Ha sido la alegría de un año más. Vernos de nuevo y sentir la dicha de estar bien, de que nos vamos conservando, de que la ilusión no decae, de que el camino que comenzamos en aquellos años de adolescencia sigue. En definitiva, la alegría de que la vida continúa y nosotros en ella, aunque, como estrella fugaz, nos asalte y distraiga a veces el recuerdo de los que ya no están, de los que no han llegado. De las bajas que va causando la vida.
La reunión de ayer, miércoles 06-07-2022, ha mostrado que vamos a mejor. Superándonos año tras año.
A destacar es la aguda observación de Fernando Egido: la procedencia heterogénea de cada uno de nosotros. De quienes veníais de lejos, unos estudiando con beca, otros con medios propios. De los que vivíais cerca de Molina y vuestro medio de transporte era la bicicleta.
Luego estábamos los externos, que lo teníamos más fácil, aunque también duro. A vosotros os vigilaba el Molla, el Chapas y demás. A nosotros, ellos en el colegio y los padres en casa, que siempre te mandaban hacer algo. El truco era con un libro simular que estudiabas. El estudio tenía la máxima prioridad.
Tiempos de sacrificio y disciplina que combinámos con alguna que otra travesura. Haber dormido bien o mal, nevara o hiciera bochorno, a las nueve de la mañana en punto sonaba el pito y había que entrar en clase con los deberes hechos y la lección aprendida.
De las materias que nos daban, fueramos de ciencias o de letras, no nos libramos de traducir algo de la Gerra De Las Galias. Por eso nadie nos tose; sabemos latín.
Lo bonito de esto, lo peculiar, lo grande es que nos juntamos, y con independencia de la trayectoria de cada uno, de las circunstancias en nuestras vidas, se respira afecto y alegria entre nosotros. Y es que, en definitiva, hemos hecho guardia en la misma garita.