leer en una de esas revistas la expresión "elefantiasis del busto" refiriéndose un crítico a Jayne Mansfield, frase muy comentada y celebrada por los residentes, que me dio pie para que yo contara que semejante busto se había hecho presente en mi pueblo, con objeto del rodaje de La Rubia y el Sheriff; yo no había visto a la portadora, pues si semejante visión no era autorizada para menores en la pantalla, no digamos en la realidad. Pero mi tío Félix sí vio a la portadora (naturalmente con su aclamado elemento portante); en su calidad de empresario del cine del pueblo y con su labia se presentó en una de las sesiones de rodaje; más tarde oí de estranjis cómo se lo comentaba a mi padre y le decía que se notaba que el “cacho pecho” (así lo nombró) era auténtico. Yo no había visto la película cuando la proyectaron en mi pueblo, por ser no autorizada para menores (seguramente por las prominencias que estoy comentando) y tardé años en verla, pero mi comentario en la residencia sirvió para que alguno me pusiera al corriente de que la pieza angular de una película era el director y que Raoul Walsh, el director de La Rubia y el Sheriff, además de ser uno de los famosos directores con parche en un ojo, era uno de los grandes de la historia, habiendo dirigido a la mayoría de las famosas estrellas de Hollywood, como Gloria Swanson, Humphey Bogart, Gregory Peck, Marlene Dietrich, James Cagney, John Wayne, Clark Gable, Anthony Quinn, Gary Cooper….
El rodaje de exteriores, incluido asalto de indios a la diligencia, fue en el Barranco de la Hoz, en las cercanías de mi pueblo, extraordinario paraje conocido porque en la Edad Media la Virgen se apareció a un pastorcillo (o pastor a secas, no se sabe bien); consecuencia de esa aparición fue la construcción de una ermita. Como los tiempos cambian, pasados unos siglos (en 1958) se apareció allí el busto elefantiásico, de la mano de uno de los grandes de Hollywood. Si la primera aparición mereció una ermita, bien merecería la segunda algún detalle, como el nombre de una calle en mi pueblo, incluida foto de Raoul con el parche y Jayne de perfil.
Como es posible que algunos habitantes de la zona de rodaje desconozcan algunos detalles de Jayne o sólo sepan que era una rubia explosiva en la estela de su coetánea Marilyn, me atrevo a añadir algún dato que complete la imagen de esta mujer, que aunque hizo varias películas no llegó a ser una gran actriz, pero de ninguna manera era una “rubia tonta”; estos datos podrán ser tenidos en cuenta a la hora de lo de poner nombre a una calle:
Cuando apareció (tal vez no procede aquí el “se”) por el Barranco de la Hoz, Jayne tenía 24 años y ya tenía mucho recorrido por detrás, pues a los 16 años se había fugado con Paul Mansfield (de 20 años y el que le dio el apellido), a los 17 tuvo su primera hija (tendría otros 4 hijos más), maternidad temprana que no le impidió hacer posteriormente estudios de psicología, química e interpretación teatral, así como aprender 5 idiomas; además de tocar el piano y el violín, como si nada. Vida espídica, con otros dos matrimonios, alcohol y drogas, como otros juguetes rotos de Hollywood tuvo un final bastante fílmico, pues murió en un accidente de tráfico junto con su último amante y el chófer. Tenía 34 años y fue el 29 de junio de 1967 (en Molina se estaría celebrando la merienda de san Pedro).
Por una malévola ironía de la vida, este fatídico hecho perpetuó su nombre más que sus películas. El accidente ocurrió cuando su coche, a causa de la poca visibilidad, se empotró contra un camión que iba delante; como la noticia tuvo mucha difusión, se promulgó una ley que obligaba a que los camiones instalaran una barra en su parte trasera que les diera mayor visibilidad y ayudara a evitar ese tipo de accidentes; se le conoce con el nombre de Barra Mansfield.
En alguna crónica exagerada se escribió que la actriz había sido decapitada y su cabeza había salido despedida; la que salió despedida fue su famosa peluca. Esa imagen guarda un cierto paralelismo con la muerte de María Estuardo, reina de Escocia; esta sí decapitada y cuya peluca se separó de su cabeza cuando salió rodando. Esas pelucas como cruel símbolo del poco pudor de la muerte.