El uso de las letras minúsculas y mayúsculas
ORIGEN DE LA DISTINCIÓN ENTRE MINÚSCULAS Y MAYÚSCULAS
Como ocurre en todas las lenguas que emplean en su escritura el alfabeto latino, las letras de nuestro abecedario pueden adoptar dos configuraciones distintas, minúscula y mayúscula, distinción inexistente en otros alfabetos como el hebreo o el árabe. Las mayúsculas difieren de las minúsculas en el tamaño y, a veces, también en el dibujo, tal como puede comprobarse en el capítulo I, § 5.4.1, donde se ofrecen ambas formas para cada una de las letras de nuestro abecedario.
En contra de lo que cabría suponer por la distribución y la frecuencia de uso de cada una de estas formas en la actualidad, las letras mayúsculas son muy anteriores en el tiempo a las minúsculas, que hacen su aparición en época relativamente tardía.
Los romanos solo contaban inicialmente con diversos tipos de letras capitales o mayúsculas: las capitales elegantes o cuadradas (adaptación para la escritura a mano de las capitales usadas en las inscripciones monumentales), reservadas para obras especialmente lujosas; las capitales clásicas (llamadas también rústicas, por oposición a las anteriores), de forma más redondeada y, por tanto, más fáciles de trazar, que eran las que solían utilizarse en la escritura de libros; y las capitales cursivas (denominación que procede del verbo currĕre ‘correr’), de ejecución rápida, usadas para los escritos sobre asuntos comunes de la vida diaria (inventarios, contratos, anuncios, cartas o documentos privados, edictos, etc.). Las letras de los dos primeros modelos tienen una altura regular, ya que se trazan entre dos líneas básicas de referencia.
Hasta mediados del siglo II d. C. no hizo su aparición la llamada minúscula cursiva, considerada por algunos autores como una evolución natural de la mayúscula cursiva, ya plenamente asentada en el siglo IV d. C. En ella, las líneas de referencia dejan de ser dos y pasan a ser cuatro, ya que las letras presentan trazos tanto ascendentes como descendentes. Estos trazos favorecen la ligazón de las letras, lo que conlleva menor esfuerzo y, por tanto, mayor rapidez y comodidad en la escritura, pues no hay que realizar una pausa tras la ejecución de cada grafema. Este tipo de escritura conserva la forma mayúscula clásica de buena parte de las letras y para otras ( a, b, d, h, p…) introduce formas tomadas de la capital cursiva, que anticipan nuestras minúsculas.
Algo más tarde, pero coexistiendo con la anterior, apareció la letra uncial (del lat.
uncialis ‘del tamaño de una pulgada’), de uso ya asentado en el siglo IV d. C. y prolongado hasta el siglo VIII d. C. Es una letra fundamentalmente mayúscula, de carácter librario, suntuario y litúrgico. Sus formas son ya claramente redondeadas,
pero apenas hay trazos que se prolonguen por encima o por debajo de la línea de escritura, ya que aún conservan la referencia bilineal propia de las capitales clásicas.
A partir de finales del siglo V d. C. se utiliza ya la letra semiuncial, tipo mixto cuya forma se asemeja cada vez más a la minúscula cursiva, aunque conserva para algunas de sus letras trazos propios de la uncial. Se consolida definitivamente el uso de cuatro líneas de referencia en la escritura, con claros trazos ascendentes o descendentes en varias de sus letras.
Aunque buena parte de estas clases de letra conviven en el tiempo, en cada documento solía aparecer un único tipo, cuya elección dependía de múltiples factores: su función pública o privada, el tipo de lenguaje empleado, su destinatario, etc.
En torno al siglo VII d. C. se desarrollaron las que han sido llamadas escrituras nacionales. En los monasterios, centros de copia y difusión de la cultura, los clérigos tomaron como base la nueva minúscula cursiva romana, dotándola de nuevas formas en cada área de la fragmentada Romania, con la subsiguiente proliferación de tipos: insular, gótica, visigótica, merovingia, etc.
Hay que esperar a los siglos VIII y IX d. C., época del renacimiento carolingio, para ver aparecer una letra, la minúscula carolina, cuya adopción generalizada, aunque tardó aún varios siglos en consolidarse, propició la tan necesaria unificación de tipos y favoreció la producción de copias y el intercambio cultural. Se trata de una clase de letra suelta muy uniforme, redondeada y armónica, que se mantuvo bastante estable hasta la aparición de la imprenta, hecho que favoreció su posterior adopción como
modelo tipográfico.
Aunque también es un rasgo característico de algunos textos escritos en letra uncial y visigótica, fue con la carolina cuando comenzaron a utilizarse de modo sistemático letras de mayor tamaño y realce para destacar tanto los nombres como la primera palabra de la oración, en contraste con las utilizadas en el resto del texto.
Esta práctica no quedó plenamente asentada hasta el siglo XV, en el que los impresores humanistas italianos, en reacción contra el modelo anguloso de la letra gótica que predominó durante el siglo XIII, crearon un tipo de letra que retomaba la minúscula carolina, utilizando para los destacados las letras capitales de las inscripciones romanas.
Fue, por tanto, el triunfo de la minúscula Carolina, así como la combinación de dos juegos de letras diferentes en origen, lo que dio como fruto el modelo tipográfico más difundido en la actualidad, en el que la forma de las letras mayúsculas es herencia de las capitales monumentales romanas.
USO DISTINTIVO DE MINÚSCULAS Y MAYÚSCULAS
El uso distintivo de minúsculas y mayúsculas es una convención estrictamente gráfica, que solo se da en algunos sistemas de escritura y carece de correlato en el plano fónico. Las letras mayúsculas representan los mismos fonemas que las minúsculas correspondientes. Se trata de variantes formales de un mismo grafema, por lo que su equivalencia oral es idéntica. Esto no significa, sin embargo, que su empleo sea indistinto y puedan intercambiarse libremente. Todo lo contrario: dado que la mayúscula se ha establecido como el término marcado, restringido, de la oposición, cada lengua ha fijado sus funciones y las normas que condicionan su empleo. Por ello podemos encontrar usos tan diversos de la mayúscula como el maximalista del alemán, lengua en la que se aplica a todos los sustantivos; el intermedio del inglés, que presenta una considerable abundancia de mayúsculas, o el del español, cuya tendencia a la minusculización ha sido notoria en los últimos tiempos.
Las normas de uso de las mayúsculas en cada lengua son convencionales, por lo que no son inamovibles y están sujetas a cambio y evolución. Baste recordar como ejemplo que en español, durante los siglos XVI y XVII, era general la mayúscula inicial en la escritura de los nombres de los días de la semana y los meses del año, así como en la de los gentilicios, palabras todas ellas que se escriben hoy con minúscula. La proliferación de mayúsculas propia de los textos barrocos ha ido dando progresivamente paso a un uso más restringido y sistemático, a medida que las funciones de la mayúscula se han ido definiendo con mayor claridad.
Las normas de uso de las mayúsculas, como las de cualquier otro elemento de un sistema, deberían ser idealmente objetivas e inequívocas en su aplicación. Sin embargo, en el uso de las mayúsculas influye, como en tantos otros aspectos de la ortografía, el peso de la tradición e intervienen otros muchos factores, como la
intención de quien escribe, el tipo de texto o el contexto de aparición. Por ello, aunque la mayor parte de las normas que aquí se ofrecen son de carácter prescriptivo, existen casos en los que no pueden pasar de ser meras recomendaciones.
Las normas de aplicación de la mayúscula que se exponen en el presente capítulo intentan dar cuenta de modo claro y sencillo del mayor número de casos, pero es a todas luces imposible prever y explicar todos los contextos en los que quien escribe puede optar por utilizar la mayúscula o la minúscula en función de variables muy diversas, sin que, en rigor, ninguno de los dos usos pueda considerarse incorrecto.
Conviene recordar siempre, sin embargo, que la mayúscula es la forma marcada y excepcional, por lo que se aconseja, en caso de duda, seguir la recomendación general de utilizar con preferencia la minúscula.
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CUESTIONES FORMALES
3.1 LA MORFOLOGÍA DE LAS MAYÚSCULAS
Como se ha dicho, la forma canónica de las letras mayúsculas se corresponde básicamente con la de las capitales monumentales romanas. Todas presentan un cuerpo de la misma altura, delimitado por dos líneas de referencia, a excepción de la ñ y la q, cuyas virgulillas, esto es, los trazos que las diferencian de la n y de la o, sobrepasan, respectivamente, las líneas superior e inferior:
A B C D E F G H I J K L M N Ñ O P Q R S T U V W X Y Z
Información adicional. Existe un tipo de letra caligráfica cursiva, de uso frecuente en el ámbito escolar, en el que algunas letras mayúsculas se apartan de las capitales romanas y presentan la misma forma que las minúsculas, diferenciándose de ellas únicamente por el tamaño:
3.1.1 La mayúscula de las letras i y j carece del punto sobrescrito característico de su forma minúscula: Inés, Javier, HIJO. Dado que la forma de estas letras ya está predefinida en las fuentes tipográficas y mecanográficas, esta consideración debe tenerse en cuenta sobre todo en la escritura a mano. No obstante, es habitual que muchas personas, al escribir a mano enteramente en mayúsculas, pongan un punto sobre la i cuando esta es un simple trazo vertical con el fin de facilitar la legibilidad del texto, práctica que no se considera censurable.
3.1.2 Si los dígrafos ch, gu, ll y qu, signos formados por dos letras, se emplean en mayúscula al inicio de una palabra escrita con minúsculas, solo adopta forma mayúscula el primero de sus componentes: China, Guinea, Llobregat, Quito; pero, si los dígrafos forman parte de una palabra escrita enteramente en mayúsculas, deben ir en mayúscula sus dos componentes: CHINA, GUINEA, LLOBREGAT, QUITO.
Cuando los dígrafos forman parte de una sigla, solo se escribe en mayúscula la primera de sus letras, ya que de este modo es posible identificar el dígrafo como una unidad gráfica, y no como la secuencia de dos letras independientes, iniciales de dos palabras distintas: PCCh ( Partido Comunista de China) frente a CDCH ( Centro de Desarrollo Científico y Humanístico).
3.1.3 Existe una clase de letra denominada versalita (diminutivo de versal, nombre que se da también a la letra mayúscula), que constituye una variante tipográfica de carácter híbrido, caracterizada por presentar la misma forma que la mayúscula con una altura similar a la de la minúscula. A pesar de su apariencia, la versalita es una variante estilística de la letra minúscula, por lo que, al utilizar la versalita, debe mantenerse la mayúscula inicial en aquellas palabras que la requieran: CAPÍTULO II. EL GAUCHO
MIGUEL.
En la actualidad, su función primordial es resaltar palabras o elementos del texto, bien con finalidad meramente estética, bien para resaltar o hacer más visible el término o fragmento al que se aplica, como sucede con los nombres de los autores en las bibliografías o con los nombres de los personajes de las obras teatrales.
Para el uso de la versalita en los números romanos, v. cap. VIII, § 2.1.1a.
3.2 MAYÚSCULA INICIAL Y MAYÚSCULA EN PALABRAS, ENUNCIADOS O
TEXTOS COMPLETOS
En español, las palabras pueden escribirse en minúsculas, con mayúscula inicial o enteramente en mayúsculas.
En la escritura ordinaria se utiliza como letra base la minúscula. Cuando la norma prescribe el uso de la mayúscula (al comienzo del enunciado, en los nombres propios, etc.), esta se aplica solamente a la letra inicial de la palabra o palabras afectadas: Acaba de regresar de Santiago don Juan Martínez.
No obstante, en determinados contextos, es posible escribir enteramente en mayúsculas palabras, enunciados o textos completos a fin de favorecer su legibilidad.
Estos usos se describen en el apartado 4.4.
El uso combinado de minúsculas y mayúsculas en el interior de una misma palabra no es propio de nuestro sistema ortográfico y debe evitarse en la lengua general, si bien se trata de un procedimiento cada vez más extendido en la formación de siglas y acrónimos (v. § 4.3.1), así como en los nombres comerciales (v. § 5.2).
3.3 LA MAYÚSCULA Y LOS SIGNOS DIACRÍTICOS
Puesto que la mayúscula y la minúscula son únicamente distintas realizaciones de un mismo grafema, no existe motivo alguno por el que las palabras escritas en mayúsculas deban recibir distinto tratamiento en lo que al uso de la tilde o la diéresis se refiere. Las reglas de aplicación de ambos diacríticos (v. cap. II, § 3.4 y cap. I, §
6.1.2.2.1.1) rigen para todas las palabras, con independencia de la forma en que estén escritas.
Así pues, el empleo de la mayúscula no exime de poner la tilde cuando así lo exijan las reglas de acentuación gráfica: CÓRDOBA, Álvaro. Del mismo modo, las letras mayúsculas se escribirán con diéresis si así les corresponde: ANTIGÜEDAD, PINGÜINO. Estas normas son igualmente aplicables a los textos escritos en versalita.
Información adicional. En la actualidad no hay impedimento alguno para que todas las letras, mayúsculas y minúsculas, se escriban con diacríticos si deben llevarlos según las normas ortográficas. La ausencia de estos diacríticos en épocas pasadas podía estar justificada por razones técnicas: en la composición tipográfica antigua muchos juegos de caracteres no contaban con mayúsculas acentuadas y no había un espacio reservado para la tilde, lo que obligaba a empequeñecer el tamaño de la letra que debía recibirla en detrimento de la uniformidad del tipo. Además, la mayor parte de las máquinas de escribir convencionales no incorporaban la posibilidad de escribir con tilde las mayúsculas sin herir el cuerpo de la letra. Pero estas justificaciones, hoy carentes de sentido, no lo han tenido nunca en los textos manuscritos.
Solo las siglas escritas íntegramente en mayúsculas no llevan nunca tilde, ni siquiera cuando la letra en la que recae el acento prosódico de la sigla es la inicial de una palabra que se acentúa gráficamente en la expresión desarrollada. Así, se escribe CIA (y no CÍA), sigla del inglés Central Intelligence Agency; ENAF (y no ENÁF), sigla de Escuela Nacional de Árbitros de Fútbol.
Hay que advertir, no obstante, que los acrónimos lexicalizados, esto es, las siglas que, por su carácter pronunciable, se han incorporado al léxico general como nombres comunes o propios (v. § 4.3), se someten, como cualquier otra palabra, a las reglas de
acentuación gráfica; por lo tanto, llevarán tilde cuando les corresponda, tanto si se escriben en minúsculas como si aparecen enteramente en mayúsculas: Intermón, INTERMÓN (nombre de una organización no gubernamental para el desarrollo, de origen catalán, acrónimo de inter[dependiente] + món ‘mundo’, en catalán); módem, MÓDEM (‘aparato que convierte las señales digitales en analógicas y viceversa’, acrónimo del inglés mo[dulation] + dem[odulation]); euríbor, EURÍBOR (‘tipo europeo de oferta interbancaria’, acrónimo del inglés eur[opean] i[nter] b[ank]
o[ffered] r[ate]). Como es natural, al haber abandonado su condición original de siglas, se regirán por las normas generales de uso de mayúsculas y minúsculas, es decir, solo se escribirán enteramente en mayúsculas por las mismas razones que el resto de palabras (§ 4.4).
FUNCIONES Y USOS DE LA MAYÚSCULA
La generalización del uso de la minúscula ha hecho de ella la forma normal, no marcada, en oposición a la mayúscula. Así pues, la minúscula es la letra que debe utilizarse en todos aquellos casos en los que no esté prescrito el uso de la mayúscula, cuyas normas de aplicación se exponen en el presente apartado.
Las funciones básicas y primigenias de las mayúsculas, anticipadas ya en la escritura Carolina, son la delimitación de determinados fragmentos del discurso y la identificación de los nombres, que pronto derivó en nuestro sistema hacia la identificación del nombre propio.
Con su desarrollo como elemento esencial de nuestro sistema gráfico, las mayúsculas han ido ampliando y perfeccionando las funciones que inicialmente cumplían. A continuación se exponen las funciones asociadas a la mayúscula en el actual sistema ortográfico del español, así como las condiciones que rigen su empleo en cada caso.
4.1 PARA DELIMITAR LAS UNIDADES TEXTUALES PRINCIPALES
4.1.1 MAYÚSCULA CONDICIONADA POR LA PUNTUACIÓN
El uso de la mayúscula fue evolucionando en paralelo al sistema de puntuación y refinándose a medida que este también lo hacía, hasta el punto de que, en la actualidad, hay usos de la mayúscula condicionados estrictamente por la puntuación; así, es la conjunción de ambos factores, puntuación y mayúsculas, la que marca los límites de las unidades textuales básicas, que son los enunciados.
Información adicional. Los textos de las escrituras romanas arcaicas presentaban una notable uniformidad en su disposición, tanto por el tamaño de las letras como por la práctica ausencia de espacios en blanco entre las palabras. Por ello, a fin de facilitar la lectura y la localización de fragmentos concretos, comenzó a utilizarse el recurso de repetir en el margen del texto la letra con la que comenzaba cada capítulo o unidad de sentido completo. Estas letras marginales fueron creciendo en tamaño e importancia hasta derivar en las letras capitulares. Las capitulares son letras de cuerpo bastante más grande que el de la letra base —pueden llegar a ocupar hasta cuatro líneas de texto—, que se utilizan para marcar el comienzo de una obra, una noticia o reportaje periodísticos, un capítulo o una división de cierta importancia del texto principal. En la actualidad tienen una función esencialmente ornamental, pero fueron las primeras en delimitar unidades de contenido de sentido completo.
Paralelamente, en los códices y manuscritos en letra uncial, como ornato de las ediciones suntuarias y los textos litúrgicos, se utilizaba una letra de cuerpo mayor —integrada ya en el texto— para destacar la inicial de la primera palabra de un párrafo o un enunciado. Este procedimiento, del que deriva la actual función delimitadora de la mayúscula, quedó consagrado, como hemos visto, en la escritura carolina y, más tarde, con los impresores renacentistas.
Un enunciado es una unidad comunicativa de sentido completo, sintácticamente independiente, formada por una palabra o un grupo de palabras, y que viene delimitada, en el plano oral, por pausas muy marcadas y, en el plano escrito, por la mayúscula inicial de su primer elemento y el signo de puntuación que señala su cierre.
La mayúscula al comienzo de cada enunciado, apoyada por la puntuación, es una marca visual muy útil, que permite captar a simple vista la estructura interna de los textos.
Se escriben con mayúscula inicial exigida por la puntuación las palabras siguientes:
4.1.1.1 La primera palabra de un escrito o la que aparece después de un punto, independientemente de que pueda estar precedida de un signo de apertura de paréntesis, comillas, interrogación o exclamación: Llegó temprano. Aún no había anochecido. (El verano estaba llegando a su fin). ¿Habría alguien en la casa?
El único caso en el que la primera palabra de un texto o enunciado puede aparecer escrita con minúscula inicial se da cuando dicha palabra va precedida de los puntos suspensivos que indican, en la reproducción de una cita, que el fragmento citado no inicia enunciado en el texto original (v. cap. III § 3.4.10.2e): «… y los sueños, sueños son», como afirmaba Segismundo en uno de los dos famosos monólogos de La vida es sueño, de Calderón de la Barca; pero, si se prescinde de los puntos suspensivos, la primera palabra se escribe, como es preceptivo, con mayúscula: «Y los sueños, sueños
son», como afirmaba Segismundo en uno de los dos famosos monólogos de La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Esta misma minúscula inicial puede aparecer en obras de ficción, cuando se emplean los puntos suspensivos al inicio del parlamento de un personaje para indicar que no se reproducen sus palabras desde el principio:
«Me puse en pie y volví a contar. “… diecinueve, veinte y ¡veintiuno!”. No me había equivocado» (Benítez Caballo I [Esp. 1984]).
Si el primer elemento de un texto o de un enunciado es una cifra, como sucede a menudo en títulos y en titulares de prensa, la palabra siguiente debe escribirse con minúscula: 1080 recetas de cocina; 27 municipios en alerta por el temporal.
Los símbolos de carácter internacional tienen una forma fija de escritura, en la que la mayúscula o la minúscula no dependen del contexto (v. cap. V, § 4.4c); por lo tanto, si un símbolo cuya forma canónica es minúscula aparece al inicio del texto o del enunciado, o se incluye en un enunciado escrito enteramente en mayúsculas, deberá mantener su minúscula característica: SUBE EL PRECIO DEL kW (el símbolo del kilovatio es kW, con la k minúscula). Se recomienda, no obstante, evitar la presencia de símbolos escritos con minúscula en posición inicial absoluta, anteponiendo en esos casos un elemento introductorio.
Las siglas indicativas de los protocolos de acceso a las páginas electrónicas ( http, https) y la que antecede al nombre de un dominio en Internet ( www) se escriben siempre con minúsculas en las direcciones electrónicas: http://www.asale.org. Puesto que no pueden escribirse con mayúscula inicial aun tratándose del primer elemento de un escrito o de un enunciado, se recomienda evitar que aparezcan en dicha posición, anteponiéndoles algún otro elemento: El sitio www.tragalibros.com cuenta con un extenso catálogo de literatura infantil. Si se prescinde de la secuencia www al citar un dominio, se recomienda escribir el nombre tal como aparece en la dirección de búsqueda, esto es, todo junto en minúsculas y sin diacríticos: elcomercio.pe, elpais.com, lamejormanzana.com, solución preferible a la de escribirlo con las mayúsculas y los diacríticos preceptivos que corresponden al nombre de la publicación, institución o empresa en su uso ordinario, pero sin espacio de separación entre cada término: ElComercio.pe, ElPais.com, LaMejorManzana.com. La opción recomendada tiene a su favor el reproducir exactamente la forma en que debe escribirse el nombre del dominio para poder acceder a su contenido en la Red.
4.1.1.2 La palabra que sigue a los puntos suspensivos, cuando estos coinciden con el cierre de un enunciado: Estuvieron con nosotros Luis, María, Nieves… Todos preguntaron por ti. Si los puntos suspensivos no cierran el enunciado, sino que este
continúa tras ellos, la palabra que los sigue se escribe con inicial minúscula: Es un tipo bastante… estúpido.
4.1.1.3 En frases interrogativas y exclamativas existen dos posibilidades: Si la pregunta o la exclamación constituyen la totalidad del enunciado, la primera palabra se escribe con inicial mayúscula, así como la que da comienzo al enunciado siguiente:
¿A qué andén tengo que dirigirme? He de tomar el tren a Córdoba.
¡Qué alegría! Pensé que no volvería a verte.
¿Dónde te habías metido? ¡Me tenías preocupadísima!
Si la pregunta o la exclamación constituyen solo una parte del enunciado, pueden darse dos casos:
a) La pregunta o la exclamación inician el enunciado. En ese caso, la primera palabra que sigue a los signos de apertura (¿ o ¡) se escribe con mayúscula y la que sigue a los signos de cierre (? o !) se escribe con minúscula: ¿Qué puedo hacer hoy por mis semejantes?, pregúntate todos los días. Esto ocurre también cuando se suceden varias preguntas o exclamaciones breves que forman parte de un único enunciado y se separan por signos de coma o de punto y coma: ¿A qué hora has llegado?, ¿te recogieron en el aeropuerto?, ¿fueron amables? En ese mismo caso, si cada pregunta o exclamación se considerase un enunciado independiente, su primera palabra debería escribirse con mayúscula inicial, según se acaba de explicar: ¿A qué hora has llegado? ¿Te recogieron en el aeropuerto? ¿Fueron amables?
b) La pregunta o la exclamación no están situadas al comienzo del enunciado, sino que siguen a otra palabra o palabras que también forman parte de este. En ese caso, la primera palabra de la pregunta o de la exclamación (la que sigue a los signos de apertura) se escribe con inicial minúscula:
Diego, ¿puedes poner la lavadora?
Pero ¡qué niño tan guapo!
Eres arquitecto, ¿no?
4.1.1.4 Aunque los dos puntos no señalan el final del enunciado, sí pueden anunciar el comienzo de una unidad con independencia de sentido. Así, debe comenzarse el
texto con inicial mayúscula tras este signo de puntuación en los casos siguientes: a) Tras los dos puntos que siguen a la fórmula de encabezamiento o saludo de una carta, se trate de un envío postal, un fax o un correo electrónico:
Estimado Sr. Lizcano:
En respuesta a su carta del día…
Hola, Marisa:
No te olvides de pasar a recogerme a la salida de la reunión para…
b) Tras los dos puntos que anuncian la reproducción de una cita o de palabras textuales: El senador afirmó: «No defraudaremos a los electores». Se exceptúan los casos en que la cita se inicia con puntos suspensivos para indicar que se está omitiendo el comienzo del enunciado en el texto original (v. cap. III, § 3.4.10.2e): Y el monólogo termina así: «…y los sueños, sueños son».
Si se reproducen entre comillas enunciados originalmente autónomos, como citas célebres, máximas, refranes o frases hechas, sin ir precedidos de los dos puntos introductorios, el texto entrecomillado se escribirá con minúscula o mayúscula inicial dependiendo de su mayor o menor integración en el enunciado en el que se inserte:
No te preocupes, ya sabes que «no hay mal que por bien no venga».
Cuando hay problemas, siempre tengo presente el refrán «No hay mal que por bien no venga».
c) Tras los dos puntos que cierran los epígrafes o subtítulos de un libro o documento, o los elementos de una enumeración en forma de lista, cuando el texto explicativo que los sigue comienza en la misma línea:
La arquitectura egipcia: El elemento más característico de la arquitectura egipcia son las pirámides, construcciones funerarias que…
En esa región se crían gran variedad de setas:
Trompeta de los muertos: Se trata de una seta comestible, con sombrero en forma de trompeta, especialmente adecuada para…
Rebozuelo: Es una seta muy fácil de reconocer, de color amarillo o anaranjado…
d) Tras los dos puntos que siguen a términos de carácter anunciador, como ejemplo, advertencia, nota, etc., cuando preceden a enunciados con plena independencia sintáctica y de sentido, sea cual sea su extensión:
ADVERTENCIA: Medicamento no indicado para menores de tres años.
e) Tras los dos puntos que introducen una explicación que se desarrolla en uno o más párrafos independientes. En estos casos, los dos puntos suelen coaparecer con expresiones que remiten al texto que sigue, como a continuación o siguiente, y alternan en su uso con el punto y aparte.
La receta se elabora tal como se explica a continuación:
Se baten los huevos y el azúcar hasta que liguen, y se añade después la ralladura de limón. En un cuenco aparte se mezcla la harina con la levadura y…
f) Tras los dos puntos que siguen a verbos como certificar, exponer, solicitar, etc., cuando presentan el objetivo fundamental de determinados documentos jurídicos y administrativos (decretos, sentencias, bandos, edictos, certificados o instancias) y que aparecen, por ello, escritos enteramente en mayúsculas:
CERTIFICA: Que D.ª Celia Gracián ha trabajado para esta empresa durante tres años a plena satisfacción de sus superiores.
g) La primera palabra de cada uno de los elementos de una enumeración escritos en líneas independientes, siempre que estos se cierren con punto. Si se cierran con coma o con punto y coma, los mismos elementos comenzarán con minúscula (v.
cap. III, § 3.4.7.2.2).
4.1.2 MAYÚSCULA VERSAL
Hasta el siglo XIX, fue costumbre arraigada entre copistas, impresores y editores utilizar la mayúscula inicial al comienzo de cada uno de los versos de un poema —por eso recibe la mayúscula el nombre alternativo de versal—, delimitando claramente de
esa forma las unidades básicas del poema.
En consonancia con la tendencia en favor de la minúscula propia de la ortografía española, esta mayúscula carece de uso en la actualidad, por lo que solo resulta apropiada en aquellos casos en los que el autor manifieste expresamente su voluntad de utilizarla. Asimismo, en función del criterio del editor, puede usarse en la reproducción paleográfica de textos clásicos, así como en los poemas acrósticos para facilitar su identificación como tales.
Información adicional. Un poema acróstico es el que está formado por versos en los que las letras situadas en determinada posición, normalmente las iniciales, forman una palabra o una frase, como en el siguiente ejemplo:
La que aquí se determina
Es muy útil herramienta.
Tiene el don de la palabra,
Rayas, curvas y algún punto:
Acróstico está el asunto.
4.2 PARA MARCAR LOS NOMBRES PROPIOS Y LAS EXPRESIONES
DENOMINATIVAS
La función primordial de la mayúscula en español es la de distinguir el nombre propio del nombre común. Aunque su aplicación no presenta ningún problema en los miembros prototípicos de una y otra clase (nadie duda de que Irene se escriba con mayúscula o tobillo con minúscula), existe una casuística amplia y compleja de expresiones denominativas en las que el uso de la mayúscula puede plantear dudas a quien escribe.
La categoría de nombre propio, que tradicionalmente se ha venido definiendo por oposición al nombre común, engloba elementos muy heterogéneos que han sido evaluados con criterios gramaticales, semánticos e incluso filosóficos, por lo que es, aún hoy, objeto de discusión y revisión por parte de los lingüistas. Los rasgos definitorios del nombre propio que aquí se exponen tratan, pues, de servir de simple guía a los efectos ortográficos de la aplicación de mayúsculas y minúsculas.
4.2.1 CARACTERIZACIÓN DEL NOMBRE PROPIO FRENTE AL NOMBRE COMÚN
Los nombres propios son sustantivos o grupos nominales creados específicamente para designar y referirse a seres únicos, ya sean animados o inanimados: personas, animales, lugares geográficos, instituciones, obras de creación, acontecimientos, etc. A diferencia de los nombres comunes, los nombres propios carecen, como tales, de significado léxico (de ahí que, aun siendo sustantivos, no aparezcan en los diccionarios), por lo que no poseen sinónimos o antónimos y no son traducibles —el apellido inglés Cruise no se traduce por crucero, pero sí el sustantivo común cruise—, por más que muchos de ellos tengan equivalentes en otras lenguas ( Juan, Giovanni, John, Jean, Sean…). El nombre común, en cambio, posee rasgos semánticos que lo caracterizan y permiten establecer una clase formada por los seres que presentan dichos rasgos. Frente a él, el nombre propio no tiene capacidad de generar una clase, ya que su función es únicamente particularizar e identificar un referente concreto.
Aunque en algunos casos pueda haber una motivación descriptiva en su origen, una vez acuñados, los nombres propios se convierten en expresiones cuya única función es la de designar un ente singularizado, se mantenga o no la cualidad que motivó esa denominación; por ello, el mar de los Sargazos seguiría llamándose así aun cuando desaparecieran las algas que le dan nombre, del mismo modo que Sierra Nevada no pasaría a llamarse de otro modo si, por efecto del cambio climático, dejara de lucir la nieve en sus cumbres.
El nombre propio y el nombre común presentan, a menudo, límites muy difusos, por lo que no deben tratarse como categorías estancas. La oposición entre ambas clases no define dos grupos aislados, sino que se presenta, en realidad, como un continuo con dos polos bien diferenciados: mientras que unos elementos se encuentran clara y prototípicamente en uno u otro polo (resulta indudable que Ana es un nombre propio y farola un nombre común), otros muchos, ya sea por su propia naturaleza, ya por el contexto en el que aparecen, comparten rasgos de ambas clases.
Así sucede, por ejemplo, con los apodos ( el Rata) o las denominaciones antonomásticas ( el Libertador), cuya función es primordialmente identificativa, pero que no están vacíos de significado léxico.
También son difíciles de categorizar aquellos sustantivos que poseen significado léxico y designan entes únicos, esto es, aquellos que tienen un solo referente que es siempre el mismo en la realidad que conocemos. Son sustantivos que, en virtud de sus
rasgos semánticos, constituyen una clase cuyo conjunto es unitario, esto es, está formado por un único elemento. Así sucede, por ejemplo, con palabras como sol, luna, este, oeste, lunes, primavera, agosto, etc. Aunque en épocas pasadas solían escribirse con mayúscula inicial, asimilándolos a los nombres propios, se consideran ortográficamente nombres comunes, aunque de referente único, que deben escribirse con minúscula, con independencia de que se usen o no acompañados de artículo; así debe hacerse con los nombres de los puntos cardinales, los días de la semana, las estaciones o los meses del año (aunque estos últimos se usen, a diferencia de los anteriores, sin artículo). Los sustantivos sol y luna, por su parte, solo se consideran ortográficamente nombres propios en contextos muy específicos (por ejemplo, cuando coaparecen con los nombres propios de otros astros: el Sol y Saturno). De la aplicación de la mayúscula en cada caso específico se trata en el apartado 4.2.4.
A la dificultad de categorización de algunos sustantivos y expresiones como nombres propios o comunes hay que añadir los fenómenos de trasvase de una categoría a otra.
4.2.1.1 Usos de nombre común como nombre propio
En determinados usos, el nombre común deja de cumplir su función clasificadora y asume la de identificar e individualizar, bien porque se lexicaliza como nombre propio ( Ángel, Caridad, Rosa), bien porque, en virtud de determinados fenómenos como la antonomasia o la personificación, pasa a designar un ente concreto con finalidad principalmente identificativa, análoga a la de un nombre propio.
La antonomasia, figura que consiste en utilizar un nombre común con valor de nombre propio (o viceversa), permite en este caso que una expresión común o apelativa pueda reemplazar en todos sus contextos a un nombre propio genuino (un topónimo o un antropónimo), de forma que su referente es el mismo que el del nombre propio al que sustituye: el Libertador [= Simón Bolívar], la Ciudad Condal
[= Barcelona]. Este proceso se encuentra asimismo en la base de la formación de los apodos y sobrenombres.
Hay ciertos usos antonomásticos cuyo empleo está limitado a la comunidad de hablantes para los que la identificación de la referencia es inequívoca, como ocurre, por ejemplo, con el Canal entre los panameños (por el canal de Panamá), con el Golfo entre los mexicanos (por el golfo de México) o con el Estrecho entre los españoles (por el estrecho de Gibraltar). Estos usos resultan solamente admisibles
cuando, en el ámbito de la comunidad a la que va destinado el mensaje, no existe otra referencia posible, ya que el sustantivo genérico escrito con mayúscula inicial podría muy bien remitir a una realidad distinta para otro grupo de hablantes; así, la Península, antonomasia para los españoles del territorio peninsular español, sería probablemente identificada con la península de Yucatán entre los hispanohablantes mexicanos. Para evitar confusiones, es frecuente en estos casos que en algún punto del texto aparezca la denominación completa que haga inequívoca la referencia.
Otros casos, cercanos a los anteriores, en los que un sustantivo común o incluso un adjetivo pueden verse escritos con mayúscula inicial por constituir, precedidos de artículo, un grupo nominal en funciones análogas a las del nombre propio, son aquellos en los que, por economía o para evitar la engorrosa repetición de expresiones denominativas de cierta longitud, se utiliza solamente uno de los elementos de la denominación completa, lo que ocurre con frecuencia en relación con entidades, organismos e instituciones: la Academia (por la Real Academia Española), la Nacional (por la Biblioteca Nacional), etc. Estos usos son solo admisibles cuando la referencia de la denominación es inequívoca, y suelen darse únicamente si en el texto ha aparecido ya el nombre completo que aclara la referencia: «La oposición de Estados Unidos abortó una resolución propuesta por los países árabes en el seno del Consejo de Seguridad para condenar la política de Israel en materia de asentamientos. “El debate aquí solo puede agriar la atmósfera y hacer aún más difícil para las partes implicadas el logro de un acuerdo”, razonó el representante de Estados Unidos ante el Consejo» ( Vanguardia [Esp.] 2.3.1995).
Muy cercana a la antonomasia se encuentra la metáfora, procedimiento por el que se utiliza un término o expresión de carácter común o apelativo para designar un referente, sin que exista entre ellos más vinculación que la mera analogía. En la base de la metáfora hay siempre una comparación tácita, como cuando decimos la bota por la península italiana o la piel de toro por España. No hay razón para usar la mayúscula en este tipo de expresiones metafóricas.
Del mismo modo, las aposiciones explicativas de carácter descriptivo que acompañan recurrentemente a determinados antropónimos o topónimos deben escribirse con minúsculas, incluso cuando por su solidaridad con el nombre propio puedan llegar a utilizarse en su lugar: Cervantes, el manco de Lepanto; Sorolla, el pintor de la luz; Venecia, la ciudad de los canales.
La personificación atribuye rasgos humanos a animales, objetos o conceptos abstractos, de modo que el nombre común que los designa cumple el papel de nombre propio identificativo. Así sucede, por ejemplo, en las alegorías de conceptos abstractos, o con los nombres de animales que funcionan como arquetipos en cuentos
y fábulas. Esta mayúscula debe usarse de modo muy restrictivo y únicamente en contextos donde la personificación sea evidente, a fin de que no se extienda fuera de los límites muy concretos aquí señalados: En el frontispicio figuraba la Justicia, matrona de ojos vendados; El cazador le preguntó a doña Liebre adónde iba tan deprisa.
4.2.1.2 Usos de nombre propio como nombre común
Los nombres propios pueden convertirse en nombres comunes cuando, en virtud de determinados procesos, como la metonimia ( tomarse un jerez) o la antonomasia ( ser un judas), adquieren significado léxico y pasan a denotar clases de seres que comparten determinadas propiedades.
Así, cuando un nombre propio pasa a designar un producto o un objeto con él asociado, se convierte en un nombre común y debe escribirse con minúscula: un rioja (cierta clase de vino), un cabrales (cierta variedad de queso), unos quevedos (cierto tipo de lentes), un panamá (cierto tipo de sombrero), una rebeca (cierta prenda femenina), etc.
Del mismo modo, es habitual que determinados nombres propios pasen a usarse como comunes cuando designan seres o lugares que poseen los rasgos más notables o característicos del referente original, convertido ya en arquetipo: un judas, una celestina, un quijote, un potosí.
No deben confundirse estos casos en los que el nombre propio se convierte a todos los efectos en un nombre común con aquellos en los que, sin abandonar su condición de nombre propio, este funciona morfosintácticamente de modo análogo al nombre común, admitiendo su uso en plural y la anteposición de determinantes o especificadores, como en Las Irenes de mi clase son agradables o Visitó las dos Córdobas, la española y la argentina. Este tipo de enunciados responden a la posibilidad, perfectamente normal, de que diversos referentes compartan un mismo nombre propio, el cual debe mantener en estos usos la mayúscula que le es característica.
4.2.2 NOMBRES PROPIOS GENUINOS Y EXPRESIONES DENOMINATIVAS
La mayúscula inicial no condicionada por la puntuación se aplica en español a dos tipos de elementos: los nombres propios genuinos, entre los que se encuentran como elementos prototípicos los antropónimos (nombres propios de persona) y los
topónimos (nombres propios de lugar), como Guadalupe, Mario, Osiris, América, Toledo; y las expresiones o etiquetas denominativas que, formadas por palabras del léxico común, o por una combinación de léxico común y nombres propios, se refieren a entes únicos (instituciones, organismos, acontecimientos, obras de creación, etc.) con una función claramente identificativa y singularizados, como Asociación de Academias de la Lengua Española, Alcaldía de Medellín, Ministerio de Sanidad, Primera Guerra Mundial, Hombres de maíz (título de una novela del guatemalteco Miguel Ángel Asturias).
Las expresiones denominativas se caracterizan por presentar una estructura fija y estable en la que no es posible insertar otros elementos ni realizar modificaciones sin que estos cambios den lugar a una denominación distinta, identificativa de otra realidad: Ministerio de Defensa ≠ Ministerio de Interior y Defensa; Escenas andaluzas (obra del español Serafín Estébanez Calderón) ≠ Nuevas escenas andaluzas (obra del español Emilio García Gómez).
Estas expresiones establecen la concordancia de acuerdo con el sustantivo genérico que designa el referente (y que no tiene por qué aparecer explícito en el enunciado), y no con la morfología de las palabras que componen la denominación.
Así, aunque el núcleo de la expresión denominativa sea plural, al ser su referente un ente individual, la concordancia se establece normalmente en singular: Médicos del Mundo ha aumentado significativamente su actividad en los últimos años.
Además, en las expresiones denominativas, la combinación de los significados de sus componentes no se corresponde necesariamente con la naturaleza del referente al que aluden, aunque aporte en ocasiones cierto valor informativo: la expresión Amnistía Internacional no se refiere a una amnistía, sino a una organización internacional de defensa de los derechos humanos; México Posible no es la denominación de un país, sino el nombre de un partido político; Real Madrid no es un topónimo, sino el nombre de uno de los equipos de fútbol de la capital de España.
4.2.3 LA DELIMITACIÓN DEL NOMBRE PROPIO
Cuando el nombre propio o la expresión denominativa son pluriverbales, es decir, cuando están formados por más de una palabra, la mayúscula inicial también cumple la función de delimitar su extensión. En la mayor parte de los casos, la mayúscula inicial se aplica solo a las palabras significativas (normalmente sustantivos y adjetivos), excluyendo los artículos, las conjunciones coordinantes y las preposiciones sin especial carga semántica situadas en el interior de la expresión denominativa,
como a, de, en, por o para. En otros casos, como ocurre en los títulos de obras de creación, la mayúscula afecta solo a la primera palabra y la extensión del nombre debe marcarse mediante otros recursos gráficos, como la cursiva o las comillas.
No siempre es fácil determinar cuál es la extensión real de un nombre propio o una expresión denominativa, dónde comienza y dónde termina y, por tanto, qué palabras deben escribirse con mayúscula inicial. Este problema se plantea especialmente en aquellas denominaciones en las que aparece un nombre común categorizador o un artículo.
4.2.3.1 Sustantivo genérico y término específico en las expresiones denominativas
Al nombrar entes individuales, a menudo se emplea el sustantivo común genérico que designa la clase a la que pertenece el referente designado ( río Amazonas, océano Pacífico, Ministerio de Hacienda, etc.), tras el cual aparece —en aposición o unido al sustantivo genérico mediante la preposición de— el término específico que permite identificarlo y singularizarlo ( Amazonas, Pacífico, de Hacienda).
La consideración de la pertenencia del sustantivo genérico a la expresión denominativa, de lo que depende en última instancia que este elemento se escriba o no con mayúscula inicial, varía según los casos.
4.2.3.1.1 En los nombres de entidades, organismos e instituciones suele formar parte de la denominación el sustantivo genérico que designa la clase a la que pertenece la entidad designada: Academia de Bellas Artes, Concejalía de Urbanismo, Departamento de Recursos Humanos. Prueba de ello es que, en estos casos, la inicial del genérico se incluye en la sigla de la entidad: Ministerio de Educación y Cultura (MEC), Organización Mundial de la Salud (OMS); eso no ocurre, en cambio, cuando el genérico es un mero clasificador, que no forma parte de la expresión denominativa: La organización Amnistía Internacional (AI) hizo público ayer su informe anual 4.2.3.1.2 Entre los nombres de establecimientos comerciales o de espacios culturales o recreativos, algunos incluyen el sustantivo común genérico en su denominación y otros no, lo cual depende, en última instancia, del nombre con que el establecimiento haya sido oficialmente registrado. Puesto que el conocimiento de esta circunstancia no suele estar al alcance del que escribe, se ofrecen a continuación las pautas generales que pueden seguirse en la escritura de este tipo de nombres.
a) Si el nombre del establecimiento está constituido por una expresión denominativa autosuficiente, que no requiere la presencia del sustantivo genérico en su mención, este, cuando aparece, actúa como mero clasificador y se escribe, por tanto, con minúscula: Nos alojamos en el hotel La Buena Vida; Fuimos a cenar al restaurante Entre Pucheros; Te espero en la cafetería Las Alondras (en estas oraciones podría prescindirse tanto del sustantivo genérico como del artículo que lo antecede: Nos alojamos en La Buena Vida; Fuimos a cenar a Entre Pucheros; Te espero en Las Alondras).
b) Si, como suele ser más habitual, en el nombre del establecimiento el término específico aparece como complemento del sustantivo genérico (lo que sucede cuando el término específico es un sustantivo en aposición, un adjetivo o un complemento preposicional), el sustantivo genérico puede escribirse con minúscula, considerando que cumple un papel meramente clasificador: hotel Ritz, café Gijón, teatro Monumental, museo del Prado o parque del Retiro; o con mayúscula, considerándolo parte integrante de la expresión denominativa: Hotel Ritz, Café Gijón, Teatro Monumental, Museo del Prado o Parque del Retiro. En general, aunque ambas opciones son válidas, se recomienda emplear con preferencia la minúscula. No obstante, en el caso de los teatros o museos, cuando se hace referencia a la institución cultural que representan, y no al mero edificio donde se ubican, está plenamente justificado el uso de mayúscula también en el sustantivo genérico: El Teatro Real inaugura una nueva sala este año. Hay que señalar, por otra parte, que en todas estas expresiones denominativas es habitual que el sustantivo genérico se omita por consabido: Me alojo en el Ritz; Estrenamos la obra en el Monumental; Fuimos al Prado a ver la exposición de Goya; ¿Te apetece ir al Retiro a pasear? Obsérvese que, en esos casos, los artículos que anteceden al término específico de la denominación se escriben con minúscula (v. § 4.2.3.2d).
4.2.3.1.3 En los nombres geográficos, los sustantivos genéricos que suelen preceder al término específico, esto es, palabras como ciudad, río, mar, océano, sierra, cordillera, cabo, golfo, estrecho, etc., actúan normalmente como meros clasificadores y, por tanto, deben escribirse con minúscula: la ciudad de Panamá, el río Orinoco, el mar Rojo, el océano Índico, la sierra de Gredos, la cordillera Cantábrica, el volcán de Ipala, el cabo de Buena Esperanza, el estrecho de Magallanes, etc. Es posible que en la tendencia a escribirlos con mayúscula haya
influido el hecho de que, en los mapas, donde los nombres geográficos son meras etiquetas sin contexto, los sustantivos genéricos aparecen en posición inicial absoluta y se escriben, por ello, con mayúscula inicial.
Pero hay ocasiones en que estos mismos sustantivos sí forman parte de un nombre propio de lugar, lo que no es siempre fácil de determinar. Se ofrecen a continuación las pautas que permiten dilucidar los casos más característicos en los que un sustantivo genérico de este tipo forma parte del nombre propio geográfico y debe escribirse con mayúscula inicial.
a) Cuando el sustantivo genérico denota una realidad que no se corresponde con la naturaleza del referente designado, no actúa, como es evidente, de clasificador, sino que forma parte del nombre propio; por ejemplo, la denominación Río de la Plata no designa un río, sino un estuario, el formado por la unión de los ríos Paraná y Uruguay, y Cabo Verde no nombra un cabo, sino una isla y el país en ella situado, de ahí que los sustantivos genéricos río y cabo se escriban en estos casos con mayúscula inicial. Hay veces en que la aplicación de este criterio no es tan evidente, como ocurre en ciertos usos del genérico mar. Para el hablante común, el sustantivo mar designa solo cada una de las masas de agua salada que delimitan las áreas terrestres del planeta; por ello, tenderá a considerar que, cuando este sustantivo aparece en la denominación de ciertos lagos de gran extensión, forma parte del nombre propio; sin embargo, el nombre mar también designa técnicamente estas grandes masas de agua interiores, por lo que en denominaciones como mar Caspio o mar Muerto denota asimismo la naturaleza del referente designado y no hay razón para escribirlo con mayúscula inicial.
b) El sustantivo genérico forma parte del nombre propio cuando la expresión denominativa no exige la anteposición del artículo para integrarse en un enunciado; así ocurre en el caso antes citado de Cabo Verde o en otros como Ciudad del Cabo o Sierra Nevada. Se dice Pasé mis vacaciones en Cabo Verde (no *en el Cabo Verde), Soy de Ciudad del Cabo (y no *de la Ciudad del Cabo) o Me fui a esquiar a Sierra Nevada (y no *a la Sierra Nevada). En cambio, es obligado el uso del artículo cuando el sustantivo genérico actúa como mero nombre común clasificador: el cabo de Hornos, la sierra de Guadarrama.
c) También se considera parte del nombre propio el sustantivo genérico que antecede al término específico de la denominación cuando no es el que habitualmente se
utiliza para referirse al tipo de realidad designada. Así, escribimos las Montañas Rocosas o los Picos de Europa porque ni montañas ni picos suelen ser el genérico que se emplea en las denominaciones de las series o conjuntos de montañas, cuyos genéricos prototípicos son sustantivos como sistema, cordillera o sierra. Lo mismo ocurre con la Selva Negra, región montañosa de Alemania caracterizada por una gran densidad forestal ( selva era antaño sinónimo de bosque).
4.2.3.2 El artículo en los nombres propios
Los nombres propios prototípicos (antropónimos y topónimos) se caracterizan por no necesitar artículo para integrarse en un enunciado: Me llamo Celia; Nací en Buenos Aires. Solo cuando estos nombres propios llevan un calificativo o un especificador exigen la presencia de un determinante, que puede ser el artículo: la gran Celia Cruz, el Buenos Aires de mi juventud. Pero hay nombres propios que incorporan el artículo como parte fija e indisociable de la denominación; en esos casos, el artículo, que no es ya funcionalmente un verdadero determinante, se escribe con mayúscula inicial: Estuve en El Salvador el año pasado; Conozco muy bien La Haya; Viajo a Las Palmas todas las semanas.
Hay, además, otro tipo de nombres propios que, para integrarse en un enunciado, requieren la anteposición del artículo, sin que eso signifique que este elemento deba considerarse parte integrante de la denominación. En esos casos, el artículo se escribe con minúscula inicial: el Amazonas, los Alpes, la Patagonia, las Alpujarras, el Chispas (apodo).
Al igual que sucede con los sustantivos genéricos (v. § 4.2.3.1), no siempre es fácil determinar cuándo el artículo forma parte del nombre propio y cuándo no. A continuación se exponen algunas pruebas que pueden ayudar a dilucidarlo, aunque no todos los nombres propios con artículo inherente las cumplen como cabría esperar.
Se puede afirmar, en general, que, si el artículo forma parte del nombre propio, puede coaparecer con determinantes demostrativos o posesivos cuando el nombre propio se usa en contextos en que precisa determinación. Así, son posibles enunciados como los siguientes: Esta La Haya no es la misma que yo conocí; Un saludo desde nuestra Las Palmas querida; Siempre soñó con aquel El Dorado que aparecía en los libros. En cambio, cuando el artículo no es parte inherente del nombre propio, sino un verdadero actualizador, no puede coaparecer con otros determinantes, que ocupan su lugar si el nombre propio precisa determinación. Así,
en lugar de el Chispas, el Orinoco o el Pacífico podemos decir ese Chispas, nuestro Orinoco o aquel Pacífico, pero no * ese el Chispas, *nuestro el Orinoco o *aquel el Pacífico. Excepcionalmente, algunos nombres propios con artículo inherente, como, por ejemplo, La Habana, pueden omitirlo cuando se les antepone otro determinante: Aquella Habana que yo conocí ya no existe.
Además, cuando el artículo es parte integrante del nombre propio, no es posible intercalar entre este y la palabra siguiente ningún otro elemento que rompa la unidad del conjunto. Así, si se antepone un adjetivo al nombre propio, este deberá colocarse delante de toda la denominación, incluido el artículo: la extravagante Las Vegas, su particular El Dorado, el caótico El Cairo. En cambio, cuando el artículo no es parte integrante del nombre propio, sino un verdadero actualizador, el adjetivo antepuesto se intercala entre el artículo y el nombre: el impresionante Aconcagua, el caudaloso Amazonas, la misteriosa India, la extensa Patagonia, el simpático Chispas.
A continuación se exponen los casos más característicos en los que se considera que el artículo que antecede a un nombre propio no es, en rigor, parte de este y debe escribirse, por ello, con minúscula inicial:
a) El que antecede a los apodos y sobrenombres y, en ocasiones, a los seudónimos: el Chato, la Faraona, el Greco, el Cordobés, el Pobrecito Hablador (seudónimo de Larra, escritor español). Prueba de que el artículo no forma parte del nombre propio es que desaparece en los usos vocativos: Ahí llegaba el Chato. —¡Chato!
—gritó—. ¿Te vienes con nosotros?
b) El que antecede necesariamente a los nombres de accidentes geográficos, como ríos, mares, montes, etc.: el Amazonas, el Everest, el Pacífico, los Pirineos, los Andes. La presencia del artículo responde, en la mayoría de estos casos, a su condición de estructuras apositivas elípticas, en las que se omite, por consabido, el categorizador subyacente: el (río) Amazonas, el (pico) Everest, el (océano) Pacífico, los (montes) Pirineos.
c) El que antecede opcionalmente a muchos nombres de países y a los de algunos continentes, como es el caso de (el) África, (el) Camerún, (el) Canadá, (la) China, (el) Ecuador, (los) Estados Unidos, (la) India, (el) Líbano, (el) Paraguay, (el) Perú, (el) Senegal, (el) Uruguay, (el) Yemen, etc. La preferencia mayoritaria por el uso con artículo o sin él varía en cada caso. Obviamente, puesto que la presencia del artículo es opcional, no puede considerarse parte integrante del nombre propio.
d) El que antecede al término específico de una expresión denominativa, aun cuando se omita el sustantivo genérico: la Moneda (por el palacio de la Moneda), el Retiro (por el parque del Retiro), el Prado (por el museo del Prado).
En conclusión, y en función de lo dicho, pueden establecerse las siguientes pautas generales en lo que se refiere a la escritura del artículo que antecede a los nombres propios:
En los nombres que designan persona (o animal o cosa personificada), el artículo, si aparece, no se considera nunca parte integrante del nombre propio y debe escribirse con minúscula inicial: el Greco, el Pelusa, la Chata, la Siguanaba (personaje de la mitología guatemalteca), la Tizona (una de las espadas del Cid), etc.
En los nombres geográficos o de lugar, excepción hecha de los casos en que el nombre de un país, una ciudad o una localidad lo incluya de manera indisociable (como en El Salvador, La Paz o El Escorial), el artículo se escribirá con minúscula inicial, esté o no presente el sustantivo genérico correspondiente: (la comarca de) las Alpujarras, (el golfo de) los Mosquitos, (la península de) la Guajira, (el pico de) la Maliciosa, (el palacio de) la Moncloa, etc.
Advertencia. Cuando el artículo el se escribe con mayúscula por formar parte de un nombre propio o una expresión denominativa, la contracción con las preposiciones a o de no se realiza nunca en la escritura, aunque sí se haga en el habla: un viaje oficial a El Salvador; la portada de El País; el término municipal de El Boalo (v. cap. V, § 2.5).
4.2.4 USO DE MAYÚSCULAS Y MINÚSCULAS EN NOMBRES Y DENOMINACIONES
A continuación se exponen las normas o recomendaciones de uso de mayúsculas y minúsculas en diversas clases de nombres y expresiones denominativas, establecidas en función del tipo de referente que designan en cada caso.
4.2.4.1 Personas
4.2.4.1.1 Antropónimos o nombres propios de persona
4.2.4.1.1.1 Nombres de pila e hipocorísticos
El nombre de pila, que es la parte del nombre completo de una persona que antecede a sus apellidos, se escribe siempre con mayúscula inicial, tanto si se trata de su forma original y plena como si es un hipocorístico: Cuauhtémoc, José Antonio, Mónica, María Luisa, Nando, Pili, Lucho, Angelita. Cuando un nombre de pila incluye preposiciones o artículos, estos se escriben con minúscula inicial: María de los Ángeles, Juan de Dios, María del Carmen.
Información adicional. Se llama hipocorísticos a los acortamientos, diminutivos o variantes del nombre propio original que se emplean en lugar de este como designación afectiva o familiar: Paco por Francisco, Pepe por José, Pili por Pilar, Quique por Enrique, Vero por Verónica, Licha por Alicia, etc.
Se escribirán también con mayúscula inicial los constituyentes con significado léxico (normalmente sustantivos y adjetivos) que formen parte de la traducción de antropónimos pertenecientes a otras culturas: Cabeza de Águila, Toro Sentado.
Términos como fulano, zutano, mengano, perengano o perencejo, empleados para aludir a personas de un modo genérico, o a individuos cuyo nombre se ignora o no se quiere expresar, se escriben, en general, con inicial minúscula: «Todos los días llega gente de los ejidos de por aquí con las mismas historias de siempre. A fulano lo mataron porque no quiso arrendar. A zutano lo mataron porque no quiso vender.
A perengano porque se había montado en la tierra de otro con su siembra» (Aguilar Golfo [Méx. 1986]). Se escriben con mayúscula solo si forman parte de una denominación genérica ficticia, con estructura de antropónimo ( Fulano de Tal, un tal Fulano Fulánez): «Leí nombres desconocidos y títulos diferentes: Fulano de Tal, odontólogo, abogado, médico veterinario, médico cirujano, entomólogo» (Edwards Anfitrión [Chile 1987]).
4.2.4.1.1.2 Apellidos
Los apellidos se escriben asimismo con mayúscula inicial: Lizardi, Mendoza, Rellán, Fernández.
Si un apellido español comienza por preposición, o por preposición y artículo, estos se escriben con minúscula cuando acompañan al nombre de pila: Luis de Torres, Juana de la Rosa; pero, si se omite el nombre de pila, la preposición debe escribirse con mayúscula: señor De Torres, De la Rosa.
Aunque la costumbre de emplear el apellido del marido precedido de la preposición de tras el apellido propio de la esposa es cada vez menos frecuente, en esta fórmula la preposición se escribe siempre con minúscula: D.ª María Soto de Alvarado [= esposa del Sr. Alvarado]. También va en minúscula la preposición cuando el apellido del marido se emplea para designar al matrimonio o a la esposa: señores de Alvarado, señora de Alvarado. Si el apellido del marido comienza, a su vez, por la preposición de, esta segunda debe escribirse con mayúscula: María Soto de De Torres, Sres. de De Torres.
Si el apellido comienza con artículo, este se escribe siempre con mayúscula, se anteponga o no el nombre de pila: Antonio La Merced, señor La Merced.
La conjunción y que figura entre los dos apellidos de ciertos nombres se escribe siempre con minúscula: Ortega y Gasset, Ramón y Cajal.
4.2.4.1.1.3 Denominaciones de familias y dinastías
Se escriben con mayúscula inicial los nombres propios (normalmente apellidos) que, precedidos por un artículo en plural, se utilizan para designar a una familia o a una dinastía: los Julios, los Claudios, los Austrias, los Borbones, los Borgia, los Romanov, los Kennedy. También se escriben con mayúscula los nombres de familias y dinastías cuando se emplean en aposición: la dinastía Ming, la dinastía Julio-Claudia, la familia Kennedy. Cuando se emplean como adjetivos, se escriben, en cambio, con minúscula: los reyes borbones.
Las dinastías o linajes que se designan mediante un patronímico, tanto en usos sustantivos como adjetivos, se escriben siempre con minúscula inicial, ya que no son en sí nombres propios, sino derivados de nombres propios: los abasíes, los nazaríes, los macabeos, el rey hachemita, un rey sasánida.
Información adicional. Se llama patronímico al nombre que, derivado del perteneciente al padre o al fundador de una dinastía, se emplea para referirse a los hijos o descendientes en calidad de tales; por ejemplo, nazarí, que deriva de Yúsuf ben Názar, fundador de la dinastía musulmana que
reinó en Granada desde el siglo XIII al XV.
4.2.4.1.1.4 Plural de los antropónimos
Cuando se emplean en plural por referirse a varias personas que se llaman del mismo modo, tanto los nombres de pila como los apellidos deben conservar la mayúscula que les es característica: ¿Cuántos Fernandos conoces?; En mi empresa hay muchas Cristinas; Los Pérez serán los primeros en examinarse.
4.2.4.1.1.5 Antropónimos utilizados como nombres comunes
Los nombres propios de persona que se utilizan como nombres comunes para designar genéricamente a quienes poseen el rasgo más característico o destacable del referente original se escriben con minúscula: Mi tía es una celestina tenaz; Su hermana se convirtió en su mecenas; Siempre vas de quijote por la vida; Sus maneras son las de un vulgar casanova; Ese chico es un adonis. No obstante, si su empleo con este valor es aún ocasional y no se ha generalizado, tienden a mantener la mayúscula: «Y eso, quizás, es lo que paraliza al juez, lo que le tiene hecho un Hamlet desde que le cayó el asunto en suerte» (MtnVigil Defensa [Esp. 1985]).
Cuando se generaliza su empleo como nombres comunes, acaban siendo registrados por el diccionario, señalándose su originaria condición de nombres propios en la etimología.
Los nombres propios pluriverbales presentan, en estos casos, mayor resistencia a la minusculización, y lo más habitual es que se mantenga su escritura en varias palabras y con mayúscula inicial: Se comportó como una auténtica Juana de Arco; Hay muchas Teresas de Calcuta trabajando abnegadas en países pobres. Pero, cuando se generaliza su empleo como nombres comunes y pasan a comportarse prosódica y gráficamente como una sola palabra (v. cap. V, § 2.1), se escriben con minúscula: Mi padre, de joven, era un donjuán; En Navidad las calles se llenan de papanoeles; Somos un país de sanchopanzas comodones; No hay cosa más molesta que esos pepegrillos (o, en España, pepitogrillos) que siempre te dicen lo que tienes que hacer.
4.2.4.1.1.6 Sustantivos y adjetivos derivados de antropónimos En español, a diferencia de lo que sucede en otras lenguas, los adjetivos y sustantivos derivados de antropónimos, por su condición de adjetivos o nombres comunes, se sujetan al uso general y se escriben siempre con minúscula: taylorismo (de Taylor, ingeniero norteamericano), picassiano (de Picasso, pintor español), zapatista (de Zapata, caudillo revolucionario mexicano).
Información adicional. En estos casos, al igual que sucede con los adjetivos y sustantivos derivados de topónimos no adaptados al español ( liechtensteiniano, washingtoniano), se conservan las características gráficas del nombre del que derivan, con el fin de facilitar su identificación (v.
cap. VII, § 5).
4.2.4.1.2 Apodos y alias
Los apodos y alias son denominaciones de carácter descriptivo basadas en algún rasgo o condición de la persona a la que nombran, que se utilizan acompañando a su nombre propio o en sustitución de este. Se escriben siempre con mayúscula inicial y habitualmente precedidos de artículo: Lola Flores, la Faraona; Sandro, el Gitano; José Nemesio, alias el Chino; Roberto Gómez Bolaños, alias Chespirito; la Dama de Hierro; el Tempranillo; la Pasionaria. El artículo que los antecede debe escribirse con minúscula por no formar parte de la denominación, lo que queda de manifiesto en los usos vocativos de estos nombres: ¡Qué arte tienes, Faraona!
En el español de América no es infrecuente situar los apodos, sin artículo, entre el nombre de pila y el apellido; en ese caso se hace necesario marcarlos con cursiva o con comillas para distinguirlos de los demás elementos del nombre:
Juan Huracán González
Ernesto «Che» Guevara
4.2.4.1.3 Sobrenombres
Los sobrenombres son calificativos que siempre deben ir acompañados del
nombre propio. Se escriben con mayúscula inicial y van precedidos de artículo en minúscula: Alfonso X el Sabio, Isabel la Católica, Jack el Destripador.
4.2.4.1.4 Seudónimos
Los seudónimos y nombres artísticos son los nombres utilizados por escritores y artistas en el ejercicio de sus actividades, en lugar del suyo propio. Se escriben siempre con mayúscula inicial, mientras que el artículo, si lo llevan, debe escribirse con minúscula: Azorín (seudónimo del escritor José Martínez Ruiz), Imperio Argentina (nombre artístico de la cantante Magdalena Nile del Río), Rubén Darío (seudónimo del escritor Félix Rubén García Sarmiento), el Brujo (nombre artístico del actor Rafael Álvarez), el Pobrecito Hablador (seudónimo del escritor Mariano José de Larra).
4.2.4.1.5 Tratamientos
Las fórmulas de tratamiento son apelativos empleados para dirigirse o referirse a una persona, bien por mera cortesía, bien en función de su cargo, dignidad, jerarquía o titulación académica: usted, excelencia, majestad, monseñor, licenciado.
Aunque en el pasado se han escrito habitualmente con mayúscula inicial por motivos de respeto (v. § 4.6), práctica que aún pervive en documentos oficiales y textos administrativos, todos ellos son adjetivos o nombres comunes, por lo que no hay razón lingüística para escribirlos con mayúscula. Así pues, deben hoy escribirse con minúscula inicial todos los tratamientos, tanto los que preceden siempre al nombre propio, llamados, por ello, antenombres: don, doña, fray, sor, santo/ta, etc.; como los que pueden utilizarse sin él: usted, señor/ra, doctor/ra, licenciado/da, excelencia, (su) señoría, reverendo/da, vuestra merced, etc. Para aquellas fórmulas honoríficas correspondientes a las más altas dignidades en el tratamiento protocolario ( su santidad, su majestad, su excelencia…), la mayúscula inicial es admisible —
aunque no obligada— solo si el tratamiento no va seguido del nombre propio de la persona a la que se refiere: La recepción a Su Santidad será en el palacio arzobispal; pero, si se acompaña del nombre propio, es obligada la minúscula: Esperamos la visita de su santidad Benedicto XVI.
La escritura con mayúscula inicial solo es obligatoria en las abreviaturas de los tratamientos, que han quedado fosilizadas en esa forma: D.ª, Dra., Fr., Lic., Ilmo., Sr.,
Naturalmente, cuando la fórmula de tratamiento no funciona como tal, sino que forma parte de un nombre propio o de una expresión denominativa, se escribirá con la mayúscula requerida por este tipo de expresiones: San Cristóbal de las Casas (ciudad de Chiapas, México), Don Benito (localidad de Badajoz, España), San Fermín (festividad de Pamplona, España), Doña Bárbara (título de una novela del escritor venezolano Rómulo Gallegos).
4.2.4.1.6 Títulos y cargos
Los sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos o empleos de cualquier rango (ya sean civiles, militares, religiosos, públicos o privados) deben escribirse con minúscula inicial por su condición de nombres comunes, tanto si se trata de usos genéricos: El rey reina, pero no gobierna; El papa es la máxima jerarquía del catolicismo; El presidente de la república es un cargo electo; como si se trata de menciones referidas a una persona concreta: La reina inaugurará la nueva biblioteca; El papa visitará la India en su próximo viaje; A la recepción ofrecida por el embajador acudió el presidente del Gobierno, acompañado de la ministra de Defensa y el general Martínez, jefe del Estado Mayor; El duque de Frías fue nombrado nuevo jefe de Gobierno; El arzobispo de Managua ofició la ceremonia; Presidirá la junta el director general de Telefónica.
Aunque, por razones de solemnidad y respeto, se acostumbra a escribir con mayúscula inicial los nombres que designan cargos o títulos de cierta categoría en textos jurídicos, administrativos y protocolarios, así como en el encabezamiento de las cartas dirigidas a las personas que los ocupan u ostentan, se recomienda acomodarlos también en estos contextos a la norma general y escribirlos con minúscula.
Cuando el nombre del cargo y el de la institución coinciden, el cargo debe escribirse con minúsculas, reservando la mayúscula para la institución: «En una causa iniciada por el defensor del pueblo, Jorge Maiorano, la magistrada dictó […] la suspensión de la aplicación del rebalanceo» ( Clarín [Arg.] 2.4.1997); «Abogó por profesionalizar instituciones como el Tribunal Superior de Justicia, […] la Cámara de Cuentas y el Defensor del Pueblo» ( Vanguardia [Esp.] 17.6.1994).
4.2.4.1.7 Profesiones
Por su condición de nombres comunes, los sustantivos que designan profesiones
se escriben siempre con minúscula: El médico no llegará hasta mañana; ¿Quiere consultarlo con su abogado?; El dictamen fue elaborado por la ingeniera industrial Graciela Mayo; Diego Sarasate, radiólogo.
4.2.4.1.8 Gentilicios y nombres de pueblos o etnias
Los adjetivos y sustantivos que expresan nacionalidad o procedencia geográfica, así como aquellos que designan pueblos o etnias, se escriben siempre con minúscula inicial: los aztecas, los maoríes, la cultura mochica, los ciudadanos filipinos. La minúscula es también la escritura apropiada cuando se utilizan en singular con valor colectivo: «Los otomanos sitiaron Viena, que otra vez consiguió resistir con ayudas de otros países cristianos, formándose a continuación la Santa Liga en defensa contra el turco [= los turcos]» (Otero Fundamentalismos [Esp. 2001]).
4.2.4.2 Personajes de ficción
Al igual que sucede con los nombres de personas reales, se escriben con mayúscula inicial los que designan personajes de ficción: Aureliano Buendía (personaje de Cien años de soledad, novela del colombiano García Márquez), Juanita la Larga (protagonista de la novela homónima del español Valera), Harry Potter (protagonista de las novelas de la escritora británica J. K. Rowling), Mafalda (protagonista de una tira cómica homónima del argentino Quino). Cuando un nombre común o un grupo nominal se utilizan como nombres propios de un personaje, recurso especialmente utilizado en la literatura infantil, sus componentes significativos deben escribirse también con mayúscula inicial: Caperucita Roja, el Gato con Botas, la Ratita Presumida.
4.2.4.3 Deidades y otros seres del ámbito religioso
Los nombres propios con los que se designa particularizadamente a los dioses, profetas y otros seres o entes del ámbito religioso se escriben con mayúscula inicial: Alá, Jehová, Jesucristo, Mahoma, Quetzalcóatl, Yemayá, Kukulkán, el Espíritu Santo, Satanás, Lucifer, Odín, Júpiter, Minerva.
Tanto los apelativos antonomásticos como las advocaciones que se les aplican deben escribirse igualmente con mayúscula inicial: el Señor, el Creador, el Todopoderoso, el Gran Arquitecto, el Salvador, la Virgen, la Purísima, el
Innombrable, el Maligno, la Virgen de Fátima, Nuestra Señora del Rosario, el Cristo de la Agonía, el Buda de la Luz Ilimitada.
Información adicional. Las advocaciones son las denominaciones complementarias que se aplican al nombre de las personas sagradas y que se refieren a misterios, virtudes o atributos suyos, a momentos especiales de su vida, a lugares vinculados a su presencia o al hallazgo de una imagen suya, etc.
El sustantivo dios (‘ser supremo’) debe escribirse con mayúscula inicial únicamente cuando se emplea como nombre propio, de carácter antonomástico, para designar al ser supremo de una religión monoteísta (como se ve por los ejemplos, en esos casos la palabra Dios se usa sin artículo): Por medio de Moisés, Dios separó las aguas del mar Rojo para facilitar su paso a los judíos; En el islam no está permitido representar a Dios en imágenes; Dios envió a su hijo para salvarnos. La mayúscula se mantiene en los refranes y en las expresiones o frases hechas que contienen esta referencia: A Dios rogando y con el mazo dando; ¡Bendito sea Dios!; Se armó la de Dios es Cristo; Hazlo como Dios manda.
En cambio, debe escribirse con inicial minúscula cuando se emplea como nombre común para referirse al ser supremo de modo genérico (normalmente, por ello, precedido de artículo): Jehová es el nombre hebreo del dios de judíos y cristianos; No hay más dios que Alá; o a divinidades de religiones politeístas, acompañando o no al nombre propio correspondiente: ¡Oh, dioses, velad por ella!; la diosa Atenea; el dios Viracocha.
En usos metafóricos, se escribirá con mayúscula o con minúscula en función de si se emplea con el primero o con el segundo de los valores antes referidos: Se cree Dios (sin determinante, como nombre propio antonomástico), frente a Se cree un dios (con determinante, como nombre común genérico).
Los sustantivos diablo o demonio, apelativos comunes utilizados habitualmente para referirse a Satanás o Lucifer, el ángel caído, se escribirán con minúscula: Fausto vendió su alma al diablo a cambio de sabiduría; Las brujas eran acusadas de tener trato carnal con el demonio.
Aunque, en señal de respeto, ha venido siendo costumbre en textos de carácter religioso escribir los pronombres personales referidos a la divinidad, o a personas sagradas como la Virgen, con mayúscula inicial, no hay razón lingüística alguna que lo justifique, ya que en español esta categoría de palabras se escribe siempre con minúscula. Por lo tanto, se recomienda evitar la mayúscula en esos casos, como
ilustran los ejemplos siguientes, donde te, ti y tú se escriben con minúscula, aunque se refieran a Dios o a la Virgen: Ve con Dios, que él te guíe y proteja de todo mal; A ti encomiendo mi espíritu; Bendita tú eres entre todas las mujeres.
4.2.4.4 Seres mitológicos o fabulosos
Los nombres que designan individualizadamente a seres mitológicos o fabulosos se escriben, por su condición de nombres propios, con mayúscula inicial: Polifemo, Clío, Pegaso, Terpsícore; no así los nombres comunes genéricos que designan las distintas clases de estos seres, que deben escribirse con minúscula inicial, tanto si se usan en singular como en plural: una ninfa, un fauno, una sirena, cíclopes, gracias, nereidas.
Algunos seres fabulosos se designan con el nombre que tienen en su lengua de origen, como ocurre con gólem (en la mitología judía, figura humana hecha de arcilla a la que se insufla vida) o kraken (monstruo marino de la mitología escandinava con apariencia de pulpo o calamar gigante). Estos nombres son comunes, como pone de manifiesto la necesidad de usarlos con artículo antepuesto, ya que en realidad designan una clase de seres: el gólem, un gólem, el kraken, un kraken. No hay razón para escribirlos con mayúscula inicial, aunque con frecuencia aparezcan así escritos en los textos.
4.2.4.5 Animales y plantas
4.2.4.5.1 Nombres propios de animales y plantas
Se escriben con mayúscula inicial los nombres propios designativos de animales y plantas: Chita, Dolly, Moby Dick, Bucéfalo, Pluto, Telperion (nombre de uno de los dos árboles que dan luz al reino de Valinor en la novela El Silmarillion, de J. R. R.
Tolkien).
No es necesario marcar de manera especial estos nombres por el hecho de que no se refieran a seres humanos, de modo que no hay por qué escribirlos en cursiva o entre comillas.
4.2.4.5.2 Nombres científicos y taxones zoológicos y botánicos
En los nombres latinos que se emplean en la nomenclatura científica internacional para designar las distintas especies y subespecies de animales y plantas, se escribe con mayúscula inicial el primer componente (designativo del género), mientras que el segundo (específico de la especie) o el tercero (específico de la subespecie) se escriben con minúscula: Pinus pinaster (nombre científico del pino resinero o pino negral), Felis silvestris catus (nombre científico del gato común europeo). Los nombres científicos se escriben en cursiva, no así el artículo precedente, que debe escribirse con minúscula y en redonda: el Homo sapiens.
Información adicional. A diferencia de los términos que se emplean en la nomenclatura científica internacional para designar las distintas especies y subespecies de animales y plantas, las abreviaturas latinas que con frecuencia acompañan a estas denominaciones, como var. (lat. varietas
‘variedad’), sp. (lat. species ‘especie’), sp. pl. (lat. species plantarum ‘especie de plantas’) o subsp. (lat. subspecies ‘subespecie’) se escriben en redonda: Crotalus sp. (nombre científico del género al que pertenecen las serpientes de cascabel), Cupressus sempervirens var.
horizontalis (nombre científico de una de las variedades del ciprés común).
No hay razón para escribir con mayúscula inicial los nombres españoles con los que se designan los taxones zoológicos y botánicos superiores al género, por lo que se recomienda su escritura con minúscula inicial, tanto cuando se usan en aposición ( orden coleópteros, familia cactáceas, clase insectos), como cuando se usan como adjetivos o como nombres comunes ( Los cardones son plantas cactáceas; El escarabajo pelotero es un coleóptero). En cambio, los nombres latinos que designan estos mismos niveles en la nomenclatura científica internacional se escriben siempre con mayúscula inicial: El orden Coleoptera agrupa el mayor número de especies de la clase Insecta; La familia (de las) Cyatheaceae consta de seis géneros.
4.2.4.5.3 Nombres vernáculos de animales y plantas
Los nombres con los que se designan en español las distintas especies de animales y plantas se escriben con minúscula inicial por su condición de nombres comunes: el águila real, el alcaudón chico, la ballena jorobada, el buitre leonado, la comadreja,
el oso pardo, la encina, el espliego, la palma de coco. No hay razón lingüística alguna para escribirlos con mayúscula, aunque así se vean escritos a menudo en textos especializados.
4.2.4.5.4 Razas de animales
Los adjetivos o sustantivos que se usan para designar las distintas razas o variedades de animales se escriben con minúscula inicial: cerdo ibérico, gato siamés, gato persa, dogo, dálmata, pequinés, pastor alemán, vaca frisona. Del mismo modo, se escriben con minúscula las denominaciones de este tipo que proceden de otras lenguas, se hayan adaptado gráficamente o no al español: un dóberman, un collie, un bulldog, un rottweiler.
En aquellas denominaciones pluriverbales que contienen un topónimo o un nombre propio, este mantiene la mayúscula inicial: tigre de Bengala, gato de Angora, perro de Terranova. Solo cuando el nombre propio de esta especificación se independiza y pasa a utilizarse como nombre común designativo de la raza, se escribe con minúscula: un chihuahua, un terranova.
4.2.4.6 Lugares
4.2.4.6.1 Continentes, países y ciudades
Los nombres propios de continentes, países, ciudades y localidades se escriben con mayúscula inicial: América, Eurasia, Europa, África, Cuba, Croacia, El Salvador, Buenos Aires, Toledo, La Paz, San José del Estero, El Escorial. Como se ve por los ejemplos, algunos topónimos que designan países, ciudades o localidades incluyen como parte constitutiva de su nombre un artículo antepuesto, caso en el que este debe escribirse también con mayúscula inicial (v. § 4.2.3.2).
Muchos de estos nombres, cuando son pluriverbales, incluyen en su denominación un sustantivo genérico de carácter geográfico: Cabo Verde (país), Ciudad del Cabo (ciudad), Islas Cook (país), Puerto Rico (país), Países Bajos (país), Mar del Plata (ciudad). En esos casos, el sustantivo genérico debe escribirse con mayúscula inicial, a diferencia de aquellos otros en los que funciona como un mero categorizador, que debe escribirse con minúscula por no formar parte del nombre
propio: la ciudad de Panamá, el país de Gales. Sobre la escritura con mayúscula o minúscula de los sustantivos genéricos en nombres geográficos, v. § 4.2.3.1.3.
También se escriben con mayúscula inicial los sustantivos y adjetivos que componen las denominaciones de las federaciones integradas por varios Estados independientes: Unión Europea, Federación Rusa.
4.2.4.6.1.1 Alternativas estilísticas
Se escriben asimismo con mayúscula inicial los sustantivos y adjetivos que forman parte de las denominaciones de carácter antonomástico que presentan, como alternativa estilística, algunos topónimos: la Ciudad Eterna (Roma), el Nuevo Mundo (América), la Santa Sede (el Vaticano), el Viejo Continente (Europa), la Joya del Pacífico (Valparaíso), la Isla de Encanto (Puerto Rico), la Reina del Plata (Buenos Aires), la Llave del Golfo (Cuba). Del mismo modo se comportan las denominaciones abreviadas o las alternativas de carácter coloquial: De Efe (por México D. F.), los Madriles (por Madrid), Barna (por Barcelona), Chago (por Santiago de Chile), Cocha (por Cochabamba), Marpla (por Mar del Plata).
También se escriben con mayúscula los nombres que han recibido algunas naciones en ciertos periodos de su historia: la Sublime Puerta (Turquía, en tiempos de los sultanes).
4.2.4.6.1.2 Topónimos imaginarios
Los nombres de aquellos continentes, países, regiones o paraísos imaginarios creados por la fabulación del hombre se escriben asimismo con mayúscula inicial: la Arcadia, la Atlántida, los Campos Elíseos, el Valhala, Macondo, el País de Nunca Jamás.
4.2.4.6.1.3 Topónimos utilizados como sustantivos comunes genéricos Al igual que sucede con los antropónimos (v. § 4.2.4.1.1.5), también hay topónimos que pasan a usarse como nombres comunes para designar genéricamente lugares que presentan el rasgo más característico del referente original, o para denotar la cualidad o circunstancia por la que este es conocido. En ese caso es normal su escritura con minúscula: Nueva York es una babilonia posmoderna; Durante la
invasión, el país se llenó de pequeñas numancias resistentes; Este chico vale un potosí; «La quema tumultuaria de un presunto homicida en el sombrío fuenteovejuna de un pueblo veracruzano» ( Proceso [Méx.] 15.9.1996).
4.2.4.6.2 Áreas geopolíticas
Se escriben con mayúscula inicial los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de determinadas zonas geográficas que se conciben como áreas geopolíticas con características comunes, pese a abarcar distintos países: Occidente, América Latina, Hispanoamérica, el Cono Sur, Centroamérica o América Central, Europa del Este, el Magreb, Oriente Medio, etc. Esta mayúscula no debe extenderse a denominaciones conjuntas establecidas en función de parámetros no estrictamente geográficos, se trate de expresiones genéricas en plural o de expresiones singulares con valor colectivo: los países desarrollados, los países en vías de desarrollo, los países productores de petróleo, el primer mundo, el tercer mundo, la zona euro.
4.2.4.6.3 Accidentes geográficos
Los nombres propios de los accidentes geográficos, tanto naturales como artificiales, se escriben con mayúscula inicial, pero no los sustantivos comunes genéricos que los acompañan ( océano, mar, lago, embalse, río, cordillera, sierra, cabo, golfo, bahía, isla, estrecho, canal, etc.), que deben escribirse con minúscula: el océano Pacífico, el mar Mediterráneo, el mar Rojo, el lago Titicaca, el embalse de San Juan, el río Amazonas, la cordillera de los Andes, la sierra de la Demanda, el pico de la Maliciosa, el cabo de Hornos, el golfo de México, la bahía de Cochinos, el valle del Rift, el desierto de Atacama, el archipiélago de Juan Fernández, las islas Galápagos, las cataratas del Iguazú, la fosa de las Marianas, la falla de San Andrés, la represa de Yaciretá, el canal de Panamá, el canal de la Mancha, etc.
Muchos de estos nombres propios se emplean habitualmente solos, sin el acompañamiento del sustantivo genérico, no existiendo razón alguna para que el artículo que los antecede deje de escribirse con minúscula: el Pacífico, el Mediterráneo, el Amazonas, los Andes, el Everest, la Maliciosa, las Galápagos, etc.
(v. § 4.2.3.2).
Hay nombres propios geográficos que incorporan un sustantivo genérico como parte inherente, caso en el que el genérico debe escribirse con mayúscula inicial: Sierra Morena, Playa Girón, los Picos de Europa, las Montañas Rocosas, la Selva Negra, etc. Para determinar cuándo el sustantivo genérico se considera parte del
nombre propio, v. § 4.2.3.1.3.
Por otra parte, existen usos antonomásticos en los que el nombre común genérico se emplea por sí solo, escrito con mayúscula inicial, en sustitución del nombre propio.
En estos casos, la referencia de la antonomasia debe ser compartida por los destinatarios del texto y resultar, por ello, inequívoca: la Cordillera [= la cordillera de los Andes para los chilenos], el Golfo [= el golfo de México para los mexicanos] o la Península [= la península ibérica para los españoles]. Sobre el uso de este tipo de antonomasias, v. § 4.2.1.1.
Cuando para referirse a un accidente geográfico se emplea el sustantivo genérico seguido de un adjetivo derivado del topónimo al que dicho accidente corresponde —
se trate del topónimo actual o de una variante ya en desuso—, tanto el sustantivo genérico como el adjetivo se escriben con minúscula: cordillera andina (el adjetivo andino deriva del topónimo Andes), meseta castellana (el adjetivo castellano deriva del topónimo Castilla), islas británicas (el adjetivo británico deriva del topónimo histórico Britania), península ibérica (el adjetivo ibérico deriva del topónimo histórico Iberia) o península itálica (el adjetivo itálico deriva del topónimo Italia).
Se trata, en estos casos, de expresiones meramente apelativas o comunes, aunque designen un referente único. Es necesario diferenciar estos casos de aquellos en los que el adjetivo va con mayúscula inicial por no derivar de un topónimo previo y ser, por tanto, la parte genuinamente propia de la denominación, como en mar Mediterráneo, mar Rojo, islas Canarias, islas Aleutianas, etc.
Las penínsulas, en concreto, suelen denominarse, bien mediante un complemento preposicional en cuyo núcleo figura un topónimo, bien mediante un adjetivo derivado de dicho topónimo, existiendo en muchos casos ambas posibilidades: península arábiga (o de Arabia), península balcánica (o de los Balcanes), península de Crimea, península coreana (o de Corea), península de Florida, península ibérica, península itálica o italiana, península de Jutlandia, península malaya (o de Malasia), península yucateca (o de Yucatán), etc. Hay, no obstante, algunas penínsulas que se salen de esta pauta denominativa y se identifican mediante un nombre propio genuino, que se escribe, naturalmente, con mayúscula: península Valiente (península de Panamá bañada por el Caribe).
4.2.4.6.4 Regiones naturales y ecorregiones
Los nombres propios de las regiones naturales o áreas bioclimáticas se escriben
con mayúscula inicial, no así el artículo que los antecede: la Amazonia ( o Amazonía), la Orinoquia (u Orinoquía), la Patagonia, el Gran Chaco, etc.
Se escriben, en cambio, con minúscula las expresiones con las que se hace referencia a regiones naturales o áreas bioclimáticas cuando se emplean para ello nombres comunes, como desierto, tundra, pampa, cuenca, estepa, sabana, etc., aun cuando, seguidos de un especificativo, designen un referente único: la cuenca mediterránea, la cornisa cantábrica, el desierto del Pacífico, la tundra ártica, la pampa argentina. Cuando alguno de estos nombres comunes se convierte en la denominación propia de una división administrativa, pasa a escribirse con mayúscula: provincia de La Pampa (Argentina). En ciertos países, es frecuente y admisible, aunque no obligatorio, que determinados nombres comunes geográficos se escriban con mayúscula inicial cuando se refieren a las regiones o áreas naturales en que se considera dividido el territorio nacional, como sucede con las regiones de la Costa y la Sierra en el Ecuador, o con la Costa, la Sierra y la Selva en el Perú.
4.2.4.6.5 Comarcas
Se escribe con mayúscula inicial el nombre propio de las comarcas, esto es, los territorios que en un país o una región se identifican por determinadas características físicas o culturales: las Alpujarras, la Alcarria, los Monegros. El artículo que antecede al nombre propio de una comarca se escribe con minúscula: la miel de la Alcarria, el azafrán de la Mancha, el clima de los Monegros; por tanto, la forma el se amalgamará, como es preceptivo, con las preposiciones a o de: las playas del Algarve, el vino del Bierzo.
El artículo que antecede al nombre de una comarca se escribe con mayúscula inicial solo en aquellos casos en los que forma parte del nombre propio de una división político-administrativa, como sucede en España con los nombres de las comarcas de la Mancha o de la Rioja, cuyo artículo se escribe con mayúscula cuando la expresión designa las comunidades autónomas correspondientes: Castilla-La Mancha y La Rioja.
4.2.4.6.6 Espacios naturales protegidos
En los nombres de los espacios naturales protegidos solo es obligatoria la mayúscula en el término específico, no en los sustantivos y adjetivos genéricos que lo
preceden: parque nacional de Doñana, parque natural de Puracé, reserva natural de Cabo Cruz. No obstante, es correcta la escritura de estos genéricos con mayúscula inicial cuando se trate de la denominación de la entidad o institución que gestiona esos espacios: Parque Nacional de Doñana. En ningún caso es admisible la mayúscula en usos puramente genéricos: El Gobierno creará una red de parques nacionales; Las competencias de gestión del parque natural están repartidas entre diversos organismos.
4.2.4.6.7 Divisiones territoriales de carácter administrativo
En las denominaciones que corresponden a las divisiones administrativas del territorio de un Estado, sean del nivel que sean, solo está justificado el uso de la mayúscula en el término específico, mientras que el sustantivo genérico debe escribirse con minúscula: el concejo de Mieres, el condado de York, el departamento de Moquegua, el distrito 47, el estado de Tlaxcala, la pedanía de Lorca, la provincia de Tucumán, la región de Antofagasta, el término municipal de Madrid, la vereda Rosa Blanca, la comuna de Puente Alto, la diócesis de Cuernavaca.
4.2.4.6.8 Regiones militares
Se escriben con mayúscula los sustantivos y adjetivos que forman parte de la denominación de cada una de las regiones militares de un país, que habitualmente llevan antepuesto un ordinal que las distingue: la II Región Militar, la IV Región Militar, la Cuarta Región Aérea, la Región Militar Sur. En sus usos genéricos, estas expresiones se escriben, en cambio, con minúscula: Se prevé la creación de dos nuevas regiones militares; Fue nombrado capitán general de la nueva región aérea.
4.2.4.6.9 Barrios y urbanizaciones
En los nombres de barrios, distritos o urbanizaciones solo se escribe con mayúscula el término específico, no así el sustantivo genérico precedente: barrio de Lavapiés, barrio de las Letras, distrito de Chamberí, urbanización Los Rosales.
Estos sustantivos genéricos se escriben con mayúscula inicial únicamente si forman parte de una expresión que así lo exige, como ocurre con los nombres de asociaciones u organizaciones: Asociación de Vecinos del Barrio de las Letras.
4.2.4.6.10 Edificios y monumentos
Los adjetivos y sustantivos que forman parte de la denominación de sedes de entidades o instituciones, de edificios singulares o de conjuntos y elementos arquitectónicos de carácter monumental se escriben con mayúscula: el Coliseo, el Partenón, la Casa de América, la Casa Rosada, la Catedral de Santiago, la Pirámide del Sol, los Reales Alcázares, la Torre Eiffel, la Puerta de Alcalá, el Arco del Triunfo, la Columna de la Independencia. No obstante, cuando el sustantivo genérico que acompaña al término específico se corresponde con la naturaleza del referente designado, es asimismo admisible escribir el sustantivo genérico con minúscula y aplicar la mayúscula solo al término específico: el arco del Triunfo, la torre Eiffel, la catedral de Santiago, la casa Batlló, etc.
Las denominaciones, generalmente de carácter coloquial, que se emplean como alternativa estilística a los nombres de edificios o monumentos se escriben también con mayúscula inicial, no así los artículos que las anteceden: el Pirulí (por Torrespaña, sede de la televisión pública española, en Madrid), la Bombonera (por el estadio Alberto J. Armando, del Boca Juniors argentino, o por el estadio Nemesio Diez, del Deportivo Toluca mexicano), la Raspadura (por el monumento a José Martí en la plaza de la Revolución de La Habana).
4.2.4.6.11 Estancias y recintos de edificios
No hay razón para escribir con mayúscula los sustantivos y adjetivos de carácter común o apelativo con que se designan las diversas estancias o recintos de que se compone un edificio: el despacho oval de la Casa Blanca, el oratorio del Palacio de Gobierno, la capilla Pazzi, el claustro de la iglesia de los Jerónimos, la sacristía de San Francisco el Grande, la sala de profesores del Instituto Cervantes, el salón de baile del Palacio Real, el salón de grados de la Universidad Autónoma, etc. No obstante, en sedes institucionales y en edificios de carácter monumental es frecuente bautizar con nombres específicos determinadas estancias o recintos, caso en el que todos los elementos de la expresión denominativa se escriben con mayúscula: la Galería de los Espejos (en el Palacio de Versalles), el Patio de los Leones (en la Alhambra), el Salón de Ciento (en el Ayuntamiento de Barcelona), el Salón de los Pasos Perdidos (en el Capitolio de La Habana).
Advertencia. Cuando el sustantivo sala designa el conjunto de magistrados o jueces que tiene atribuida la jurisdicción sobre determinadas materias y forma parte de la denominación de un órgano jurisdiccional, se escribe con mayúscula: Sentencia dictada por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.
4.2.4.6.12 Puertos, aeropuertos y estaciones
Los sustantivos genéricos se escriben con minúscula: Llegaron al puerto de Atenas de madrugada; Aterrizamos en el aeropuerto de Barajas; Tu tren sale de la estación de Punta Chica. Solo está justificado el uso de la mayúscula en estos términos cuando la expresión completa no se refiere al espacio físico, sino a la entidad u organismo que gestiona su actividad: El Puerto de Bilbao tiene un acuerdo con los bomberos de la Diputación Foral.
Naturalmente, se escriben también con mayúscula si forman parte de un nombre propio o una expresión denominativa que así lo exige (nombres de países, de localidades, de organismos, etc.): Puerto Vallarta, Capitanía del Puerto de Acapulco, Departamento de Facturación del Aeropuerto de Barajas.
4.2.4.6.13 Calles y espacios urbanos
Los sustantivos genéricos que encabezan las denominaciones de calles y espacios urbanos deben escribirse con minúsculas, reservando la mayúscula para el término específico: la avenida (de) Insurgentes, la (avenida) Diagonal, la calle (de) Guayaquil, la calle Mayor, el paseo (de) Martí, la calle 52, la avenida 47, la cuadra 31, la plaza de Armas, la glorieta de Embajadores, la rambla de San Antonio, la cuesta de la Vega, la travesía de los Desamparados, el parque del Oeste, etc.
Algunos sustantivos genéricos de este tipo, sobre todo aquellos que han dejado ya de ser percibidos por los hablantes como categorizadores de espacios urbanos, pueden pasar a constituir el término específico de la expresión denominativa, razón por la que se escriben con mayúscula y aparecen precedidos de nuevos sustantivos categorizadores escritos con minúscula: calle Gran Vía, calle Costanilla, avenida Costanera Norte, calle Corredera.
Se escriben también con mayúscula inicial los sustantivos genéricos que acompañan a los nombres de vías o espacios urbanos cuando aparecen detrás del término específico, como sucede a menudo en las denominaciones traducidas o
tomadas de otras lenguas: la Sexta Avenida, Central Park, Downing Street, Potsdamer Platz.
4.2.4.6.14 Vías de comunicación
Al igual que sucede con los nombres de calles y espacios urbanos, en los nombres de vías de comunicación (carreteras, autovías, autopistas y calzadas romanas), solo debe escribirse con mayúscula inicial el término específico, no así el sustantivo genérico precedente: la carretera nacional II, la carretera Panamericana, la autopista del Mediterráneo, la autopista del Sol, la autovía de Leizarán, la vía Apia, la vía de la Plata. No obstante, en el caso de las calzadas romanas, su carácter histórico y hasta cierto punto monumental hacen admisible, aunque no obligatorio, que el sustantivo genérico vía se escriba con mayúscula: la Vía Apia, la Vía de la Plata (v. § 4.2.4.6.15).
Cuando el término específico es simplemente un número, como ocurre a menudo en España, las vías de comunicación suelen designarse mediante un sistema mixto que mezcla letras mayúsculas (indicativas del tipo de vía o del lugar por el que esta discurre) y cifras (las que componen el número identificativo), separados ambos componentes por un guion intermedio: la A-2 (autopista), la N-640 (carretera nacional), la C-32 (carretera comarcal), la BU-564 (carretera provincial de Burgos).
En los nombres de vías pecuarias, aquellas especialmente habilitadas para el traslado del ganado, no hay razón para escribir con mayúscula inicial los sustantivos genéricos como cañada (real), cabañera, etc., que preceden a la parte genuinamente propia de la denominación: la cabañera de Benasque, la cañada real de los Roncaleses, la cañada real Galiana. Tampoco está justificada la mayúscula en los adjetivos que desempeñan su normal función especificativa: cañada real segoviana, cañada real soriana occidental.
4.2.4.6.15 Caminos y rutas turísticas
Se escriben con mayúscula inicial los términos que componen la denominación de caminos y rutas que unen distintos puntos según un itinerario establecido asociado a actividades turísticas o culturales, o que poseen gran relevancia histórica o monumental: el Camino de Santiago, la Ruta del Pisco, la Ruta del Quijote, la Ruta de la Seda.
Cuando estas expresiones no constituyan una denominación establecida y se
empleen en sentido genérico, se escribirán con minúscula: Le propuso hacer una ruta del vino por las tabernas de la ciudad.
4.2.4.7 Entidades
4.2.4.7.1 Organismos, instituciones, departamentos y asociaciones
4.2.4.7.1.1 Mención extensa
Se escriben con mayúscula inicial todas las palabras significativas que componen la denominación completa de entidades, instituciones, organismos, departamentos o divisiones administrativas, unidades militares, partidos políticos, organizaciones, asociaciones, compañías teatrales, grupos musicales, etc.: Cámara de los Comunes, Ministerio de Sanidad y Consumo, Biblioteca Nacional, Real Academia de Bellas Artes, Instituto Caro y Cuervo, Universidad Nacional Autónoma de México, Federación Venezolana de Deportes Acuáticos, Facultad de Farmacia, Departamento de Recursos Humanos, Área de Gestión Administrativa, Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, Partido Conservador, Grupo Parlamentario Socialista, Asociación de Amistad Hispano-Árabe, La Barraca, El Circo del Sol, Héroes del Silencio, Vieja Trova Santiaguera.
La mayúscula no afecta ni a los artículos ni a las conjunciones coordinantes ni a las preposiciones sin especial relevancia semántica que incluya la expresión denominativa: Asociación en Defensa de la Sanidad Pública, Asociación por los Derechos Civiles, Asociación por la Defensa de las Minorías, Asociación para el Progreso de las Comunicaciones; en cambio, aquellas preposiciones con una carga semántica significativa en la denominación pueden escribirse con mayúscula, como ocurre en Médicos Sin Fronteras o en Asociación Española Contra el Cáncer (cuyas siglas, MSF y AECC, incluyen, como se ve, la inicial de las preposiciones sin y contra).
La misma pauta ha de aplicarse a los nombres de grupos o asociaciones que no son gramaticalmente estructuras nominales, como es lo habitual, sino estructuras oracionales o preposicionales, algo que comienza a ser frecuente en los últimos tiempos. También en estos casos se aplica la mayúscula inicial a todas las palabras significativas de la denominación, con las excepciones antes mencionadas: No Es Culpa Nuestra (nombre de una compañía de teatro), No Me Pises Que Llevo
Chanclas (nombre de un grupo musical), Por un Mundo Limpio (nombre de una organización no gubernamental).
También se escriben con mayúscula las denominaciones alternativas de carácter antonomástico que poseen algunas de estas entidades: Cámara Alta [= Senado], Benemérita [= Guardia Civil (Esp.) o Cruz Roja (C. Rica)].
4.2.4.7.1.2 Mención abreviada
La mayúscula inicial se aplica también al término o términos con que habitualmente se menciona de forma abreviada una determinada institución o entidad: el Ateneo (por el Ateneo de Sevilla), la Complutense (por la Universidad Complutense), la Chile (por la Universidad de Chile), la Nacional (por la Biblioteca Nacional), el Cervantes (por el Instituto Cervantes). En general, estas denominaciones se forman sobre la parte específica del nombre y son estructuras elípticas en las que se omiten elementos de la denominación completa. El artículo que las encabeza debe escribirse con minúscula, pues no forma parte del nombre propio, por más que sea necesaria su presencia.
4.2.4.7.1.3 Menciones anafóricas
Los nombres comunes que se utilizan para referirse anafóricamente a instituciones o a entidades que se han citado con anterioridad no deben escribirse con inicial mayúscula, aunque coincidan con el sustantivo genérico incluido en la denominación completa: El programa fue diseñado por el Departamento de Lingüística Computacional. Este departamento se creó hace varios años con la intención de… El acompañamiento de demostrativos, posesivos o elementos anafóricos como dicho o citado obliga a interpretar esos nombres como meramente comunes en esos contextos y a escribirlos, por ello, con minúscula: nuestro departamento de personal, dicho ministerio, esta diputación provincial, la citada subdirección, etc.
No obstante, si el sustantivo genérico se emplea precedido simplemente del artículo determinado ( el, la), puede escribirse con mayúscula inicial, asimilando estos casos a los de mención abreviada comentados en el apartado anterior: El Departamento de Biología Molecular ha recibido una subvención para desarrollar una nueva técnica de detección del cáncer de mama. El Departamento estará obligado a presentar informes periódicos sobre el estado de las investigaciones.
4.2.4.7.1.4 Menciones en plural
Cuando el mismo sustantivo encabeza la denominación de varias entidades, es posible realizar una mención conjunta coordinando los términos específicos y pluralizando el sustantivo genérico, que en ese caso debe escribirse con minúscula inicial: Se abre el periodo de solicitud de ayudas de los ministerios de Vivienda y Transportes.
4.2.4.7.2 Entidades con mayúscula colectiva o institucional
Existe un grupo de sustantivos que, junto a sus usos como nombres comunes, cuentan con acepciones en las que designan entidades, organismos o instituciones.
Cuando se emplean con este valor, se escriben con mayúscula inicial: la Administración, la Bolsa, la Corona, las Cortes, el Ejército, el Estado, el Gobierno, la Hacienda Pública, la Iglesia, la Marina, la Policía, el Parlamento, la Universidad, etc.
En estos casos, la mayúscula afecta tanto al singular como al plural, pero no a los especificadores que puedan acompañar al sustantivo: Representantes de la Iglesia católica y de la Iglesia ortodoxa se reunieron en el Vaticano; Los Gobiernos guatemalteco y español firmaron un acuerdo bilateral; El Ejército británico es uno de los mejor preparados del mundo; Hay que adaptar la Universidad española a las exigencias de los nuevos tiempos.
Cuando estos mismos sustantivos no designan la institución, sino que se emplean como nombres comunes, se escriben siempre con minúscula: Están construyendo una iglesia protestante; Las tareas de gobierno son una pesada carga; Pasaré a recogerte cuando salga de la universidad.
Tampoco debe aplicarse la mayúscula institucional a estos sustantivos cuando se emplean en singular con valor colectivo, refiriéndose a grupos concretos de individuos: La policía [= varios policías] llegó rápidamente al lugar del siniestro; El ejército [= conjunto de tropas] no logró pasar la frontera; Casi toda la universidad participó en las protestas [= casi todos los universitarios].
4.2.4.7.3 Formas de Estado y de gobierno
Los sustantivos que designan formas de Estado o de gobierno son nombres comunes, por lo que, en sus usos genéricos, deben escribirse con minúscula: Crece la
inflación en las repúblicas bálticas; La ciudad natal del monarca se convirtió en la capital del reino; España es una monarquía parlamentaria; Condenaron abiertamente las dictaduras totalitarias; En esa etapa se ensancharon las fronteras del imperio.
Se admite su uso con mayúscula inicial cuando estos nombres se utilizan antonomásticamente para designar periodos concretos de la historia caracterizados por una de esas formas de gobierno, como sucede, por ejemplo, en la periodización de la historia de la antigua Roma con la Monarquía, la República y el Imperio, o en casos como la Colonia, en referencia al periodo colonial hispanoamericano, o la Dictadura, en referencia a periodos de gobierno dictatoriales. Así sucede también con las denominaciones Antiguo Régimen y Nuevo Régimen, en las que es admisible el uso de la mayúscula cuando se utilizan como expresiones sinónimas, respectivamente, de Edad Moderna y Edad Contemporánea. En cuanto a las denominaciones de los diferentes imperios, v. § 4.2.4.10.4.
Estos sustantivos se escriben asimismo con mayúscula inicial cuando forman parte de la denominación oficial completa de un Estado: Principado de Andorra, Reino de España, República Argentina, República Islámica de Irán; no así en usos genéricos como, por ejemplo, república mexicana, ya que la denominación oficial de México no es esa, sino Estados Unidos Mexicanos.
4.2.4.7.4 Poderes del Estado
Las menciones a los distintos poderes del Estado ( poder ejecutivo, poder legislativo y poder judicial) se escriben con minúscula cuando se refieren, de modo genérico, a la facultad o poder en sí: El poder legislativo recae en el Congreso; se escriben, en cambio, con mayúscula inicial en sus dos componentes cuando se refieren específicamente a los órganos del Estado en que descansan, al tratarse en ese caso de una mayúscula institucional: El Poder Judicial notificó su cese al magistrado.
Naturalmente, se escriben con mayúscula cuando forman parte del nombre de un organismo o institución: Consejo General del Poder Judicial.
Por su parte, la palabra ejecutivo se escribe con mayúscula inicial cuando se utiliza por sí sola en referencia al Gobierno de una nación, como denominación estilística alternativa: La propuesta del Ejecutivo francés tuvo una fría acogida.
Las denominaciones que se aplican a los poderes fácticos formadas por el sustantivo poder precedido de un ordinal se escriben con minúscula: ¿Quién ignora hoy que la prensa es el cuarto poder?
4.2.4.7.5 Establecimientos comerciales, culturales o recreativos
Además de la primera, se escriben con mayúscula inicial todas las palabras significativas que forman parte del nombre de establecimientos comerciales, culturales o recreativos, como bares, restaurantes, cafeterías, hoteles, cines, teatros, etc.: (bar) Miraflores; (marisquería) La Perla; (grandes almacenes) El Corte Inglés; (restaurante) La Vaca Argentina; Almacenes Arias; (mercería) El Botón de Oro; (teatro) Nuevo Apolo; (cine) Avenida; (hotel) Villamagna, etc. Sobre la escritura con mayúscula o minúscula inicial del sustantivo genérico que suele aparecer en este tipo de expresiones denominativas ( bar, restaurante, café, hotel, etc.), v. § 4.2.3.1.2.
En los últimos tiempos es frecuente que el nombre de muchos establecimientos, especialmente restaurantes, bares y otros locales de ocio, se aparte del modelo denominativo tradicional, constituido por expresiones nominales, y sea una estructura de otro tipo (oracional, preposicional, etc.). En esos casos, con el fin de marcar con claridad los límites de la expresión denominativa, es asimismo necesario escribir con mayúscula inicial todos los elementos significativos del nombre (salvo los artículos, las conjunciones coordinantes y las preposiciones sin especial carga significativa que aparezcan en posición interior): restaurante Entre Suspiro y Suspiro, bar Aquí Me Quedo.
4.2.4.7.6 Órdenes religiosas
Se escriben con mayúscula inicial los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de las órdenes religiosas o religioso-militares: la Orden de Predicadores, la Orden de San Agustín, la Orden del Temple, la Orden del Carmelo o del Carmen, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, la Orden de la Cartuja, la Compañía de Jesús. Se escriben también con mayúscula los especificativos que se usan por sí solos en la designación de alguna de estas órdenes: el Temple, el Carmelo.
El sustantivo orden se escribirá con mayúscula inicial solo cuando forme parte del nombre propio de uno de estos institutos, pero no en sus referencias genéricas: El libro describe con realismo la dureza de los monjes de la orden; La regla de esta orden es especialmente estricta; Entró en la orden franciscana a los veinte años (el nombre propio de la orden franciscana es Orden de Frailes Menores).
La mayúscula del nombre de la orden no es extensible a los derivados con los que se designa a sus miembros, y que se emplean a menudo en plural para referirse a todo
el colectivo: un monje agustino, un dominico, los franciscanos, los templarios, los cartujos, las carmelitas.
4.2.4.7.7 Equipos deportivos
Se escriben con mayúscula inicial los elementos léxicamente significativos (por lo general, sustantivos y adjetivos) que forman parte de las denominaciones oficiales de los equipos deportivos: Atlético de Madrid, Indios de Ciudad Juárez, Real Potosí, Gimnasia y Esgrima, Cultural y Deportiva Leonesa.
También se escriben con mayúscula inicial las denominaciones estilísticas alternativas que se utilizan para referirse a las selecciones nacionales, normalmente basadas en el color de la camiseta de los jugadores: la Albiceleste (selección argentina), la Canarinha (selección brasileña), la Naranja Mecánica (selección holandesa), la Roja (selección española o chilena).
En cambio, los sustantivos y adjetivos apelativos que se utilizan para referirse a los jugadores o a los equipos y, por extensión, a sus socios y seguidores se escriben siempre con minúscula: los azulgranas (del Barcelona, España), los colchoneros (del Atlético de Madrid, España), los cremas (del Club Deportivo Comunicaciones, Guatemala), los lilas (de Deportes Concepción, Chile), los merengues (del Real Madrid, España), los rayados (del Monterrey, México).
Para los nombres de los torneos deportivos, v. § 4.2.4.8.11.
4.2.4.8 Denominaciones relacionadas con la actividad intelectual o cultural del hombre
4.2.4.8.1 Títulos
4.2.4.8.1.1 Obras de creación
4.2.4.8.1.1.1 Mención completa
En español, se escribe con mayúscula inicial únicamente la primera palabra del título de cualquier obra de creación, sea esta de la naturaleza que sea (libros, cómics, películas, cuadros, esculturas, piezas musicales, programas de radio o televisión, etc.), mientras que el resto de las palabras que lo componen —salvo los nombres propios o las expresiones que, por su naturaleza, exijan la mayúscula— deben escribirse con minúscula: Asesinato en el Comité Central, Cabaret, Cien años de soledad, El estrangulador, La familia de Pascual Duarte, Mujeres al borde de un ataque de nervios, La familia de Carlos V, Mujer con espejo. Cuando la obra presenta dos títulos alternativos, normalmente unidos por la conjunción o, la primera palabra del segundo título también debe escribirse con mayúscula inicial: Bearn o La sala de las muñecas.
La cursiva obligatoria en la escritura de los títulos de obras de creación (v. cap. III,
§ 3.4.8.2.3) delimita ya claramente su extensión, por lo que debe evitarse escribir con mayúscula todos los elementos significativos del título, como se hace en inglés; así, lo correcto en español es escribir Diccionario de la lengua española, y no Diccionario de la Lengua Española.
Esta norma debe aplicarse a los títulos de todas las obras de creación, incluidas aquellas pertenecientes a épocas en las que, por no estar aún fijadas las normas ortotipográficas, era habitual aplicar la mayúscula más allá de la palabra inicial; así, debe escribirse Libro de buen amor o Divina comedia, en lugar de Libro de Buen Amor o Divina Comedia, como ha sido normal hasta ahora. El artículo que antecede a la mención de ciertas obras de creación no siempre pertenece al título y, en ese caso, debe escribirse con minúscula y en redonda; así ocurre en casos como la Odisea, la Ilíada o la Divina comedia.
Cuando se cita o transfiere un título de otra lengua a un texto en español, puede seguirse sin más la norma española y escribir con mayúscula inicial únicamente la primera palabra: Cavalleria rusticana, Lost in translation, Manhattan transfer, Pulp fiction, West side story, Un chien andalou. No obstante, podrán respetarse, si se conocen, las reglas que rijan en la lengua en la que esté escrito el título.
4.2.4.8.1.1.2 Mención abreviada
Los títulos abreviados o alternativos con los que nos referimos comúnmente a determinadas obras de creación, y que se emplean en lugar del título completo, suelen ir precedidos de artículo, el cual debe escribirse con minúscula y en redonda: el Quijote (por El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha), la Celestina (por
Comedia [o Tragicomedia] de Calisto y Melibea), la Quinta sinfonía (por Sinfonía n.º 5 en do menor, opus 67). Es obligado, en estos casos, realizar la amalgama del artículo con las preposiciones a y de: al Quijote, del Quijote.
Cuando el título abreviado se utiliza para referirse a los distintos ejemplares, ediciones, versiones o lecturas de una misma obra, se mantiene su escritura en cursiva y con mayúscula inicial:
Tengo un Quijote de 1700.
Hay tantos Quijotes como lectores del Quijote.
4.2.4.8.1.2 Piezas independientes que forman parte de una obra
En los títulos de aquellas piezas o textos que constituyen una unidad independiente o autónoma, pero que se publican dentro de una obra que posee, a su vez, su propio título —como ocurre con los artículos, los reportajes, los cuentos o los poemas que aparecen dentro una publicación periódica o un libro, o con las canciones de un álbum, los capítulos de una serie de televisión y otros casos similares—, solo se escribe con mayúscula inicial la primera palabra, además de aquellas otras cuya naturaleza así lo exija. Además, a fin de delimitar su extensión, se escribirán entre comillas siempre que se haga referencia a ellos junto con el título de la obra o la publicación a la que pertenecen o en la que se han publicado:
Octavio Paz publicó en el diario La Jornada el artículo titulado «La recaída de los intelectuales».
De repente se puso a recitar el «Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla», del Romancero gitano de Lorca.
«Vivir sin aire» es la canción que más me gusta del disco de Maná Arde el cielo.
En caso de citarse solos, para marcar la extensión del título podrá optarse por la cursiva o las comillas:
Se subasta un facsímil del Yo acuso, el famoso artículo de Zola.
Se subasta un facsímil del «Yo acuso», el famoso artículo de Zola.
Me encanta el Romance de la pena negra, es uno de mis poemas favoritos.
Me encanta el «Romance de la pena negra», es uno de mis poemas favoritos.
4.2.4.8.1.3 Subdivisiones o secciones internas de libros y documentos En los títulos de las subdivisiones o secciones internas de libros o documentos (partes, capítulos, apartados, etc.), solo se escribe con mayúscula inicial la primera palabra, además de aquellas otras que la requieran por su naturaleza. Cuando se haga referencia a ellos dentro de un texto, se escribirán, además, entre comillas, a fin de delimitar su extensión, como se ve en el ejemplo siguiente:
En el capítulo II, «La representación gráfica del acento: el uso de la tilde», se exponen las reglas de acentuación del español.
4.2.4.8.1.4 Titulares de prensa
En los titulares de las noticias de prensa, solo se escribe con mayúscula la primera palabra, además de aquellas otras cuya naturaleza así lo exija: Cuatro heridos en el derrumbe de un inmueble en Caracas.
4.2.4.8.1.5 Publicaciones periódicas y colecciones
A diferencia de lo que ocurre con los títulos de los libros, todas las palabras significativas que forman parte del nombre de una publicación periódica (un periódico, una revista, un boletín, etc.) o de una colección (‘serie de obras de un mismo tipo que se editan con un formato común’) se escriben con mayúscula inicial cuando se hace referencia a ellos en un texto, con independencia de cuál sea el grafismo con el que aparezca el nombre en la portada: El Comercio, El Diario Vasco, Nueva Revista de Filología Hispánica, Muy Interesante, Crecer Feliz, Biblioteca Románica Hispánica, El Barco de Vapor, Anaya Multimedia. Los nombres de las publicaciones periódicas deben escribirse, además, en cursiva, no así los de las colecciones, que se escriben en redonda.
4.2.4.8.1.6 Libros sagrados
Los sustantivos y adjetivos que forman parte del título de los libros sagrados, así como de sus denominaciones antonomásticas, se escriben con mayúscula inicial, pero
no el artículo que los antecede, que se escribe con minúscula: la Biblia, el Corán, el Libro de Mormón, el Libro de los Muertos, la Torá, las Sagradas Escrituras. Esta norma se aplica también al título de cada uno de los libros que los componen: el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés, el Libro de los Reyes, el Nuevo Testamento, los Hechos de los Apóstoles, el Mishná (parte del Talmud, libro de la ley judía).
Hay que saber, además, que los títulos de libros sagrados se escriben en letra redonda, y no en cursiva.
4.2.4.8.1.7 Rezos u oraciones
Cuando para denominar una oración se utiliza un fragmento pluriverbal del verso con el que comienza ( Bendita sea tu pureza, Yo confieso, etc.), dicho fragmento se escribirá en cursiva y con la primera palabra en mayúscula; en cambio, se escriben en redonda, con minúscula y normalmente en una sola palabra los comienzos de oraciones que se han lexicalizado como nombres comunes para designar los diferentes rezos, incluso los que conservan su forma latina ( el padrenuestro, una salve, dos avemarías, el credo, el tedeum, el sanctus, el magníficat, etc.):
«Se puso a rezar un padrenuestro, que le sabía a poco; pero es que del Yo pecador o del Señor mío Jesucristo no lograba acordarse con los nervios» (Gala Invitados [Esp. 2002]).
4.2.4.8.1.8 Leyes y documentos oficiales e históricos
Se escriben con mayúscula inicial todos los elementos significativos (normalmente sustantivos o adjetivos) que forman parte del título de documentos oficiales o históricos, como tratados, convenciones, acuerdos, declaraciones, etc.: el Tratado de Versalles, la Convención de Ginebra, la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Se escriben asimismo con mayúscula inicial todos los elementos significativos del título de los textos o documentos de carácter legal o jurídico (fueros, códigos, órdenes, leyes, decretos, etc.): Código Civil; Fuero Juzgo; Acta Única Europea; Ley 40/1998, de 9 de diciembre, del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas y otras Normas Tributarias; Ley Orgánica 3/1981, de 6 de abril, del Defensor del Pueblo; Real Decreto 125/1988; Ley para la Ordenación General del Sistema Educativo.
No obstante, cuando la descripción de la ley que constituye el título de esta es
demasiado extensa, el uso de la mayúscula se limita al primer elemento: Ley 17/2005, de 19 de julio, por la que se regula el permiso y la licencia de conducción por puntos y se modifica el texto articulado de la ley sobre tráfico, circulación de vehículos a motor y seguridad vial. En ese caso, si se citan en el interior de un texto, se escribirán, además, en cursiva o entre comillas para delimitar su extensión.
En caso de utilizar una mención abreviada del título, deben mantenerse las mayúsculas: El informe ambiental de actividades debe ser público de acuerdo con la Ley 2/2002. En cambio, en las menciones genéricas o anafóricas la mayúscula no está justificada, pues lo que se emplea en realidad no es el título (ni completo ni abreviado), sino el nombre común que designa cada tipo de documento legislativo, que debe escribirse con minúscula: En el preámbulo de la ley ya se establecen claramente sus motivos; El presente real decreto entrará en vigor al día siguiente de su publicación. Cuando se alude específicamente a algún artículo, apartado o inciso, estas palabras (o sus abreviaturas art., apdo., inc.) deben escribirse con inicial minúscula: Así se reconoce en el apartado 4 del artículo 15 de esta ley.
Los nombres con los que se designan comúnmente determinadas leyes, constituidos por una breve expresión descriptiva de su contenido, y que se emplean en lugar del título oficial, deben escribirse con minúsculas: ley de extranjería (cuyo título completo es Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración Social) o ley del divorcio (cuyo nombre completo es Ley 30/1981, de 7 de julio, por la que se modifica la regulación del matrimonio en el Código Civil y se determina el procedimiento a seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio).
También se escriben con minúscula las expresiones de carácter común o apelativo con las que se hace referencia genérica a determinadas leyes, y que no se corresponden con su título oficial: ley electoral, ley sálica, ley del talión, ley seca.
Las constituciones, normas supremas de los Estados, suelen citarse no por el título completo, sino de forma abreviada, utilizando el sustantivo genérico constitución escrito con mayúscula inicial, mayúscula que no debe afectar a los especificadores que lo acompañen: los padres de la Constitución, la Constitución argentina, la Constitución española. Esta mayúscula no debe extenderse a los usos plurales o genéricos: las primeras constituciones bolivianas, las constituciones democráticas, una nueva constitución.
4.2.4.8.1.9 Ponencias, discursos, conferencias y exposiciones
Los títulos de los textos de ponencias, discursos, conferencias, presentaciones, etc., así como los de las exposiciones de carácter cultural referidas a un tema concreto, se comportan como los títulos de los libros o los artículos, es decir, solo se escribe con mayúscula la primera palabra y aquellas otras cuya naturaleza así lo exija: La lucha contra el cambio climático en los países en desarrollo; Géneros novelísticos en la literatura del Barroco; La ideología de Goya a través de sus obras. Si se citan dentro de un texto, lo más adecuado es escribirlos, además, entre comillas a fin de delimitar su extensión, como se ve en el ejemplo siguiente:
La exposición «Goya y el mundo moderno» recibió más de un millón de visitantes.
4.2.4.8.1.10 Programas, planes, proyectos
Todas las palabras significativas que forman parte del nombre o título de programas, planes y proyectos, ya sean de carácter público o privado, se escriben con mayúscula inicial: Plan de Fomento de la Lectura, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Proyecto del Genoma Humano. Si el título está constituido por una descripción de la naturaleza del plan o proyecto y resulta demasiado extenso, la mayúscula se limita a la primera palabra: Proyecto para la detección y el estímulo del talento musical precoz en niños menores de seis años; en ese caso, si el título se cita dentro de un texto, lo más adecuado es escribirlo entre comillas a fin de delimitar su extensión.
4.2.4 8.2 Lemas y eslóganes
En los lemas, consignas y eslóganes, tanto los propios de instituciones u organizaciones como los de carácter político o publicitario, solo se escribe con mayúscula inicial la primera palabra: Limpia, fija y da esplendor (lema de la Real Academia Española); Seamos razonables: pidamos lo imposible (consigna del Mayo del 68); Póntelo, pónselo (eslogan de una campaña institucional española para fomentar el uso del preservativo entre los jóvenes); Un Martini invita a vivir. Cuando estos elementos se citan dentro de un texto, deben escribirse, además, entre comillas a fin de delimitar su extensión, como se ve en el ejemplo siguiente:
Mandela buscó la reconciliación bajo el lema «Un equipo, un país».
Los lemas que aparecen dentro de las banderas, escudos y monedas suelen escribirse enteramente en mayúsculas (v. § 4.4d).
4.2.4.8.3 Disciplinas científicas
4.2.4.8.3.1 Ramas del conocimiento
Los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de las disciplinas científicas y las diversas ramas del conocimiento deben escribirse, en general, con minúscula, tanto en su sentido propio como en los derivados: La física nuclear ha experimentado grandes avances en los últimos años; La morfología es una parte de la gramática; Tiene un talento especial para las matemáticas; La psicología infantil es muy complicada. Se escribirán con mayúscula inicial únicamente en contextos académicos o curriculares, cuando designen estudios o materias regladas: Soy licenciada en Filología Inglesa; Me he matriculado en Arquitectura; ¿Quién te da Física este año?
4.2.4.8.3.2 Asignaturas y cursos
Los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de una asignatura o materia de estudio se escriben con mayúscula inicial, coincida o no con el nombre de una ciencia o disciplina: Inglés, Lengua, Matemáticas, Conocimiento del Medio, Química Orgánica, Lenguaje Publicitario, Metodología de la Programación; pero, si el nombre de una asignatura resulta ser excesivamente largo, solo se escribe con mayúscula la primera palabra: Introducción al comentario de textos narrativos y poéticos españoles del siglo XVI.
Los nombres de los cursos (serie de clases sobre un tema o materia, establecida conforme a un programa) se atendrán a esta misma norma: Curso de Prevención de Riesgos Laborales; 1.er Curso de Crítica Textual, pero Curso sobre el uso de las nuevas tecnologías de la información en la enseñanza del español como segunda lengua.
Cuando, debido a su extensión, solo se aplique la mayúscula a la primera palabra del nombre de una asignatura o un curso, al citarlo dentro de un texto se escribirá entre comillas, como en el ejemplo siguiente:
No sé si matricularme en «Comentario de textos narrativos y poéticos españoles» o en «Historia de las ideas lingüísticas en el mundo hispánico».
4.2.4.8.3.3 Etapas o ciclos educativos
En general, no hay razón para escribir con mayúscula las expresiones con las que, de forma genérica, nos referimos a las diferentes etapas o ciclos educativos: educación infantil, educación primaria, educación secundaria, educación superior, bachillerato, licenciatura, doctorado, etc. En el caso de que los sustantivos genéricos bachillerato, licenciatura, doctorado, etc., vayan seguidos de un especificador de materia, este se escribirá con mayúscula en sus componentes significativos: bachillerato de/en Humanidades, licenciatura en Ciencias de la Salud, maestría en Administración de Empresas.
Cuando se trate del nombre oficial legalmente establecido para cada uno de estos ciclos ( Educación Infantil, Educación General Básica, Educación Secundaria Obligatoria, etc.), el uso de la mayúscula está justificado, por tratarse de expresiones denominativas con valor de nombre propio: «Los destinatarios del programa son las familias del municipio con niños en edad escolar matriculados en el tercer ciclo de Educación Primaria y Educación Secundaria» ( FVigo [Esp.] 18.6.2001).
4.2.4.8.4 Leyes, teorías y principios científicos
Únicamente los nombres propios que forman parte de la denominación de leyes, teorías y principios científicos se escriben con mayúscula: ley de la gravedad, ley de Ohm, principio de Arquímedes, teorema de Pitágoras, teoría de la relatividad.
4.2.4.8.5 Corrientes y escuelas
Las denominaciones de las escuelas y corrientes de pensamiento propias de las diferentes disciplinas científicas se escriben con minúscula por su condición de nombres comunes, incluso cuando derivan de nombres propios: estructuralismo, generativismo, positivismo, darwinismo, platonismo, kantismo.
4.2.4.8.6 Movimientos y estilos artísticos o culturales
4.2.4.8.6.1 Grandes movimientos artístico-culturales Se escriben con mayúscula inicial los nombres de los grandes movimientos artísticos y culturales que abarcan todas o la mayor parte de las disciplinas artísticas (arte, literatura, música, etc.) e identifican grandes periodos histórico-cronológicos culturalmente diferenciados: el Renacimiento, el Barroco, el Neoclasicismo, el Romanticismo.
Los especificadores que acompañan a estos nombres se escriben con minúscula: el Renacimiento francés, el Barroco tardío, el Romanticismo alemán.
4.2.4.8.6.2 Movimientos, estilos y escuelas
En cambio, las denominaciones de movimientos, estilos o escuelas propios de disciplinas artísticas concretas, a menudo coincidentes unos con otros en una misma época, se escriben con minúscula, ya que el periodo histórico en el que se encuadran no puede identificarse en exclusiva con ninguno de ellos: gótico, románico, conceptismo, culteranismo, escuela holandesa, estilo galante, modernismo, cubismo, dadaísmo, indigenismo, realismo mágico, simbolismo, surrealismo, vanguardismo.
4.2.4.8.6.3 Géneros artísticos
Las denominaciones de los géneros propios de las distintas disciplinas artísticas se escriben siempre con minúscula por ser expresiones meramente referenciales que designan esas clases o categorías: el cine negro, la novela pastoril, la pintura abstracta.
4.2.4.8.7 Movimientos o tendencias políticas o ideológicas
Los sustantivos que designan los movimientos o tendencias políticas o ideológicas son nombres comunes, por lo que deben escribirse con minúscula inicial: comunismo, neoliberalismo, sandinismo, socialismo, peronismo.
Esta norma es también aplicable a la denominación de principios, idearios y doctrinas políticas, en los que solo se escribirán con mayúscula inicial los nombres propios, normalmente correspondientes a su creador o ejecutor: el principio de no intervención, la doctrina Estrada, la doctrina Monroe.
Tanto los sustantivos que designan las distintas religiones como los que designan al conjunto de los fieles de una religión son nombres comunes y deben escribirse con minúscula inicial: budismo, catolicismo, islam, islamismo judaísmo, cristianismo, cristiandad.
4.2.4.8.9 Conceptos religiosos
Desde un punto de vista estrictamente lingüístico, no hay razón para escribir con mayúscula los nombres que designan conceptos y entes del ámbito religioso (sacramentos, ritos, pecados, virtudes, etc.), por lo que se recomienda su escritura con minúscula inicial: misa, eucaristía, comunión, abluciones, cielo, purgatorio, ira, codicia, caridad, esperanza, parábola, hadiz (‘dicho o hecho de Mahoma transmitido por tradición’), etc. La aplicación de la mayúscula respondería en estos casos a criterios extralingüísticos que no conviene generalizar (v. § 4.6).
Aunque es hoy mayoritaria y preferible la minúscula también en estos casos, solo resulta justificable la mayúscula desde un punto de vista lingüístico en sustantivos como cielo, paraíso, infierno, etc., cuando designan específicamente los lugares establecidos por las distintas religiones como destino de las almas tras la muerte, por su condición de topónimos, si bien de carácter mítico o imaginario (v. § 4.2.4.6.1.2): Al Cielo se entra siendo una persona honrada; El letrero que Dante imaginó a las puertas del Infierno decía: «Abandonad toda esperanza, vosotros que aquí entráis»; Adán fue expulsado del Paraíso. Naturalmente, en los usos derivados o metafóricos de estas palabras, la mayúscula carece de sentido: Aquella isla era un paraíso; La noche pasada fue un infierno.
4.2.4.8.10 Reuniones de especialistas o profesionales
Se escriben con mayúscula inicial todas las palabras significativas (normalmente sustantivos y adjetivos) que forman parte de la denominación de reuniones de especialistas y profesionales de diferentes ramos, sean estas de carácter académico, técnico, cultural o político (congresos, simposios, jornadas, encuentros, coloquios, convenciones, etc.), con independencia de que su celebración sea o no periódica: II Congreso Internacional de Medicina Preventiva, Encuentro de Jóvenes Cineastas
Europeos y Latinoamericanos, VII Simposio Nacional de Estudios Clásicos, Jornadas de Arte Flamenco.
La misma norma cabe aplicar a las exposiciones, muestras, ferias, festivales, certámenes o concursos de carácter cultural, artístico, técnico o comercial: Bienal de Venecia, Exposición Internacional de Vestidos y Prendas de China, Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Festival de Jazz de Vitoria, Muestra de Jóvenes Realizadores Cubanos; X Salón Internacional de Maquinaria para Obras Públicas y Construcción, Salón del Cómic de Barcelona.
4.2.4.8.11 Torneos deportivos
Los nombres de los torneos deportivos se escriben con mayúscula en todos sus elementos significativos (normalmente sustantivos y adjetivos): Juegos Olímpicos, Campeonato Mundial de Fútbol, Copa Libertadores de América, Vuelta Ciclista a España, Gran Premio de Jerez.
4.2.4.8.12 Premios y condecoraciones
4.2.4.8.12.1 Nombre del premio
Se escriben con mayúscula inicial todas las palabras significativas que forman parte del nombre de premios, distinciones o condecoraciones: el Premio Cervantes, los Premios Príncipe de Asturias, los Premios Anuales de la Academia o los Goya, la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, la Legión de Honor.
La denominación de cada una de las categorías de los grandes premios internacionales se escribe asimismo con mayúscula inicial en todos sus componentes significativos: Hoy se falla el (Premio) Nobel de Física; Su labor ha merecido el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. En cambio, las distintas especialidades que se tienen en cuenta al otorgar otros premios, en especial los cinematográficos o musicales, se escriben preferentemente con minúscula, salvo en el nombre propio: Es candidata al Goya a la mejor interpretación femenina protagonista; La película recibió dos premios Óscar: mejor vestuario y mejor música; Ha ganado el Grammy al mejor álbum latino.
4.2.4.8.12.2 Objeto material que lo representa y persona premiada
Cuando el nombre propio del premio designa el objeto con el que se materializa su concesión o a la persona que lo ha recibido, debe escribirse con minúscula, ya que en ese caso pasa a funcionar como nombre común: Coppola posó con su óscar ante los periodistas; La película de Amenábar ha recibido catorce goyas; Le prendieron la gran cruz de la Orden de Carlos III; Esta noche entrevistan al nobel de literatura de este año.
4.2.4.9 Denominaciones propias de ámbitos científicos
4.2.4.9.1 Cuerpos celestes y otros entes astronómicos
Los términos que forman el nombre propio de los cuerpos y materias celestes (estrellas, planetas, galaxias, constelaciones, nebulosas, etc.) se escriben con mayúscula inicial, no así los artículos ni los sustantivos genéricos que a veces los acompañan: Marte, Orión, la Vía Láctea, la Osa Mayor, la estrella Altair, el cometa Halley, la nebulosa del Cangrejo, la nube de Oort.
Las palabras tierra, sol y luna solo se escriben con mayúscula inicial en contextos astronómicos, en los que estos términos funcionan específicamente como nombres propios designativos del planeta, la estrella y el satélite correspondientes: Un eclipse lunar se produce cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna. Es preciso saber que un contexto astronómico puede darse en cualquier tipo de texto (una noticia periodística, una novela, una definición de diccionario, etc.), no solo en publicaciones o libros específicos de astronomía. Prueba de la condición de nombres propios de estas voces en estos casos es su coaparición con los nombres propios de otros cuerpos celestes, asimismo escritos con mayúscula inicial: «Heráclides era un geocentrista moderado: […] el Sol, la Luna, Marte, Júpiter y Saturno giraban en torno a la Tierra, pero Mercurio y Venus giraban en torno al Sol» (Battaner Planetas [Esp.
1991]). Fuera de contextos estrictamente astronómicos, estas palabras, tanto en su uso recto como en los derivados o metafóricos, se escriben con minúscula inicial con toda normalidad: Se pusieron en marcha a la salida del sol; Esta noche hay luna llena; Le declaró su amor a la luz de la luna; Siempre luchó por los derechos de los desheredados de la tierra.
No hay razón para escribir con mayúscula inicial denominaciones genéricas o meramente descriptivas como universo, sistema solar o estrella polar, aun cuando puedan referirse a una realidad única. En concreto, es preciso señalar que la expresión
estrella polar no es el nombre propio de ninguna estrella, sino expresión apelativa que designa la estrella más cercana al polo norte celeste, que no es siempre la misma debido a que la posición de los polos celestes cambia a medida que se mueve el eje de la Tierra.
4.2.4.9.2 Signos del Zodiaco
Los nombres propios de los doce signos, casas o constelaciones que recorre el Sol en su curso anual aparente, conocidos como signos del Zodiaco, se escriben con mayúscula inicial: Acuario, Leo, Tauro, Géminis, etc. Del mismo modo se comportan los nombres alternativos que aluden a la representación iconográfica de cada signo: Balanza (por Libra), Cangrejo (por Cáncer), Carnero (por Aries), Escorpión (por Escorpio), Gemelos (por Géminis), León (por Leo), Pez (por Piscis), Toro (por Tauro), Virgen (por Virgo).
Cuando los nombres de los signos del Zodiaco se utilizan para designar genéricamente a las personas nacidas bajo cada signo, deben escribirse con minúscula inicial: Los capricornios son tenaces; Evita discutir con un leo.
4.2.4.9.3 Puntos cardinales
Aunque en sus usos primarios o absolutos designan un referente único, las denominaciones de los cuatro puntos cardinales ( norte, sur, este y oeste) y de los puntos del horizonte ( noroeste, sudeste, etc.) no dejan de ser nombres comunes. Por ello, deben escribirse con minúscula inicial, tanto si se emplean en términos absolutos como si designan la orientación o la dirección correspondientes: rumbo al norte, hemisferio sur, latitud norte, el sureste de la ciudad, al este de Jalisco, viento del noroeste. Solo se escribirán con mayúscula inicial cuando formen parte de un nombre propio o de una expresión denominativa que así lo exija: América del Norte, Corea del Sur, Europa del Este, la Cruz del Sur.
Los símbolos de los puntos cardinales y de los puntos del horizonte, tanto en su versión española como en su versión inglesa de uso internacional, se escriben siempre con mayúsculas (v. cap. V, § 4.4c): N, S, E, O, W (del inglés west ‘oeste’), NO, NW
(del inglés north-west ‘noroeste’), SE, etc.
4.2.4.9.4 Hemisferios y líneas imaginarias
Los nombres de las líneas imaginarias, tanto de la esfera terrestre como celeste, son nombres comunes de referente único y deben escribirse con minúscula inicial: ecuador, eclíptica, trópico de Capricornio, paralelo 38. Lo mismo ocurre con los nombres de las divisiones de la esfera terrestre o celeste: el círculo polar ártico, el hemisferio norte, el hemisferio oriental.
4.2.4.9.5 Polos geográficos
Las denominaciones de los polos geográficos se escriben con minúscula cuando designan los extremos del eje de rotación de la Tierra, de modo paralelo a lo que sucede con las líneas imaginarias y los puntos cardinales: Los meridianos son grandes círculos que ciñen el globo terráqueo pasando por el polo norte y el polo sur; La única expedición española que ha alcanzado el polo norte geográfico partió desde Siberia.
Cuando estas expresiones designen las regiones geográficas que circundan dichos puntos, se utilizará la mayúscula inicial en ambos componentes, justificada por su condición de topónimos o nombres propios de lugar, equivalentes a otros nombres propios como el Ártico [= el Polo Norte] y la Antártida o Antártica [= el Polo Sur]: La expedición recorrerá el Polo Sur para estudiar su fauna y su flora.
4.2.4.9.6 Vientos
Los nombres de los vientos se escriben con minúscula inicial; austro, bóreas, cecias, céfiro, levante, monzón, poniente. Solo se escribirán con mayúscula cuando se refieran al personaje mitológico del que toman el nombre, o en personificaciones propias de textos poéticos o literarios: «Según Homero, la madre de los caballos del carro de Aquiles fue fecundada por Céfiro» (Clarín Siglo [Esp. 1901]); Yo soy Bóreas, dios del frío viento del norte.
4.2.4.9.7 Tormentas, huracanes y otros fenómenos atmosféricos u oceánicos
Se escriben con mayúscula inicial los nombres propios que se asignan a ciertos
fenómenos atmosféricos (huracanes, tormentas, etc.), no así el sustantivo genérico que a veces los acompaña: el huracán Wilma, el tifón Fred.
No es necesario marcar de manera especial estos nombres por el hecho de que no se refieran a seres humanos, de modo que no hay por qué escribirlos en cursiva o entre comillas.
Los nombres comunes de los distintos fenómenos atmosféricos u oceánicos se escriben con minúscula: borrasca, anticiclón, tornado, sunami, marea, marejada, pleamar, etc. Solo se escriben con mayúscula los nombres propios que aparecen en el complemento especificativo de algunos de estos fenómenos: el anticiclón de las Azores, la borrasca de Finlandia, la corriente de Humboldt (frente a la corriente ecuatorial).
4.2.4.9.8 Elementos y compuestos químicos
Las palabras que designan los elementos y compuestos químicos son nombres comunes, por lo que deben escribirse con minúscula inicial, aun cuando deriven de un nombre propio: aluminio, berkelio, hafnio, mercurio, oxígeno, sodio, tecnecio, éter.
Los símbolos de los elementos químicos tienen una forma fija e invariable, y se escriben siempre con mayúscula inicial, se compongan de una o de más letras (v.
cap. V, § 4.4c): C, H, O, P, Ca, Fe, Hg, Na (símbolos respectivos del carbono, el hidrógeno, el oxígeno, el fósforo, el calcio, el hierro, el mercurio y el sodio).
4.2.4.9.9 Unidades de medida
Las palabras que designan las unidades de medida, tanto las básicas como las derivadas, pertenezcan o no al sistema internacional de unidades, son nombres comunes que deben escribirse con minúscula inicial, con independencia de que puedan tener su origen en un nombre propio: metro, pie, yarda, julio, newton, pascal, tesla.
Por su parte, los símbolos de las unidades de medida y de los prefijos que a ellas se unen para dar lugar a las unidades derivadas tienen una forma fija e invariable, mayúscula o minúscula, que no puede modificarse en función del contexto (v. §
4.1.1.1 y cap. V, § 4.4c).
Los símbolos de las unidades de medida se escriben con minúscula ( g, dm, ha), a
excepción de los que corresponden a unidades que tienen su origen en nombres propios de persona, que se escriben con mayúscula inicial: K (símbolo del kelvin, por el primer barón de Kelvin, W. V. Thomson), Fr (símbolo del franklin, por B.
Franklin), N (símbolo del newton, por Isaac Newton), W (símbolo del vatio, por Jacobo Watt). Únicamente el símbolo del litro presenta dos formas posibles, l y L, ya que se admite el uso de la mayúscula en aquellos contextos en los que, de utilizarse la minúscula, cabría la posibilidad de confundir este símbolo con el número uno.
Los símbolos de los prefijos utilizados para crear los múltiplos de estas unidades se escriben con mayúscula: M- ( mega-), G- ( giga-), T- ( tera-), P- ( peta-), etc., a excepción de los que corresponden a los prefijos kilo- ( k-), hecto- ( h-) y deca- ( da-), que se escriben con minúscula: GHz (gigahercio), kW (kilovatio).
Por el contrario, los símbolos de los prefijos utilizados para formar submúltiplos se escriben siempre con minúscula: d- ( deci-), c- ( centi-), m- ( mili-), n- ( nano-), etc.: cl (centilitro), dm (decímetro).
4.2.4.9.10 Enfermedades
Los sustantivos que designan enfermedades son nombres comunes, por lo que deben escribirse con minúscula inicial: acromegalia, cáncer, diabetes, espina bífida, esquizofrenia paranoide, gripe, parálisis cerebral, sida, tromboembolia. Solo se escribirán con mayúscula si forman parte de una expresión denominativa que así lo exija (el nombre de una institución u organización, de un congreso, etc.): Federación Española de Asociaciones de Espina Bífida e Hidrocefalia.
En los nombres de enfermedades y síndromes que presentan un complemento preposicional que incluye el nombre propio de su descubridor o investigador, se mantiene la mayúscula característica del antropónimo, pero el sustantivo genérico debe escribirse con minúscula: enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, síndrome de Down, mal de Chagas. Solo cuando el nombre propio pasa a designar por sí solo la enfermedad, se convierte en un nombre común, que debe escribirse con minúscula inicial y someterse a las reglas ortográficas del español: Su padre tenía párkinson; Trabaja en una fundación para la investigación del alzhéimer.
4.2.4.9.11 Medicamentos
Los nombres de los principios activos de las medicinas, bajo los cuales se
comercializan los medicamentos genéricos, son comunes y deben escribirse con minúscula inicial: Tengo que comprar paracetamol; El omeprazol es un protector estomacal; Lo único que me hace efecto cuando me duele la cabeza es el ibuprofeno.
En cambio, los nombres comerciales registrados de los medicamentos, al igual que sucede con las marcas, son nombres propios y deben escribirse con mayúscula inicial:
«Los especialistas en medicina interna no tienen cortapisas a la hora de recetar Prozac (fluoxetina) […] cuando creen que su paciente se encuentra deprimido»
( Mundo [Esp.] 20.2.1997); «Hace años sufrió molestias dentales intensas, aseguran algunos realizadores de televisión a los que en ocasiones pedía aspirinas o Nolotil»
( País [Esp.] 2.6.1986). Se recomienda mantener la mayúscula del nombre propio cuando se hace referencia a las porciones o dosis del medicamento de ese nombre: Me dolía tanto la muela que he tenido que tomarme un Nolotil.
No obstante, aquellos nombres comerciales de productos farmacéuticos que pasan a designar cualquier producto con las propiedades esenciales del original funcionan, a todos los efectos, como nombres comunes y se escriben con minúscula: ¿Tienes una aspirina? [= cualquier analgésico, especialmente si está compuesto de ácido acetilsalicílico; de Aspirin, marca registrada]; Para que no se te infecte la herida, tápatela con una curita [= cualquier vendaje adhesivo de pequeño tamaño; de Curitas, marca registrada].
4.2.4.10 Referencias temporales, cronológicas o históricas
4.2.4.10.1 Días de la semana, meses y estaciones
Los sustantivos que designan los días de la semana, los meses y las estaciones, sea cual sea el calendario utilizado, deben escribirse con minúscula, ya que se consideran nombres comunes, aunque designen elementos únicos dentro de una serie: domingo, lunes, calendas (‘primer día del mes entre los antiguos romanos’), y julio, rayab (‘séptimo mes del calendario musulmán’), termidor (‘undécimo mes del calendario revolucionario francés’), verano, primavera.
Solo se escribirán con mayúscula cuando formen parte de expresiones denominativas que así lo exijan, como festividades, fechas históricas, espacios urbanos, instituciones, organizaciones, etc.: Viernes Santo, Primavera de Praga, plaza del Dieciocho de Septiembre, hospital Doce de Octubre.
Los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de festividades, sean civiles, militares o religiosas, se escriben con mayúscula inicial: Nochevieja, Navidad, Año Nuevo, el Día de la Madre, el Día Internacional de la Mujer, San Fermín (festividad dedicada a san Fermín, patrono de Pamplona [España]), la Pascua Militar, la Cruz de Mayo (festividad cristiana), el Janucá (festividad judía), Fiesta del Sacrificio o Fiesta Grande (festividad musulmana). Esta misma mayúscula se aplica a los nombres de los periodos litúrgicos o religiosos: el Adviento, la Semana Santa, la Pascua, el Ramadán (como nombre del noveno mes del calendario musulmán le corresponde la minúscula, pero se escribe con mayúscula cuando designa específicamente el periodo religioso, coincidente con dicho mes, en que los musulmanes tienen la obligación de ayunar desde el alba hasta el anochecer).
No obstante, cuando el nombre de una festividad, frecuentemente en plural, pasa a designar no la festividad en sí, sino el periodo en que tienen lugar las celebraciones y festejos con ella relacionados, es también admisible el empleo de la minúscula: El encierro de ayer fue el más limpio de estos sanfermines; Pasará las navidades en Cancún.
Las denominaciones de las fiestas de la Antigüedad se escriben preferentemente con minúscula inicial: lupercales, panateneas, saturnales.
4.2.4.10.3 Periodos geológicos
Es costumbre asentada en los textos especializados escribir con mayúscula inicial los nombres de las diferentes divisiones geocronológicas, esto es, de los eones, las eras, los periodos y las épocas en que se divide el tiempo desde un punto de vista geológico y paleontológico: el Precámbrico, el Mioceno, el Paleozoico, el Jurásico.
Esta mayúscula no debe afectar, en ningún caso, a los adjetivos que los acompañan: el Pleistoceno medio, el Cretácico inferior, el Jurásico superior.
Si el periodo se designa mediante un sustantivo genérico ( era, periodo) seguido de un adjetivo, se recomienda escribir ambos elementos con minúscula inicial: la era cenozoica, la era cuaternaria, el periodo carbonífero.
4.2.4.10.4 Periodos prehistóricos e históricos
Los sustantivos prehistoria e historia, que designan los dos grandes periodos cronológicos en que se divide la existencia de la humanidad, se escriben con minúscula inicial: La aparición de la escritura marca el paso de la prehistoria a la historia.
En cambio, los nombres de los periodos en que se dividen tanto la prehistoria como la historia (ya sea la universal, ya sea la de algún país en particular) se escriben con mayúscula: el Paleolítico, el Neolítico, la Edad de Piedra, la Edad de los Metales, la Antigüedad, el Medievo, la Alta Edad Media, el Renacimiento, la Edad Moderna, el Siglo de las Luces, la Edad Contemporánea, el Tercer Reich, la República de Weimar, la Guerra Fría.
En las denominaciones de los diferentes imperios, tanto si se usan para designar el periodo de tiempo caracterizado por esa forma de gobierno como el conjunto de territorios que los conforman, se escribe con mayúscula la palabra imperio, pero no el especificativo subsiguiente, salvo que contenga algún nombre que así lo exija: el Imperio romano, el Imperio maya, el Imperio bizantino, el Imperio austrohúngaro, pero el Imperio de Occidente. Se escriben, sin embargo, con mayúscula los adjetivos antepuestos: el Celeste Imperio (denominación de la China imperial), el Bajo Imperio (subdivisión del periodo imperial romano). En la expresión Sacro Imperio Romano Germánico se escriben con mayúscula tanto el adjetivo antepuesto como los pospuestos, ya que se trata del nombre propio de la entidad política formada por diversos Estados de Europa central, que pervivió desde la Edad Media hasta los inicios de la Edad Contemporánea.
Para la mayúscula en antiguo y nuevo régimen, v. § 4.2.4.7.3.
4.2.4.10.5 Acontecimientos históricos
Los sustantivos y adjetivos que forman parte de la denominación de acontecimientos históricos relevantes, que suelen dar nombre a determinados periodos históricos, se escriben con mayúscula inicial cuando se trata de antonomasias o de denominaciones que no aluden de forma directa o transparente a los hechos designados: la Reconquista, el Cisma de Occidente, la Contrarreforma, la Semana Trágica, la Gran Depresión, la Primavera de Praga. También se escriben con mayúscula los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de las revoluciones, salvo los adjetivos especificativos que expresan nacionalidad, que se escribirán con minúscula inicial: la Revolución Industrial, la Revolución de los Claveles, la Revolución de Octubre, la Revolución Cultural china, la Revolución francesa, la Revolución mexicana.
Cuando la expresión con la que nos referimos a un determinado acontecimiento histórico designa de forma directa y transparente la naturaleza del referente nombrado, no se requiere la mayúscula, salvo en los elementos presentes en la denominación que así lo exijan, como los nombres propios: la caída del Imperio romano, el descubrimiento de América, la conjuración de Venecia, el motín de Esquilache, la revuelta de los comuneros, la liberación de París, la toma de la Bastilla, el desembarco de Normandía, el sitio de Leningrado, la conferencia de Yalta.
En el caso de las guerras, solo es necesaria la mayúscula en los componentes de la parte específica de la expresión denominativa, no así en el sustantivo genérico guerra, que debe escribirse con minúscula inicial: la guerra de los Cien Años, la guerra de Secesión, la guerra de la Independencia, la guerra del Opio, la guerra del Golfo, la guerra de los Seis Días. Si la expresión es meramente apelativa, y no una etiqueta denominativa singularizadora equivalente a un nombre propio, no hay razón para la mayúscula en ninguno de sus elementos: la guerra europea, la guerra franco-prusiana, la guerra civil española, las guerras carlistas, las guerras púnicas. En el caso de los dos conflictos mundiales, el uso ha fijado como nombre propio singularizador las expresiones Primera Guerra Mundial y Segunda Guerra Mundial, con inicial mayúscula en todos sus componentes; el ordinal presente en estos nombres puede escribirse con números romanos (v. cap. VIII, § 2.1): I Guerra Mundial, II Guerra Mundial. Son antonomásticas expresiones como la Gran Guerra (por la primera de las guerras mundiales) o la Guerra Civil (en referencia a la sufrida por algún país en concreto, por ejemplo, la española de 1936-39 o la costarricense de 1948), razón que justifica su escritura con mayúscula inicial en ambos componentes.
Del mismo modo que en las guerras, en el caso de las batallas solo debe aplicarse la mayúscula a la parte específica de la denominación: la batalla de las Termopilas, la batalla de San Quintín, la batalla de Ayacucho.
4.2.4.10.6 Episodios religiosos
Las denominaciones que corresponden a episodios o acontecimientos relevantes en la historia narrativa de las distintas religiones deben escribirse con minúscula: la huida a Egipto, la matanza de los inocentes, la oración en el huerto, la asunción de la Virgen, el descenso del Corán. Cuando el sustantivo que designa alguno de estos episodios pasa a dar nombre a una festividad, se escribe con mayúscula inicial: la Ascensión, la Asunción.
4.2.4.11 Objetos o productos materiales de la actividad humana 4.2.4.11.1 Nombres de objetos singularizados
Se escriben con mayúscula inicial los nombres propios de objetos singularizados: la bomba Little Boy, el Big Ben, la espada Tizona, la nave espacial Soyuz, el satélite Sputnik, el superordenador Finis Terrae, el Titanic.
No es necesario marcar de manera especial estos nombres por el hecho de que no se refieran a seres animados, de modo que no hay por qué escribirlos en cursiva o entre comillas.
Las denominaciones de objetos de carácter artístico, arqueológico o histórico formadas por un sustantivo genérico y un especificador, sea este un adjetivo o un complemento preposicional, se escriben con minúscula, a excepción de los nombres propios que las integren: la fíbula prenestina, la corona de Recesvinto, el cilindro de Ciro, la estela moabita, la piedra de Roseta.
4.2.4.11.2 Obras de arte citadas por su autor
Cuando el nombre de un autor, sea completo, sea solo el apellido, se utiliza para designar cada una de sus obras, debe mantenerse la mayúscula del antropónimo, subrayando con ello la vinculación directa del autor con sus obras ( un Gauguin, un Vermeer, un Antonio López, etc.): «Yo colecciono Picassos» (Díaz Neruda [Chile 1991]); «El pirómano Mateu apagaba de vez en cuando el mechero durante unos segundos, pero no lo apartaba del lienzo, y al cabo de esos segundos volvía a encenderlo y a calentar el Rembrandt» (Marías Corazón [Esp. 1992]); «Se iba a estrenar pronto Fahrenheit 451, el último Truffaut» (MFoix Quincena [Esp. 1988]).
4.2.4.11.3 Objetos cuyo nombre procede de su inventor o descubridor
Cuando el nombre con el que se designan objetos, aparatos, sistemas, procedimientos o productos procede del nombre propio de su inventor, descubridor o fabricante, o de la persona que los popularizó o en cuyo honor se hicieron, el nombre propio se convierte en común y debe escribirse con minúscula inicial, además de
adaptarse, si es necesario, a las reglas ortográficas de nuestro idioma: braille, boicot, cárter, diésel, máuser, macadam, quevedos. Estos nombres se escriben también con minúscula cuando se emplean en aposición al sustantivo genérico: un motor diésel, un fusil máuser. Solo si el nombre propio del inventor o descubridor no designa directamente el objeto, sino que aparece como núcleo de un complemento especificativo que determina al sustantivo genérico, debe mantenerse la mayúscula que corresponde al antropónimo; así, se escribiría un bunsen, pero un mechero de Bunsen (tipo de quemador empleado en los laboratorios científicos, inventado por el químico alemán Robert W. Bunsen).
4.2.4.11.4 Marcas comerciales o registradas
Las marcas y nombres comerciales son nombres propios y deben escribirse con mayúscula inicial: ¿Has visto el último anuncio de Coca- Cola?;El Norit es un detergente para prendas delicadas; Acaba de salir a la venta el nuevo híbrido de Toyota.
Cuando se utilizan para designar objetos o productos de la marca en cuestión, debe mantenerse la mayúscula asociada al nombre propio: «El tipo que me vendió un Porsche usado» (Fuentes Naranjo [Méx. 1993]); «El teléfono móvil que llevaba cuando fue detenido, un Nokia 3210, […] no era suyo» ( País [Esp.] 22.12.2004);
«Sacó el Cohiba que escondía en el escritorio y, luego de despuntarlo, lo encendió»
(Martínez Vuelo [Arg. 2002]); también cuando la denominación de la marca es pluriverbal y se corresponde con el nombre del diseñador del producto: ¿Cuánto te ha costado ese Louis Vuitton?; Sabe que me encantan los zapatos, así que me ha regalado unos Manolo Blahnik espectaculares.
En cambio, cuando una marca o un nombre comercial pasan a referirse no exclusivamente a un objeto o producto de esa marca, sino a una clase de objetos o productos con sus mismas características esenciales, el nombre propio se convierte a todos los efectos en un nombre común, sin vinculación ya con la marca original. En ese caso, el nombre debe escribirse siempre con minúscula inicial y adaptarse, cuando sea necesario, a las pautas ortográficas del español: El bizcocho queda mejor si pones dos cucharaditas de maicena [= harina refinada de maíz, de cualquier marca; de Maizena, marca registrada]; Cuando me maquillo, nunca me pongo rímel [=
cosmético para ennegrecer las pestañas, de cualquier marca; de Rimmel, marca registrada]; ¿Tienes un clínex? [= pañuelo de papel, de cualquier marca; de Kleenex, marca registrada].
Las denominaciones de programas y sistemas informáticos, así como los de redes sociales, portales y buscadores de Internet, son asimismo nombres comerciales o registrados, por lo que deben escribirse con mayúscula inicial: Acabo de instalar el Windows Vista; Descargue su actualización de Mozilla Firefox; Hace tiempo que tiene un perfil en Facebook; ¿Lo has buscado en Google?
Sobre la presencia de mayúsculas intercaladas en los nombres comerciales, véase el apartado 5.2 de este mismo capítulo.
4.2.4.11.5 Variedades de frutos y otros productos
Las palabras con las que se designan las distintas especies, variedades o clases de frutos y otros productos, como quesos, vinos, telas, etc., deben escribirse con minúscula inicial por su condición de nombres comunes: aceituna picual, garnacha, uva moscatel, manzana reineta, pera limonera, queso feta, parmesano, albariño, moscatel, tempranillo, alpaca, nobuk.
Cuando el nombre del lugar de origen del producto aparece como núcleo del complemento especificativo que determina al sustantivo genérico, el topónimo conserva la mayúscula que le es característica como nombre propio de lugar: queso de Cabrales, torta del Casar, naranjas de Rabinal, vinagre de Módena, vino de Rioja, vino de Oporto, tela de Vichy.
Pero, cuando el nombre propio del lugar en el que se produce, del que es originario o con el que está de algún modo relacionado el objeto o producto en cuestión pasa a designarlo por sí solo, el nombre propio deviene en común y debe escribirse con minúscula inicial: tequila (‘aguardiente mexicano’; de Tequila, ciudad de México), bermudas (‘tipo de pantalón’; de Bermudas, archipiélago en el océano Atlántico), bikini (‘prenda femenina de baño en dos piezas’; de Bikini, atolón de las islas Marshall), gouda (‘queso holandés’; de Gouda, ciudad de los Países Bajos), oporto (‘tipo de vino’; de Oporto, ciudad de Portugal). En estos casos, si el nombre propio es foráneo, conviene adaptar al español la grafía del nombre común cuando sea necesario: gruyer (‘tipo de queso’; de Gruyère, región suiza), coñac (‘tipo de aguardiente’; de Cognac, ciudad francesa), vichi (‘tipo de tela’; de Vichy, ciudad francesa).
4.2.4.11.6 Comidas y bebidas
Los nombres que designan platos elaborados, combinados, cócteles, etc., se
escriben con minúscula inicial: dulce de leche, paella marinera, sancocho de bocachico, suspiros de limeña, margarita, mojito, blanco y negro, carajillo. Pero, si la denominación incluye algún nombre propio, este mantiene su mayúscula característica: peras bella Elena, soldado de Pavía, tarta de Santiago. Únicamente cuando el nombre propio pasa a designar por sí solo el plato o la bebida, se escribe con minúscula inicial: macedonia, magdalena, pionono, sanjacobo, daiquirí o daiquiri, cubalibre, manhattan, bloody mary (los dos últimos deben escribirse, además, en letra cursiva por su condición de extranjerismos crudos; v. cap. VI, §
2.1.1).
4.2.4.11.7 Monedas
Los nombres de las monedas se escriben siempre con minúscula, incluso cuando tienen su origen en un nombre propio: Si visitas Panamá, es conveniente que lleves balboas; El quetzal sustituyó al peso guatemalteco en 1925; Las pesetas han sido sustituidas por los euros; ¿Cuántos soles has ahorrado?
Los símbolos de las monedas establecidos con carácter internacional por la norma ISO 4217 son códigos formados por tres letras mayúsculas (v. cap. V, § 4); las dos primeras indican el país o, en algún caso, la zona en que se emplea, y la tercera es normalmente la inicial del nombre de la moneda: DOP (peso dominicano), CLP (peso chileno), PAB (balboa panameño), EUR (euro europeo), USD (dólar estadounidense).
4.2.4.12 Varios
4.2.4.12.1 Deportes
Los sustantivos que designan las diferentes actividades deportivas son nombres comunes, por lo que no existe motivo alguno para escribirlos con mayúscula inicial: ciclismo, tenis, pelota vasca, gimnasia rítmica, natación. Se escribirán con mayúscula únicamente cuando formen parte de una expresión denominativa que así lo exija: Campeonato Mundial de Fútbol, Federación Internacional de Tenis.
4.2.4.12.2 Impuestos y tasas
Las denominaciones de impuestos y tasas se escriben siempre con minúscula: impuesto sobre el valor añadido, impuesto sobre la renta, impuesto sobre la renta de las personas físicas, aunque las siglas que generan deban escribirse con letras mayúsculas: IVA, ISR, IRPF (v. § 4.3).
4.2.4.12.3 Notas musicales
Los nombres de las notas musicales, aunque designan elementos pertenecientes a una serie cerrada, son nombres comunes que deben escribirse con minúscula inicial: Una melodía en fa mayor.
En el sistema de notación musical anglosajón se emplean letras mayúsculas para referirse a cada nota: C (do), D (re), E (mi), F (fa), G (sol), A (la), B (si). Este mismo sistema, con alguna variante, se emplea también en alemán.
4.2.4.12.4 Lenguas
Las palabras con que se designan las distintas lenguas son nombres comunes, razón por la que deben escribirse siempre con minúscula inicial: El español es la lengua más estudiada del mundo después del inglés.
4.2.4.12.5 Colores
Las palabras con las que se designan los colores y sus distintos matices son nombres comunes que deben escribirse con minúscula, tanto en usos sustantivos como adjetivos: El naranja no me sienta bien; Se puso la chaqueta gris perla; Tiene los ojos azul cobalto.
Cuando la denominación del color se forma con un complemento especificativo que contiene un nombre propio, normalmente un topónimo o un antropónimo, este mantiene la mayúscula que le es característica: amarillo (de) Nápoles, azul de Prusia, blanco de China, pardo Van Dyck, tierra de Siena. Pero, si el nombre propio pasa a designar por sí solo el color, se convierte a todos los efectos en un nombre común y debe escribirse con minúscula: un siena suave.
4.3 PARA FORMAR SIGLAS
Como ocurre en otras lenguas, las mayúsculas se emplean también en nuestro sistema ortográfico para formar siglas (v. cap. V, § 3.3), abreviaciones constituidas por las letras iniciales de los elementos que integran ciertas expresiones complejas, por lo general nombres de entidades o denominaciones fijas propias de la terminología de distintos ámbitos (científico, administrativo, etc.): ONU (sigla de Organización de las Naciones Unidas), FMI (sigla de Fondo Monetario Internacional), ADN (sigla de ácido desoxirribonucleico), CD (sigla del inglés compact disc), IVA (sigla de impuesto sobre el valor añadido).
Su escritura característica enteramente en mayúsculas, con independencia de cómo se escriba la expresión compleja a la que reemplazan, permite distinguir con claridad las siglas del léxico común, como se pone de manifiesto en las siguientes oposiciones: AVE (sigla de alta velocidad española) frente a ave (‘animal con pico y plumas’); USO (sigla de Unión Sindical Obrera) frente a uso (‘acción de usar’ y ‘hábito o costumbre’).
Las siglas que no son pronunciables como palabras y tienen que leerse, en todo o en parte, deletreando sus componentes deben mantener siempre su escritura en mayúscula: FBI [éfe-bé-í], DDT [dé-dé-té], PSOE [pé-sóe]. En cambio, aquellas que se leen como se escriben ( OTAN, UNESCO, UCI, IVA, etc.), denominadas más específicamente acrónimos, pasan a convertirse, en muchos casos, en palabras plenas y se lexicalizan, bien como nombres propios, caso en el que mantienen la mayúscula en la inicial ( Mercosur, Unesco, Unicef), bien como nombres comunes, caso en el que pasan a escribirse enteramente en minúsculas ( uci, mir, ovni, radar, láser). Prueba de su conversión en palabras plenas es que, en muchos de estos casos, los hablantes no son ya capaces de recuperar la expresión compleja originaria.
Como evidencia alguno de los ejemplos anteriores, a menudo no solo se utiliza la primera letra, sino el segmento inicial de uno o varios componentes de la expresión compleja para propiciar que la sigla pueda leerse como si fuera una palabra, pasando así a convertirse en un acrónimo: AENOR (de A sociación E spañola de N ormalización
[y Certificación]), FOGASA ( Fo ndo de Ga rantía Sa larial), Mercosur (de Mer cado Co mún del Sur). Esa es también la razón de que algunos acrónimos incorporen elementos de la expresión compleja que normalmente no se tienen en cuenta en la formación de siglas, como las preposiciones o las conjunciones: BOCYL ( B oletín O ficial de C astilla y L eón), CONACYT ( C onsejo Na cional de C iencia y T ecnología).
Aunque las siglas y los acrónimos no lexicalizados se escriban enteramente en mayúsculas, las expresiones desarrolladas llevarán las mayúsculas y minúsculas que les correspondan por su naturaleza. Así, las expresiones que subyacen a las siglas
INTA o BCE se escriben con mayúscula inicial en todos sus componentes significativos por tratarse del nombre de instituciones: Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, Banco Central Europeo; en cambio, se escriben con minúsculas las expresiones que no se inscriben dentro de ninguno de los casos en que las normas prescriben el uso de mayúsculas: su CI, pero su coeficiente (o cociente) intelectual; el DNI, pero el documento nacional de identidad; las TIC, pero las tecnologías de la información y la comunicación.
4.3.1 USO COMBINADO DE MAYÚSCULAS Y MINÚSCULAS EN SIGLAS Y ACRÓNIMOS
A pesar de que la norma tradicional prescribe su escritura enteramente en mayúsculas, el uso combinado de mayúsculas y minúsculas en la formación de siglas y acrónimos es cada vez más frecuente. Esta mezcla contaba ya con cierta tradición en las siglas bibliográficas de publicaciones periódicas: AnMal (de Analecta Malacitana), ACerv (de Anales Cervantinos), RLit (de Revista de Literatura); e incluso venía siendo un procedimiento normal para añadir especificaciones a siglas ya constituidas: ARNm (de ácido ribonucleico mensajero), PCEr (de Partido Comunista de España reconstituido).
Hoy se ha ampliado mucho el campo de estos usos excepcionales. Así, si hasta ahora se escribían siempre en mayúscula todos los componentes de las siglas y de los acrónimos no lexicalizados, con independencia de que se tratase o no de letras iniciales o de partículas gramaticales —AENOR (de A gencia E spañola de Nor malización), CONACYT (de Co nsejo Na cional de C iencia y T ecnología)—, hoy va siendo cada vez más habitual escribir con mayúscula únicamente la inicial de los componentes significativos de la expresión desarrollada y mantener en minúscula las letras no iniciales o los conectores gramaticales (preposiciones o conjunciones): DGTel (de D irección G eneral de Tel ecomunicación), JpD (de J ueces p ara la D emocracia), UNMdP ( U niversidad N acional de M ar d el P lata), UdelaR ( U niversidad de la R epública).
Esta combinación no ortodoxa de mayúsculas y minúsculas, que facilita la identificación de cada uno de los elementos de la sigla con el que le corresponde en la expresión compleja, comienza a ser frecuente en logotipos y resulta admisible en la escritura de siglas y acrónimos, no así en el léxico general, donde no se permite la presencia de mayúsculas intercaladas y donde la mayúscula no puede mezclarse con la minúscula salvo en posición inicial de palabra. Por ello, aunque en el logotipo de
algunas instituciones, por razones estéticas o de diseño, se ve con frecuencia esta mezcla —SIGraDi (en el logo de la S ociedad I beroamericana de Grá fica Di gital), AEMet (en el logo de la A gencia E statal de Met eorología)—, la grafía de la sigla o el acrónimo se acomoda aún en la mayoría de los casos a la norma tradicional cuando se utiliza en el interior de los textos, incluidos los de la propia institución: SIGRADI, AEMET.
Lo mismo ocurre en los casos en que el acrónimo aparece en el logotipo escrito por completo con minúsculas ( renfe, fundéu), al considerarse hoy estas letras visualmente más dinámicas y modernas, por su redondez y por la presencia de trazos ascendentes y descendentes, en comparación con la uniformidad y rigidez de las mayúsculas. Aunque así se escriban en el logotipo, en el interior de los textos presentan la mayúscula inicial preceptiva en todo nombre propio: Renfe ( Re d N acional de F errocarriles E spañoles), Fundéu ( Fund ación del E spañol U rgente).
4.4 PARA FAVORECER LA LEGIBILIDAD
Como ya se ha indicado (v. § 3.2), lo normal a la hora de escribir un texto, sea de la naturaleza que sea, es emplear como letra base la minúscula, aplicando la mayúscula en los casos prescritos por las reglas. No obstante, y al contrario de lo que sucede en textos largos, donde normalmente hacen más fatigosa y lenta la lectura, las mayúsculas favorecen la legibilidad y visibilidad en textos cortos. Eso las convierte en el tipo de letra idóneo en ciertos contextos comunicativos, como inscripciones, carteles, letreros, paneles informativos, títulos, etc. Así, por razones prácticas, y a menudo también estéticas, pueden escribirse enteramente en mayúsculas palabras, frases e incluso textos completos. Esta mayúscula es habitual, aunque no preceptiva, en los casos que se exponen a continuación, si bien hay que señalar que en muchos de ellos el diseño gráfico ofrece hoy soluciones y usos cada vez más variados.
Suelen escribirse enteramente en mayúsculas:
a) Las palabras o frases que aparecen en las cubiertas y portadas de los libros y documentos, tanto impresos como electrónicos, así como los títulos que encabezan cada una de sus divisiones internas (partes, capítulos, escenas, etc.).
b) Las cabeceras de diarios y revistas: CLARÍN, EL PAÍS, EL UNIVERSAL. Existen, no obstante, cabeceras que presentan la mayúscula únicamente en la inicial de las palabras significativas, algo cada vez más frecuente: La Voz de Galicia, La Nueva
c) Las inscripciones de lápidas, monumentos o placas conmemorativas.
d) Los lemas y leyendas que aparecen en banderas, estandartes, escudos y monedas: UNIDAD PAZ JUSTICIA (en el escudo de Guinea Ecuatorial); LIBRE CREZCA FECUNDO (al pie del árbol que figura en el reverso de la moneda guatemalteca de cinco centavos).
e) Los textos de los carteles de aviso o de las pancartas: NO UTILIZAR EN CASO DE
INCENDIO; PROHIBIDO ESTACIONAR; NO A LA GUERRA.
f) En textos de carácter informativo, las frases que expresan el contenido fundamental del escrito: Por motivos de higiene, SE PROHÍBE DEPOSITAR BASURAS EN LA VÍA PÚBLICA.
Información adicional. Cuando, al reproducir un enunciado o fragmento dentro de un escrito, se desea conservar el formato en mayúscula que presenta en su ubicación original, pueden sustituirse las mayúsculas por versalitas, a fin de evitar que el fragmento reproducido destaque en exceso del resto del texto: En el frente se podía leer DEI GRATIA HISPANIARVM.
g) Términos como aviso, nota, advertencia,posdata, etc., cuando introducen de forma autónoma los textos correspondientes: AVISO: El pago de recibos solo podrá efectuarse los martes y los jueves.
h) En textos jurídicos y administrativos —decretos, sentencias, bandos, edictos, certificados o instancias—, los verbos que expresan la finalidad del escrito o que introducen cada una de sus partes fundamentales, a fin de favorecer su rápida lectura: CERTIFICA, EXPONE, SOLICITA, CONSIDERANDO.
i) Los términos con los que se alude de forma breve y repetida a las diversas partes que se citan como intervinientes en documentos de carácter jurídico o administrativo —contratos, demandas, sentencias, etc.—: La Universidad Autónoma de Madrid, en adelante, la UNIVERSIDAD…; D. José Pérez García, en adelante, el DEMANDANTE…
j)Los textos de los bocadillos en los cómics y viñetas gráficas.
4.5 LA LLAMADA MAYÚSCULA DIACRÍTICA
Desde un punto de vista estricto, no puede afirmarse que la mayúscula cumpla en español la función de distinguir, en palabras con varios significados, unos sentidos de otros, función a la que suele aludirse con la expresión de mayúscula diacrítica. De hecho, los casos asentados de este tipo de mayúscula corresponden siempre a sustantivos comunes que en una de sus acepciones designan una entidad o colectividad de carácter institucional, como sucede con Estado, Gobierno, Iglesia, Parlamento, etc., por lo que responden, en realidad, a la aplicación regular de la norma que prescribe la mayúscula en los nombres de entidades o colectividades institucionales (v. § 4.2.4.7.2).
Esta mayúscula distintiva no es extensible, por tanto, a otros sustantivos polisémicos entre cuyas acepciones no figura ninguna de carácter institucional. Así pues, la mayúscula que ocasionalmente aparece en ciertos usos de sustantivos como humanidad, naturaleza o historia no puede considerarse justificada desde el punto de vista lingüístico y debe inscribirse dentro de la denominada mayúscula de relevancia (v. § 4.6).
4.6 LA MAYÚSCULA DE RELEVANCIA
Se agrupan bajo esta denominación todos aquellos usos más o menos tradicionales de la mayúscula inicial no justificados por ninguna de las funciones lingüísticas asignadas a la mayúscula en nuestro sistema ortográfico —delimitar enunciados, marcar los nombres propios o las expresiones denominativas (en oposición a los nombres comunes o a las expresiones genéricas) y formar siglas—, y que responden únicamente al deseo de poner de manifiesto la especial relevancia que quien escribe otorga al referente designado por la palabra así escrita.
La mayúscula está revestida de un cierto valor sacralizador y dignificador, probablemente derivado del uso monumental, solemne y suntuario de sus orígenes.
Su prestigio gráfico se evidencia en el significado de la locución con mayúscula(s), que, pospuesta a un adjetivo o a un sustantivo, denota su más alto grado o su más elevada manifestación: tonto con mayúscula(s), amor con mayúscula(s).
La mayúscula de relevancia presenta dos facetas: una social, en la que la mayúscula pone de manifiesto la consideración o el respeto que socialmente se otorga
al referente de ciertos términos, como los tratamientos o los títulos y cargos de especial dignidad o situados en los niveles más altos de la escala jerárquica ( majestad, rey, papa, duque, presidente, ministro, etc.), y una subjetiva, en la que el que escribe aplica la mayúscula a aquellos términos cuyos referentes considera sagrados o dignos de especial veneración por razones religiosas o ideológicas. Por ello es frecuente que, en textos de carácter religioso, político, militar, etc., se vean escritos con mayúscula inicial muchos términos que designan conceptos relevantes en esos ámbitos ( sacramento, misa, eucaristía, nación, patria, bandera, etc.).
Dentro de la mayúscula de relevancia se inscribe también un tipo de mayúscula que podríamos denominar enfática, ya que no trasluce respeto ni está motivada por razones religiosas o ideológicas, sino que responde al deseo de destacar, en el texto escrito, determinados conceptos que quien escribe desea subrayar por diferentes motivos. Este sería el caso, por ejemplo, de las numerosas mayúsculas que en ocasiones abundan en textos especializados en la inicial de términos que designan conceptos claves o centrales de la materia de que se trata (por ejemplo, los nombres de animales en textos de zoología, las partes de un determinado dispositivo en un texto que describe su funcionamiento, etc.), o la que se aplica a ciertos sustantivos, como naturaleza, historia, humanidad, fe, etc., cuando se usan con el sentido que se considera primigenio o más elevado o sublime, mayúscula muy frecuente en épocas pasadas, pero que hoy resulta afectada y tiende a desaparecer.
Ninguna de las mayúsculas de relevancia comentadas está justificada desde el punto de vista lingüístico, ya que recaen sobre nombres apelativos o comunes, con independencia de la valoración social o personal asociada a sus referentes. Esta mayúscula presenta además, en muchos casos, el inconveniente añadido de su carácter extremadamente subjetivo y de la consiguiente falta de consenso en el inventario de palabras que serían susceptibles de llevarla, lo que hace imposible su regularización ortográfica. Por lo tanto, se recomienda evitarla o, al menos, restringir al máximo su empleo, que en ningún caso debe convertirse en norma.
Para más información sobre la escritura de los tratamientos y de los títulos o cargos, v. § 4.2.4.1.5-6.
4.7 LA MAYÚSCULA EN LOS NÚMEROS ROMANOS
Los signos empleados por los romanos en su sistema de numeración acabaron adoptando la forma de ciertas letras del alfabeto, a las que se asignó un valor
numérico. Puesto que el alfabeto latino solo contaba en un principio con letras capitales (v. § 1), la mayúscula es la forma originaria y característica de los números romanos. Sobre la escritura y el uso de los números romanos en nuestro sistema ortográfico, véase el capítulo VIII, § 2.1.
USO DE MAYÚSCULAS Y MINÚSCULAS EN ÁMBITOS
ESPECIALES
5.1 PUBLICIDAD Y DISEÑO GRÁFICO
Existen ámbitos especiales, como la publicidad o el diseño gráfico, en los que, al igual que ocurre en el lenguaje literario, no solo es relevante la información que se transmite, sino también la forma o apariencia del mensaje. Se busca, con ella, llamar la atención del receptor —para asegurar así la eficacia del acto comunicativo— o, simplemente, producir un efecto estético o artístico. Para conseguirlo, los publicistas y los diseñadores gráficos emplean todos los recursos lingüísticos y gráficos a su alcance (figuras retóricas, juegos de palabras, clases de letra, colores, tamaños, etc.), entre los que cumple un papel no menor el desvío o la transgresión de las normas que regulan el uso común del lenguaje. Así, es frecuente en esos ámbitos la aparición de mayúsculas no justificadas desde el punto de vista ortográfico y, a la inversa, el uso de minúsculas donde las normas ortográficas prescriben la mayúscula. En general, estos usos desviados, siempre que se apliquen con sentido y mesura, son admisibles como recursos expresivos o estilísticos, pero conviene tener presente que su utilización abusiva e indiscriminada puede crear desconcierto e inseguridad en los hablantes en relación con la norma ortográfica. Se recomienda, por ello, sopesar bien antes si el fin buscado compensa los posibles perjuicios causados a la herramienta lingüística.
5.2 MARCAS COMERCIALES
La creación de marcas y nombres comerciales está estrechamente relacionada con el lenguaje publicitario y el diseño gráfico, ya que la función de una marca es, además
de distinguir los productos y servicios de una empresa de los de sus competidores, conseguir que el cliente se identifique con ella y le otorgue su confianza. Por tanto, un primer paso imprescindible es asegurar la fijación del nombre de la marca o el producto en la memoria de los clientes potenciales. Se busca, por ello, que el nombre sea original, evoque valores positivos (entre ellos, muy a menudo, la modernidad) y resulte visualmente llamativo, aun a costa, en ocasiones, de contravenir ciertas normas ortográficas. Así, aunque por su condición de nombres propios, las marcas y los nombres comerciales deberían llevar en mayúscula solo la primera letra, es cada vez más habitual ver en ellos mayúsculas intercaladas. Esto ocurre cuando el nombre se forma con fragmentos iniciales de varios términos o con varias palabras escritas sin la preceptiva separación: CubaSí, IntraCredit, QualitaNet, MásVital; o cuando el nombre propio va precedido de una letra minúscula que funciona a modo de prefijo (como la e- de electrónico o la i- de Internet): eDreams, iBanesto, iPod. En todos estos casos, las mayúsculas internas marcan la frontera entre los distintos componentes del nombre. También es frecuente hoy que, en los logotipos, el nombre propio de la marca aparezca escrito enteramente en minúsculas ( yoigo, xerox, adidas); pero la anomalía ortográfica del logotipo desaparece en el interior de los textos, donde estos nombres propios recuperan su mayúscula preceptiva ( Yoigo, Adidas, Xerox).
5.3 NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA COMUNICACIÓN
El uso de mayúsculas y minúsculas presenta también peculiaridades en el ámbito de las nuevas tecnologías de la comunicación (correos electrónicos, foros, chats y mensajes de móvil), donde la rapidez y la economía suelen ser factores determinantes.
Sus similitudes con la comunicación oral por la brevedad e inmediatez de los intercambios, y el hecho de que se trate de medios en los que prima el registro familiar o coloquial, exento de formalidades, explican la frecuente relajación que en ellos se observa en la aplicación de convenciones ortográficas que son ineludibles en textos escritos en otros ámbitos. Así, muchas personas prescinden de usar las mayúsculas preceptivas en sus comunicaciones electrónicas. Esta ortografía relajada, que puede resultar admisible en medios como los chats y los mensajes de móvil, donde la rapidez prima sobre la pulcritud (pasar de la minúscula a la mayúscula lleva un cierto tiempo y supone algo de esfuerzo), no debe extenderse a todos los intercambios comunicativos realizados por vía electrónica. Así, el uso del correo electrónico no exime al que escribe de aplicar con rigor las normas ortográficas, entre ellas la
correcta distribución de mayúsculas y minúsculas, ya que este medio no está tan condicionado como otros por limitaciones de espacio o de tiempo.
Precisamente la cercanía apuntada con el registro oral ha hecho que la mayúscula haya adquirido en el ámbito de las comunicaciones electrónicas el valor de representar la intensidad o volumen de la voz, rasgo específico de la oralidad. Así, la escritura íntegra en mayúsculas equivale a gritar y, por tanto, en las normas de cortesía establecidas para las comunicaciones en Internet —lo que se ha dado en llamar la netiqueta (adaptación al español del inglés netiquette, acrónimo formado de la fusión de net ‘red’ y la voz de origen francés etiquette ‘etiqueta’)— suele recomendarse evitar su empleo, pues se considera de mala educación, además de que hace más fatigosa y lenta la lectura. Cada vez con más frecuencia se solicita expresamente a los usuarios de estos medios que cuiden al máximo la corrección ortográfica de sus mensajes, no solo por deferencia hacia los demás, sino también para facilitar la lectura y comprensión de los textos.