Catálogo de acuarelas:

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« Introducción

« 1 »

Portada

Los Borbones en pelota
143 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4833

Una mujer, con vestido estilo Imperio, retira un dosel y deja ver a Isabel II, con el cetro real en la mano y la corona a sus pies, recostada sobre su tablado de cámara, decorado con la flor de lis borbónica. Un grupo de hombres desdibujados parece alinearse para observar la escena, u ofrecerse como posibles pretendientes a las atenciones de la reina. Un pintor ante un lienzo y paleta en mano dibuja lo que en la época se conocía como «los misterios de Palacio».

La imagen del desorden sexual de la reina y de la depravación moral de la Corte fue motivo de una abundante literatura satírica que desembocó en la eclosión publicística posterior a la caída de Isabel II. Pueden mencionarse, entre otras: La corte de Isabel II de Borbón con todos su consejeros (Madrid, 1868), breve comedia de Ramón de Torres y Rojas, de escasa calidad literaria, cuyos protagonistas eran Isabel II, Paquita –nombre con el que fue satirizado Francisco de Asís–, Carlos Marfori y sor Patrocinio. Son esos los personajes que se reiteran en estas acuarelas junto con el padre Antonio María Claret y Luis González Bravo. Otra obra muy popular fue El Padre Carlet y Doña Patrocinio. Fotografía improvisada, en un acto y en prosa, de Antonio Campoamor, publicada en Valencia, en 1868. Alcanzó gran notoriedad la obra de mucha mejor factura: La Canalla: novela de costumbres aristocráticas (1870), de Antonio Altadill.

 

«   2 »

Acuarela 61

¡Cuidado con los topos!
317 x 205 mm
Sign. DIB 18/1/4879

La libertad, tocada con gorro frigio y rotas las cadenas que la sujetaban, es socavada por topos con sombreros clericales y también civiles. Un ejemplo de la crítica política contra el clero, pero también contra los políticos que se habían hecho cargo del gobierno tras la Revolución de 1868. Una imagen similar en la acuarela núm. 61.

Esta es la primera acuarela de la segunda carpeta; junto a ella se encuentra una página de Nuevo Mundo, 24 de septiembre de 1908, que reproduce una lámina orlada con el gobierno provisional de 1868.

 

« 3 »

Acuarela 3
El Papa —Ricorta il capelo, / scattima in tuto; / gli danaro de Spagna / per Roma e perdutto.
232 x 282 mm
Sign. DIB 18/1/4880

El largo papado de Pío IX (Giovanni María Mastai-Ferreti, 1792-1878), entre 1846 y 1878, coincidió con la implantación del liberalismo en buena parte de la Europa católica. En 1864 publicó el Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores en el que se condenaban, entre otras opiniones, el liberalismo y la autonomía de la sociedad civil. La encíclica Inter multiplices (1853), señalaba la necesidad de que los católicos creasen sus propios órganos periodísticos. En 1876, en una alocución a los representantes de la prensa católica, afirmó: «Queridos hijos míos, cuando la hipocresía desenmascarada me obligó hace veintiocho o veintinueve años a abandonar Roma y refugiarme en Gaeta, veía salir de la cloaca del infierno una masa de podredumbre y extenderse enseguida por el mundo católico gracias a los periódicos y grabados. Entonces alenté y aconsejé a los espíritus capaces de sostener los derechos de la verdad y de la justicia que tomasen la pluma, que difundiesen la verdad por medio de los periódicos y que contradijesen las mentiras de la revolución».

Las relaciones entre el régimen liberal español y la Iglesia católica fueron difíciles tras las medidas de desamortización eclesiástica. Con el Concordato de1851 se llegó a un acuerdo duradero, con grandes beneficios materiales, culturales y jurídicos para la Iglesia. La acuarela, que muestra al padre Claret besando la mano del papa, hace referencia a la posibilidad de que Roma perdiera las generosas donaciones españolas tras la Revolución de 1868.

Antonio María Claret (1807-1870), arzobispo de Santiago de Cuba, fue nombrado confesor de la reina en junio de 1857 y ejerció una gran influencia en las decisiones de Palacio, mostrando su rechazo al reconocimiento del reino de Italia en 1865. Acompañó a Isabel II al exilio, aunque en1869 viajó a Roma por el Concilio Vaticano. Falleció en Francia, en la abadía de Fontfroide, en 1870. Fue canonizado en 1950.

En Gil Blas, en octubre de1868, en la sección «Cabos sueltos», se parodiaba una carta del nuncio Antonelli que habría recibido la reina en Pau, primera residencia de su destierro. En ella se afirmaba: «¡Ah poverina! Voi siete disgrasiatta; ma io sono ancora piu disgrasiatto per la falta de pesetti e de duri. ¡Ah, misera donna e anchio misero! / ¡Oh que bella é la moneta española! Il vostro semblante esculpito nella, mi fa delirar...».

En las acuarelas núms. 40 47 72 86 , se hacen comentarios mordaces sobre la controvertida concesión a Isabel II, por parte de Pío IX, de la Rosa de Oro.

 

« 4 »

Acuarela 4
¿No es lástima que una niña como esta, que se encuentra bien en su casa, vaya a / buscar los deshechos de las agenas?
240 x 292 mm
Sign. DIB 18/1/4881

Sátira de la búsqueda de un rey para España, tras declararse las Cortes Constituyentes a favor de la forma de gobierno monárquica. Esa búsqueda del monarca apropiado fue un motivo de discusión recurrente en la prensa entre 1868 y 1870.

Los escudos de Inglaterra, Portugal, Italia y Alemania hacen referencia a las diferentes opciones en liza. La composición recuerda un dibujo de Ortego, aparecido en Gil Blas en noviembre de1869, en que la figura de España, también acompañada del león, observa unos retratos y afirma: «¿Y estos son los que me proponen para que yo escoja? Me quedo sin ninguno; más vale estar sola que mal acompañada». En el primer número de La Flaca, publicado en marzo de1869, podía verse a los generales Prim, Topete y Serrano, subastando el cetro y la corona de España. «¡8 pesetas! ¡8 pesetas! –se leía al pie–, a la una, a las dos... ¡8 pesetas! cetro y corona ¡8 pesetas!» Uno de los personajes que puja por la Corona es Isabel II quien, acompañada del padre Claret, ofrece al príncipe Alfonso.

Véase la acuarela núm. 103 en la que se mencionan como candidatos a Fernando de Sajonia-Coburgo, rey regente de Portugal, «Alfredo», Baldomero Espartero, «Ángel 1o», Antonio María Felipe Luis de Orléans, duque de Montpensier, Carlos María de los Dolores de Borbón y Austria-Este, y a Amadeo de Saboya, duque de Aosta. Este último finalmente reinaría como Amadeo I. Sobre las referencias satíricas a «Alfredo» y «Ángel 1o», véase el comentario a la citada acuarela.

 

« 4b »

Acuarela 4b
Los Polichinelas del clero.
141 x 195 mm
Sign. DIB 18/1/4834

El padre Claret como flautista mueve los hilos de unas marionetas. Los polichinelas son Isabel II y Francisco de Asís, rey consorte, y una pareja que resulta muy aventurado identificar. No parece que puedan ser Amadeo de Saboya y su esposa, Ma Victoria del Pozzo della Cisterna –como ha sugerido Cabra Loredo– porque no tenían relación alguna con Claret y, por tanto, no podían ser títeres suyos como denuncia la sátira. Podría tratarse de la infanta Isabel y del conde de Girgenti, de la Casa Borbón de Nápoles, que habían contraído matrimonio en Madrid el13 de mayo de 1868. Este matrimonio fue muy criticado entre los liberales por la clara tendencia absolutista y clerical de los Borbones napolitanos.

Aparecen por vez primera en el álbum Francisco de Asís, y supuestamente la infanta Isabel y el conde de Girgenti. Isabel de Borbón y Borbón (1851-1931), hija mayor de Isabel II, fue conocida popularmente como La Chata. En su momento, las malas lenguas atribuyeron su paternidad a José María Ruiz de Arana, hijo del conde de Sevilla la Nueva, introductor de embajadores. Por tal razón, en algunos círculos era conocida como «La Araneja». El príncipe Cayetano María de Borbón-Dos Sicilias, conde de Girgenti (1846-1871), era hijo de Fernando II de Borbón y de la archiduquesa María Teresa de Austria, reyes de Nápoles. El matrimonio entre el conde napolitano y la infanta duró apenas tres años. Girgenti se suicidó en noviembre de 1871 en Suiza.

Francisco de Asís de Borbón (1822-1902), era hijo del infante Francisco de Paula, hermano de Fernando VII y de Luisa Carlota, hermana de su cuarta esposa (y madre de Isabel II) María Cristina de Borbón. Era, por lo tanto, primo hermano de la reina por partida doble. El matrimonio –no deseado por Isabel II– se celebró en 1846, cuando ella tenía dieciséis años. El embajador británico H.L. Bulwer escribió sobre el rey consorte que «no tenía las cualidades necesarias para hacer feliz a una mujer». Era común representarlo con cuernos y con el apelativo de Paquita, en alusión a su supuesta homosexualidad.

De carácter ruin y taimado, eran conocidas sus simpatías absolutistas y su cercanía al carlismo.

El padre Claret junto con sor Patrocinio, ilustra el modo en el que desde los tiempos del Bienio y de manera cada vez más intensa, la Corte española se había convertido en un ámbito de fuerte impronta ultracatólica que trataba de contrarrestar otros espacios de poder e influencia política como el Gobierno o las Cortes. Claret defendió constantemente ante la reina los intereses de la Iglesia católica y de la unidad religiosa, manifestando una profunda hostilidad al liberalismo en todas sus formas. El diplomático italiano M. Cavalchini lo percibió bien en 1864 cuando afirmó que en España había dos gobiernos: uno oficial y otro oculto, que residía en Palacio. Una camarilla –decía el diplomático en su informe– por la que se dejaba guiar la reina «creyendo que los consejos de los curas salvarán su alma un poco atormentada por los pecados y por los que el favorito le ha hecho cometer».

Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 14 26 32 49 63 72 76 84

 

« 5 »

A5
Los ejercicios del chal / de la inocente Ysabel, / convierten el redondel / en un hermoso rosal.
142 x191 mm
Sign. DIB 18/1/4835

Isabel II y su supuesto amante, Carlos Marfori, ya en el exilio, en París. La escena, adornada con los colores de la bandera francesa, simula un espectáculo circense en el que Marfori, como un domador, lleva un látigo en la mano. «Víctor Tissot –escribió Pierre de Luz en su Isabel II, reina de España (1934)– ha visto en esta época, en un café-concierto de Alemania, a una cupletista imitar la satisfacción de Isabel del brazo de Marfori». Su figura de galán latino, junto a la entrada en carnes Isabel II, traspasó las fronteras españolas. En la negativa popularidad de Marfori tuvo mucho que ver la campaña de los progresistas exiliados como Prim y Olózaga en una prensa europea ávida de sensaciones «orientales» y bárbaras. En el núm. 3 de La Flaca, de abril de 1869, se comentaba en tono de burla Il Fiasco dei Borboni, o sia La Forza del Destino. Ópera en tres actos y un solo destronamiento, estrenada el 29 de septiembre de1868; en un pasaje dice Marfori a la reina: «Pariggi, ¡oh cara! noi rivedremo. / La vita uniti, transcorreremo».

La presencia de Carlos Marfori (1821-1892), amante de Isabel II en los últimos años del reinado, se reitera en el álbum, con frecuencia en escenas de intimidad sexual. Sus relaciones con Palacio datan de 1857 cuando fue nombrado gentilhombre de cámara. Su particular relación con Isabel II parece que se inició, o se consolidó públicamente, al acompañar a los reyes a La Granja de San Ildefonso en el verano de 1867, en calidad de ministro de Ultramar. Los rumores al respecto se agrandaban en su difusión pública desde los círculos de la Corte hasta los salones y tertulias de Madrid, la prensa, las hojas volantes y el teatro. La presencia de Marfori junto a Isabel II coincidió con el momento de mayor descrédito de la monarquía, lo cual convirtió aquella aireada relación en excelente munición política para las diversas oposiciones.

 

« 6 »

¡Oh viejo que estas jodiendo! / al infierno vas cayendo.
144 x192 mm
Sign. DIB 18/1/4836

Carlos Marfori descubre, sorprendido, una escena en la alcoba real. En ella, Isabel II yace con el padre Claret, en tanto que el rey consorte, Francisco de Asís, sostiene una bacinilla que puede aludir a su hipospadia y mira extasiado la luna. Es la primera acuarela con escenas sexuales de grupo. En la mencionada comedia de Torres y Rojas dice sor Patrocinio refiriéndose a la reina: «que siempre en su habitación / tiene visitas de a cuatro, / que le alumbran el farol cuando se marcha a dormir».

La enorme llave dorada que hay al pie de la cama, y el título de la acuarela, parodian uno de los libros más conocidos de Claret, Llave de oro, en el que se advertía contra los bailes de máscaras: ¡Oh jóven que estás bailando! / al infierno vas saltando. La obra, que hacía un detallado relato de las relaciones sexuales para orientación de los confesores, fue publicada en1857 y reimpresa en1860. «Con la intención más piadosa –dijo Pedro de Répide en Isabel II, reina de España (1932)– escribía grotescas salacidades en un latín macarrónico».

Buena parte de la literatura satírica se propuso desvelar «los misterios de Palacio». Así lo hizo Marcos Zapata en El siglo ilustrado, en octubre de1868, tras elogiar la excelencia arquitectónica del edificio: «Pero ¡ay! que sobre su mérito artístico campea sangriento y aborrecible un símbolo que espanta, una significación que aterra, una historia infame como las razas que han habitado sus peregrinas cámaras, sus marmóreos salones, centro cruel y escandaloso de impúdicas amazonas, baluarte impuro de estúpidos autócratas, nido perpetuo de feroces águilas, inmunda madriguera de funestos tigres y vil morada de soberbios e indómitos chacales»

« 9 »

A9
La huida ... a Pau. / —Arrea, Paco querido, / que aquí nos han conocido!
142 x 185 mm
Sign. DIB 18/1/4888

El tema de la huida a Francia de la reina y su camarilla es motivo de diferentes acuarelas. En esta vemos al padre Claret que tira de una soga sujeta al cuello de un cornudo Francisco de Asís mientras sor Patrocinio, a quien lleva el rey a sus espaldas, le apremia con un látigo. El inicio de la Revolución –así lo había exigido el almirante Topete– sorprendió a la familia real en San Sebastián, en sus vacaciones de verano. Isabel II abandonó España el 30 de septiembre de 1868. Junto a la familia real viajaban el padre Claret, sor Patrocinio, y Carlos Marfori. Fue recibida en Biarritz por Napoleón III. Tras una estancia en Pau, en el castillo de Enrique IV, casa solar de los Borbones, los reyes se trasladaron a París a comienzos de noviembre, alejándose de la frontera como deseaba el emperador francés.

En Pau está firmado el Manifiesto de Isabel II a los españoles, en el que se reafirmaba en sus derechos y que comenzaba así: «En la noble tierra desde la cual os dirijo la palabra y donde quiera que me halle, sufriré sin abatirme mi infortunio, que es el infortunio de España». Su ampulosa retórica, y su contenido, fue objeto de la sátira de periódicos como Gil Blas o El siglo ilustrado.

Aparece aquí por vez primera la controvertida sor Patrocinio, que ejerció una gran influencia sobre el rey y más tarde sobre la más bien primitiva religiosidad de la reina. María Josefa Dolores de Quiroga, llamada sor Patrocinio (1811-1891), tomó el hábito de la orden de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora en1830 y fue conocida como «La Monja de las Llagas», supuestos estigmas que le otorgaron gran popularidad y que le aparecían desde1834-1835, cuando sentía que las medidas liberales afectaban a la Iglesia. De notable filiación antiliberal, fue desterrada de la Corte por orden del gobierno en varias ocasiones. A juicio de lord Howden, sor Patrocinio más que comercio con el cielo tenía un comercio muy directo con Palacio, siendo responsable de lo que el embajador británico calificó de «invasión político-religiosa». Marchó al exilio con la familia real con la que se mantuvo hasta1871. Ese año, y al parecer con la ayuda de Salustiano de Olózaga, abandonó París huyendo del estallido revolucionario de La Comuna.

En 1869, en el soneto En el aniversario de la Revolución de Septiembre, escribió Manuel del Palacio: «Un año cumple que la inmunda tropa / De moderados, frailes y Borbones, / Del poder arrojada a pescozones / Pasó a la emigración con viento en popa».

 

« 9b »

A9b
La unidad militar. / Ahora que ha conseguido el primer puesto, es cuando se acuerda de enseñarles la disciplina.
236 x 330 mm
Sign. DIB 18/1/4882

Juan Prim y Prats (1814-1870) es el militar y político más representado en el álbum. En el Sexenio fue satirizado como «Juan Prim...ero» y «Juan Plumero», como le muestra esta acuarela. Fue, junto con Serrano y Espartero, el general más popular del periodo isabelino, y como han señalado Josep Maria Fradera y Pere Anguera, un precursor en la capacidad de construirse una imagen pública. Prim se ocupó personalmente de documentar y componer el famoso óleo La batalla de Tetuán, de Mariano Fortuny (circa1862-1864); más tarde encargó un retrato a Henri de Regnault –hoy en el museo d’Orsay, en París–, aunque le disgustó el resultado. Destacado protagonista de la Revolución de 1868, ocupó el Ministerio de la Guerra en el gobierno provisional y más tarde, desde junio de1869, sin dejar esta cartera, alcanzó la Presidencia del Consejo de Ministros. Lideró la opción monárquica de los progresistas y la elección del nuevo rey. Víctima de un atentado, falleció el 30 de diciembre de 1870, un día antes de la llegada de Amadeo de Saboya.

La escena podría hacer referencia a la propuesta de Prim sobre la reforma del ejército, discutida en el Congreso en febrero de1870. El general Prim fue, con mucha frecuencia, objeto de la sátira gráfica y literaria de La Flaca. En su primer número, a fines de marzo de 1869, se leía en el crédito editorial: «Barcelona, Marzo del primer año del último entorchado de D.

Juan Prim».

 

« 10 »

A10
La fermentación. / España, no pises tan fuerte, que te vas a quedar sin Cuba!
311 x 208 mm
Sign. DIB 18/1/4883

España, una mujer armada con un fusil y cuya falda lleva los escudos de Castilla y León, prensa uva en una maltrecha cuba que está a punto de quebrarse. El dibujo alude al conflicto colonial de Cuba donde el diez de octubre de1868, un mes después de la Gloriosa, daba comienzo con El Grito de Yara la guerra de los Diez Años, primer episodio de la independencia, que concluyó con la Paz del Zanjón de1878. En España hubo tempranas voces –la del general Juan Prim, y otras de sectores republicanos e internacionalistas– que vaticinaban la quiebra del colonialismo español. En enero de 1869, el general Domingo Dulce, recién nombrado capitán general de Cuba, escribía que la sublevación cubana era la «explosión de un sentimiento natural y legítimo». Entrado1869, Dulce fue sustituido por Antonio Caballero de Rodas, partidario de una actitud más enérgica contra la insurgencia. Clara E. Lida menciona un folleto satírico –la Constitución Culebra de 1869. Crítica en verso por Dos Lagartos (Madrid, Imprenta de La Victoria,1869)– contra la nueva constitución monárquica, en el que podían leerse estas dos cuartetas: «Para Cuba y Puerto-Rico / se inventará una reforma, / que sirva de regla o norma / al gobierno más borrico.» // «Pero ante proyectos vanos / bien podemos exclamar / ¡Ya es tarde para agarrar / lo que se va de las manos!».
 

« 10b »

10b
Sentada está en su poltrona / con chulo, cetro y corona.
144 x193 mm
Sign. DIB 18/1/4837

Junto a una mesa con los restos de un banquete, Marfori, Isabel II y Luis González Bravo protagonizan una cruda escena sexual en la que el pene de este último es convertido en cetro. José Luis Gordillo menciona un poema satírico de Manuel del Palacio, uno de los editores de Gil Blas, en el que hacía referencia a quienes «jodían en Palacio» por el que fue encarcelado en el Saladero o desterrado a Puerto Rico. El poema acababa así: «Mas si queréis ejemplo más profundo / En Palacio hallaréis una señora / Que es capaz de joder con todo el mundo». Juan Álvarez Guerra, director literario de El siglo ilustrado, escribió en octubre de1868: «¿Qué ha sido doña Isabel II? Como mujer, una libertina; como reina, una opresora; como esposa, una adúltera».

Es la primera aparición en el álbum de Luis González Bravo (1811-1871), destacado abogado, periodista y político que desde las filas progresistas derivó hacia el ultramoderantismo. En 1839, en el periódico satírico El Guirigay y con la firma de Ibrahim Clarete, calificó de «ilustre prostituta» a la regente María Cristina. Más tarde, entre diciembre de 1843 y mayo de 1844, ocupó la Presidencia del Consejo de Ministros en un ministerio de transición hacia el llamado «Gobierno largo» de Narváez. En 1865, como titular de Gobernación fue responsable de la sangrienta represión de la Noche de San Daniel.

Entre1866 y1868 desempeñó de nuevo la cartera de Gobernación y en abril de ese último año, tras la muerte de Narváez, alcanzó la Presidencia del Gobierno. Poco después estalló la Revolución que destronó a la reina y le forzó al exilio, donde se afilió al carlismo. González Bravo falleció en Biarritz en 1871.

 

« 10c »

10c
Compares ¡Vaya una enseñansa libre!!
144 x 189 mm Sign. DIB 18/1/4838

Los mismos protagonistas de la acuarela anterior. Desnudos, la reina y el presidente del Gobierno González Bravo aparecen enlazados por Marfori con chaqueta corta con alamares y sombrero calañés, una prenda que se reitera en el álbum y también en la prensa satírica donde, acompañada de una gran espada, hacía referencia a Narváez. La escena se desarrolla en un supuesto Colegio de Industria de cuyas paredes penden cuadros y objetos obscenos. En una de las entregas del «Diccionario de Gil Blas», en marzo de1868, se decía: «Calañés.– Sombrero de catite. ¡Y vaya si es chusco!». Manuel del Palacio y Luis Rivera, en sus Cabezas y calabazas, publicado en 1864, hacían este retrato del favorito: «Con sombrero calañés / le vi en Loja muy tronado, / y aquí elegante después; / siempre parece un criado / disfrazado de marqués».

En la sección «Cabos sueltos» de Gil Blas, en octubre de 1868, podía leerse: «Entre las banderas que he visto ondear por las calles llevadas por el pueblo, confieso que me llenó de jubilo una que decía: ¡Viva la enseñanza libre! ¡Muy bien! Esto demuestra que el pueblo sabe ya lo que le conviene. Libertad de enseñanza y libertad de cultos. No lo olvidemos». La escena satiriza aquella cuestión crucial mediante un obvio juego de palabras y dobles sentidos.

 

« 11 »

A11
Loth y sus hijas.
147 x 186 mm
Sign. DIB 18/1/4839

En alusión al relato testamentario del Génesis en el que Loth fue emborrachado por sus dos hijas para yacer con él, vemos al padre Claret en la cama atendido por dos jóvenes desnudas, en tanto que sor Patrocinio se ocupa de las bebidas que requiere la escena. En una entrada fechada el 21 de marzo de 1865, escribió Claret en su autobiografía: «Se ha convertido y se ha venido a confesar el que hacía caricaturas y fotografías contra mí, y son muchas y muy malas y calumniosas las que se han hecho y se han venido vendiendo y extendido por todas partes»

« 12 »

¡Ya se fue la nube!
144 x 192 mm
Sign. DIB 18/1/4889

El padre Claret montado sobre un cerdo recorre los tejados de Madrid con la llave de oro que suele acompañarle en la sátira. Tras él, una torva nube de jesuitas vuela a lomo de grandes aves. A la derecha se esboza la cúpula de San Francisco el Grande que por ese entonces se quiso convertir en Panteón Nacional.

El periódico Gil Blas, de filiación anticlerical, dedicó algunos comentarios a Claret y a los jesuitas en octubre de 1868: «Basta ya de curas conspiradores y de jesuitas enemigos de la libertad, y de arzobispos cómplices de las fragilidades reales.

/ Es preciso no olvidar una cosa. El clero católico ha sido hasta hoy un enemigo furioso de la libertad. / El clero católico ha influido más o menos directamente en todos los asuntos del Estado. [...] Esta es la verdad lisa y llana. Los libros de oraciones del P. Claret y los sermones absolutistas de los jesuitas, han hecho más daño en España que todos los cañones prusianos y todos los fusiles de aguja». Días después, también en la sección «Cabos sueltos», podía leerse: «Son tantos los frailes y jesuitas que han acudido a Pau, huyendo de España, y tales los escándalos y desórdenes que han dado, que los habitantes se han visto precisados a echarlos. / Dicen que con ellos salió para Burdeos la familia de Isabel, con el indispensable Marfori, que es el gorro de dormir de la dinastía: «¡Allá va la nube! ¿Quién sabe do va?». Esta última cita parodia lo que dice un coro en El diablo mundo (1841), de Espronceda, aunque el verso ya aparece en el romancero. «¡Allá va la nave! ¿quién sabe do va?». Sobre estos versos véase el comentario de la acuarela núm. 67

« 12b »

A12b
inconvenientes de hacer un inventario sin encerrar antes estas buenas alhajas.
240 x 298 mm
Sign. DIB 18/1/4884

La escena alude al asesinato del gobernador civil de Burgos, Isidoro Gutiérrez de Castro (1824-1869) el 25 de enero de 1869. En la mañana de ese día se dirigió a la catedral de Burgos para realizar un inventario que permitiera aplicar el decreto del ministro de Fomento, Manuel Ruiz Zorrilla, que ordenaba la incautación por el Estado de los bienes no eclesiásticos de catedrales, cabildos, monasterios y órdenes militares. Gutiérrez de Castro fue víctima de un atroz linchamiento cuya autoría nunca quedó bien establecida. El tema se reitera, con una composición muy similar y obra de la misma mano –quizá la de Francisco Ortego– en las acuarelas núms. 89 96.

Con el título «Los asesinos negros», Gil Blas publicó el 31 de enero de1869 una carta dirigida al semanario por un suscritor de Burgos que ofrecía una versión del asesinato haciendo responsable al partido neocatólico. De acuerdo con ese relato, el cadáver de Gutiérrez de Castro fue arrastrado por la escalera y mutilado al grito de ¡Viva la Religión!

« 14 »

A4
¡Guerra a muerte!
142 x 191 mm
Sign. DIB 18/1/4840

El padre Claret, con la mitra y al borde de un precipicio sostiene a Isabel II de cuyo pie cuelga Francisco de Asís. Del pie del rey consorte penden los dos personajes, similares a los que aparecen en la acuarela núm. 4b, que bien podrían ser la infanta Isabel y el conde de Girgenti que habían contraído matrimonio el 13 de mayo de 1868.

Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 4b 26 32 49 63 72 76 y 84

 

« 15 »

[Sin título]
142 x 191 mm
Sign. DIB 18/1/4841

En primer plano, Isabel II y Carlos Marfori copulan sobre Francisco de Asís, en tanto la reina ayuda a que el rey sea sodomizado por el padre Claret. En segundo término aparecen la muerte, con sombrero calañés (parodiando a Marfori), Luis González Bravo y Napoleón III. La escena, presidida por un sátiro colocado en una hornacina, provoca los ladridos de un perro. La imagen de los perros se reitera en muchas de las acuarelas referidas a la Corte.
 

« 16 »

A16
En el Congreso. / España —Aquí están todos, los reconozco; a los republicanos en el ruido que meten; a los neos en / las uñas y a los monárquicos en la panza!
250 x 304 mm
Sign. DIB 18/1/4885

España examina a diferentes fuerzas políticas en el Congreso de los Diputados, convertido en un desván lleno de féretros.

Los republicanos, con ruidosos cascabeles y barretinas catalanas; los neocatólicos, clérigos con largas uñas; y los monárquicos, con levita y abultada panza. En una composición satírica titulada «El partido número 780», se leía en Gil Blas, en junio de 1868: «Nada de autorizaciones, / nada de revoluciones; / tal debe ser su programa; / los pobres a los terrones, / y los ricos a la cama. / [...] Limpio saldrá como el sol, / pues quien entre en su crisol / no tiene que ser realista, / ni avanzado, ni unionista, / ni tan siquiera español». Tras la Revolución, en enero de 1869, el periódico ofrecía una burlona descripción del Congreso de los Diputados: «Veinte demócratas, treinta unionistas, tres puritanos, catorce o quince carlistas, cien progresistas, y unos cincuenta republicanos. Tal el Congreso Constituyente diz que será. Ya me figuro próximamente lo que en España sucederá».

Merece reflexión la corrosiva, generalizada y pesimista crítica a todas las opiniones políticas que comparten estas acuarelas y el periódico Gil Blas.

 

« 16b »

A16b

[Sin título]
142 x 192 mm
Sign. DIB 18/1/4842

La Revolución tocada con el gorro frigio irrumpe en la sala del trono y lo derrumba echando por tierra a Carlos Marfori y a Isabel II que, asustada, orina al igual que Francisco de Asís, que lo hace sobre la corona. Huyen las ratas de Palacio en un tren con destino a París acompañando en su salida a Luis González Bravo, que carga con un saco de 400.000 reales y al padre Claret con el culo al aire.

Cabra Loredo, en la edición del álbum publicada en1996, sugiere la autoría de Daniel Perea por el recurso a las figuras desproporcionadas, con un pequeño cuerpo y una enorme cabeza. Una solución gráfica que también encontramos en las acuarelas núms. 53, 58, 78, 94, 105, 106 y 107.

 

« 17 »

A17
Recuerdos del Carnaval. / —Precisamente quería una pastora como tú, gordita. / —Te advierto que necesito un cordero cada noche. / —Ah, tragona! por eso te has quedado sin rebaño.
235 x 301 mm
Sign. DIB 18/1/4886

Los colores de la falda de la reina sugieren que la escena transcurre en París, durante la celebración de las fiestas de Carnaval. Carlos Marfori corteja a Isabel II que sostiene un cordón al que está sujeto Francisco de Asís, disfrazado de macho cabrío y con las manos atadas.

Pedro de Répide, en su biografía de Isabel II, hizo una viva descripción del amante de la reina: «El duque de Valencia tenía un sobrino, mozo fornido, majo y arriscado, a quien arrancó de la tierra bravía de su pueblo andaluz para que fuese su más eficaz valedor en la corte. Llamábase Carlos Marfori. Era alto, recio, bestia magnífica que en una parada de garañones habría alcanzado precio inestimable. Ornaba su rostro con unas patillas jácaras y lucía un bigote de puntas buidas, engomadas con la pomada húngara que habían puesto de moda las artes cosméticas de Napoleón III».

 

« 17b »

A17b
Real taller de construcción de príncipes. Se admiten operarios.
144 x 191 mm
Sign. DIB 18/1/4843

Francisco de Asís, con capa de armiño, y el padre Claret agazapado tras el trono en el que Isabel II está junto a Carlos Marfori, tocado con el sombrero de catite. Tras él, González Bravo, con gorra de dormir, aguarda su turno. Al fondo, una desnuda sor Patrocinio en actitud servicial.

Esta acuarela –cuyo título podría aludir a la ilegitimidad de los hijos de la reina– reúne por vez primera en la serie a los personajes más reiterados en el álbum –la reina, Marfori, sor Patrocinio, Claret, y González Bravo. Los encontraremos de nuevo en las acuarelas núms. 18, 21 y 47. Formaban lo que Antonio Rubio, secretario de María Cristina, calificaba de «la camarilla isabelista». En dos escenas de La Corte de los Milagros, de Valle-Inclán (1927) se escucha una copla: «¡La Isabel y Marfori, / Patrocinio y Claret, / para formar un banco / vaya cuatro pies!».

 

« 18 »

A18
[Sin título]
144 x 190 mm
Sign. DIB 18/1/4884

Escena palaciega presidida por un sátiro en la que aparecen juntos Isabel II, Carlos Marfori y el padre Claret, por una parte y, por otra, sor Patrocinio y Luis González Bravo. La presencia en segundo plano de un personaje con chistera y levita que observa la escena alude, una vez más, al recurso narrativo y escénico de mostrar «los misterios de Palacio»; es decir, la supuesta vida «real» de la corte de Isabel II, donde –según el embajador francés Mercier de Lostende– «andaban revueltos los hábitos con los encajes».

Benjamín Jarnés, en su estudio sobre sor Patrocinio (Sor Patrocinio, la monja de las llagas, 1929), cita un comentario aparecido en la revista L’Illustration, el 25 de enero de1862: «Es desde hace algunos años uno de los personajes políticos más considerables de España, no por sus actos, sino por la influencia que ejerció en la Corte y hasta en la administración. La reina le consulta, el rey le consulta y el general O’Donell no hace nada sin contar con ella...». Los rumores (muy exagerados) sobre la influencia política de sor Patrocinio se incrementaron notablemente en los años finales de reinado.

En una composición titulada «Ate Vd. Cabos», escribía Manuel del Palacio en Gil Blas, en octubre de 1868: «El trono de Isabel, última gloria / de la estirpe fatal de los Borbones, / en solo tres renglones / definirá la historia: / será uno miseria y latrocinio; / otro: Carlos Marfori; / y el tercero dirá: Sor Patrocinio». En esa misma fecha M. de la R. Delgado escribió en El siglo ilustrado: «Para aplacar, otrosí la cólera de Dios, Isabel se ponía la camisa de sor Patrocinio, y esta, por espíritu mundano, la camisa de Isabel. Item, se fundaban conventos. Item, se fusilaban liberales».

 

« 19 »

A19
[Sin título]
141 x 190 mm
Sign. DIB 18/1/4845

Francisco de Asís y una monja abrazados. Podría tratarse de sor Patrocinio de la que llegó a decirse que tenía trato íntimo con el rey. Ildefonso Bermejo en su Estafeta de Palacio (1871) escribió: «Se murmuraba que D. Francisco, por las frecuentes visitas, y a horas desusadas, que hacía a sor Patrocinio, hubo de tener con ella apegamientos fuera de modo, que debilitaban en mucho la santidad de la monja y la del adorador; pero estas cosas son muy hondas, de las cuales no puedo dar testimonio, aunque soy dado a presumir que sor Patrocinio no ha de haber sido digna compañera entre las verdaderas vírgenes del Señor. Esta es presunción mía, que no obligo a nadie a que la respete...». En La Flaca, en julio de1870, se leía: «¿Dónde dirían Vds. que se encontraba el exrey D. Francisco mientras le buscaban para la abdicación de su esposa? [...] Pues se encontraba visitando a sor Patrocinio. ¿Sobre qué versaría la conversación de ambos personajes? Sobre las llagas».

La escena se reitera, con algunas variantes, en la acuarela núm.35, que al igual que esta tampoco lleva título ni comentario.

 

« 19b »

España —Mucho ojo! porque he notado / en la última votación, / que para un buen diputado / hay cinco o seis de cartón.
247 x 313 mm
Sign. DIB 18/1/4887

España, una mujer vestida con traje goyesco, vara de mando con león de bronce, y anteojos para afinar la visión, pasa revista ante el Congreso de los Diputados, cuyos hilos mueve la mano del duque de la Torre, el general Serrano. Francisco Serrano (1810-1885), de vagas simpatías progresistas, fue el primer favorito de una joven reina de diecisiete años: «el general bonito» como la reina le llamaba en el año de su relación,1847. Fue embajador en París (1856-1857) y capitán general de Cuba (1859-1862). En1866 le fue concedido el Toisón de Oro en recompensa por haber logrado reducir, junto a O’Donnell, a los insurrectos del cuartel de artillería de San Gil, en Madrid, donde debía comenzar un movimiento cívico y militar que pretendía poner fin al reinado de Isabel II. Algo después, Serrano incorporó la Unión Liberal al movimiento revolucionario de 1868 y tras su triunfo pasó a presidir el Gobierno provisional.

En una semblanza aparecida en La Flaca, el 3 de abril de 1870, se decía de él: «Regente que no regenta, / Se estableció a buena cuenta / En el palacio de Oriente; / Y come tranquilamente / Sus dos millones de renta».

 

« 21 »

A21
[Sin título]
142 x 190 mm
Sign. DIB 18/1/4846

Bacanal en Palacio. Carlos Marfori con una copa de vino observa a Isabel II sentada con una pierna sobre un brazo del sillón y un escanciador ya vacío. Tras la reina, Francisco de Asís y el padre Claret que lleva indumentaria arzobispal y una copa de vino en la mano. Junto a ellos, sor Patrocinio es requerida por Luis González Bravo. Los perros, frecuentes en las acuarelas, parecen celebrar la fiesta de sus amos.

« 22 »

A22
El Carnaval en París. Gran quadrille. / —A tanta tribulación / Como nos dieron y dan, / La mejor contestación / Será baylar un cancán.
143 x 191 mm
Sign. DIB 18/1/4890

En París, la reina Isabel II baila el cancán con Luis González Bravo, sor Patrocinio y el padre Claret. En segundo término, un empequeñecido Francisco de Asís, con cetro y corona. Una versión de esta escena, mucho más dibujada, circuló como fotografía. La reproduce Ricardo González, como obra anónima y con el título de «Carnaval de 1869». El comentario al pie de foto presenta alguna variación. «Carnaval de1869. París. Gran Bayle de la Ópera. / A tanta tribulación como nos dieron y dan. / La mejor contestación será baylar un can-cán. / Gran cadrille de Ysabel Segunda Rigolboche». La reina es comparada a la contorsionista Marguerite Rigolboche cuya desenfadada manera de bailar el cancán le dio notable fama en el París del Segundo Imperio.

« 23 »

A23
[Sin título]
142 x 189 mm
Sign. DIB 18/1/4847

El telón enmarca la escena de Isabel II en la alcoba real con Carlos Marfori, arrodillado en la cama. De pie, Francisco de Asís alumbra la escena con un candelabro y, sentado junto al lecho, González Bravo.

« 24 »

A24
—Olé, salerro!!
146 x 192 mm
Sign. DIB 18/1/4891

En el interior de una venta, Isabel II, con traje de maja, posa sus pies en la capa roja que le tiende Napoleón III. El emperador, que lleva una guitarra en su mano, adopta elementos de la vestimenta del bandolero como las polainas abotonadas o el sombrero de fieltro. Primera aparición en el álbum de Charles Louis Napoleón Bonaparte, Napoleón III (1808-1873), presidente de la II República en 1849 y emperador entre 1852 y 1870. Fue depuesto tras la derrota de Sedán que puso fin a la guerra franco-prusiana. Desde 1856 ejerció una cierta tutela sobre la política española, con predilección implícita hacia la Unión Liberal. En ese mismo año advirtió a Isabel II: «En efecto, señora, un gobierno carece de fuerza si no se mantiene fiel a la causa que representa y Vuestra Majestad representa en España el gobierno constitucional, en la buena acepción del término».

Recibió en Biarritz a Isabel II, apenas iniciado el exilio de la reina. No se enfrentó a la triunfante Revolución, pero hizo saber que nunca aceptaría que el trono de España lo ocupara el duque de Montpensier, hijo de su antecesor en el trono de Francia, Luis Felipe de Orléans En la portada de Gil Blas de 25 de octubre de 1868 hay una caricatura de Daniel Perea, autor de algunas de las acuarelas del álbum, en la que vemos al emperador manipulando una corona rota ante Isabel II, González Bravo y Francisco de Asís. Napoleón III, ante un rótulo que indica «Napoleón Fabricante», comenta: «—Señora, se ha roto por un sitio que no tiene compostura».

En la sección «Cabos sueltos» (Gil Blas de17 de enero de1869), aparecía esta nota: «Menudean que es un gusto las visitas del emperador a la exreina de España». En ese mismo número –«El amigo Bonaparte»– se criticaba la intromisión de Napoleón III en los asuntos españoles y la complacencia con que era atendido por Olózaga –objeto de muchas sátiras en Gil Blas y La Flaca–, entonces embajador en París.

Napoleón III aparece de nuevo en las acuarelas núms. 42, 68, 74 y 105.

« 26 »

A26
[Sin título] 148 x 192 mm Sign. DIB 18/1/4848

Nueva escena de tono pornográfico que parece representar a la infanta Isabel, hija mayor de Isabel II.

Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 4b, 14, 32, 49, 63, 72, 76 y 84.

« 29 »

A29
¡La del humo!
148 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4892

La comitiva real en su huida a Francia el 30 de septiembre de1868. Luis González Bravo preside el grupo en el que aparecen el padre Claret como ama de cría llevando en sus brazos al príncipe Alfonso –que hace aquí su primera aparición–, un aldeano que carga con un pesado baúl y otro que, con silla espaldera, transporta a Isabel II, dormida y con un libro religioso en sus manos. Cierra el grupo Francisco de Asís de cuyo hatillo cuelga un rosario. Señala Cabra Loredo que el título de esta acuarela hace referencia a unos versos satíricos de los que daba cuenta El Cascabel, en septiembre de1868, al comentar el elevado número de billetes de primera clase vendidos esos días para viajar a Francia. En marzo de1869 Claret abandonó a la reina y se estableció en Roma para asistir al Concilio Vaticano.

«Por fin han desaparecido de nuestra querida patria los Borbones. A las diez de la mañana de ayer –comentaba el diario La Iberia, el 1o de octubre de 1868– se embarcaron en un buque (sic) acompañados del insigne Marfori. En los anales de nuestra sangrienta historia no se cuenta con un monarca que haya causado tantas víctimas como Isabel de Borbón».

Sobre el príncipe Alfonso véase el comentario de la acuarela núm. 46 de la que es protagonista.

« 30 »

A30
erdadera imagen del Rvdo. Padre Clarete, repartidor de la alfalfa espiritual / para los borregos de Cristo.
192 x 149 mm
Sign. DIB 18/1/4893

Satírica santificación del padre Claret, con sombrero calañés, llevando en sus manos un hato de alfalfa y una llave de oro, referencias a dos de sus obras piadosas: El Ramillete y Llave de oro. Los ángeles niños en la base de la composición llevan trabuco y navaja de bandolero además del gorro carlista. Es una de las acuarelas más anticlericales, junto a las que tienen como motivo el asesinato en Burgos del gobernador civil Gutiérrez de Castro (núms. 12b, 89 y 96).

En el periódico La Esperanza, el 24 de enero de 1865, podía leerse una defensa de Claret: «Le han calumniado atrozmente en sus piadosos e instructivos escritos, llegando la vileza e infamia al extremo de alterar inicuamente dos de sus libros [...]. Uno de ellos es El Ramillete; este opúsculo tiene lo más selecto para dar gracias a Dios [...] pero los enemigos han escrito otro con el mismo nombre, con dibujos y figuras tan lúbricas y obscenas, que jamás hemos visto igual, atribuyéndole al señor Claret.» / «Lo propio han hecho con el libro titulado Llave de oro. [...] Pues bien: ¿qué han hecho los enemigos? Han escrito un opúsculo con este nombre con figuras obscenas y las explicaciones más repugnantes, atribuyéndole también al señor Claret».

« 31 »

A31
—Señores, dentro de un año en mi palacio de Madrid!
146 x 192 mm
Sign. DIB 18/1/4849

La reina Isabel II con una botella de champagne brinda en un banquete ante sus leales en París. Tras abandonar Pau, los reyes se dirigieron a París donde se alojaron temporalmente en el Pabellón de Rohan, un ala del Palacio del Louvre. Más tarde Isabel II compró el Palacio Basilewski en la avenida Kléber, entonces llamada del Rey de Roma. Francisco de Asís se instaló en Épinay-sur-Seine, en las cercanías de la ciudad. Pedro de Répide, uno de los biógrafos de la reina, describió la residencia real, rebautizada como Palacio de Castilla: «El palacio no era muy grande. Tenía planta baja y piso principal con otro superior a manera de mansarda en la montera de pizarra que cubría el edificio. Su estilo era un francés caprichoso del segundo Imperio con reminiscencias de la traza arquitectónica del tiempo de Luis XIV. [...] Incorregible, la reina seguía procediendo después de destronada como si todavía estuviese ganándose el destronamiento». El inicio de la guerra francoprusiana y la revuelta de la Comuna obligaron a la reina a huir y refugiarse temporalmente en Suiza. En la sección «Cabos sueltos» de Gil Blas, en noviembre1868, podía leerse que la reina había citado a sus amigos dentro de un año en el Palacio Real de Madrid.

« 32 »

A32
[Sin título]
144 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4850

Escena de alcoba con una mujer y un hombre desnudos que no resultan fáciles de identificar. Entre las ropas del militar hay un ros que suele asociarse al general Prim, pero también –junto con la casaca abandonada en el suelo– al cuerpo de zuavos pontificios. Podría tratarse de la infanta Isabel y del conde de Girgenti, que contrajeron matrimonio en mayo de 1868. Cabra Loredo remite en el comentario de esta acuarela a Luis María César de Borbón, conde Luis Blanc, a quien Isabel II acababa de reconocer como pariente. Corría el rumor popular de que Blanc, que por entonces estaba arruinado, buscaba acomodo en la casa real española y cortejaba a la infanta.

Con el título de «Los Girgenti» publicó Manuel del Palacio un epitafio burlón en Gil Blas, en octubre de1868: «A un trono y acaso a dos / aspiran los pobres chicos; / si es por la gracia de Dios / no les dará en los hocicos».

Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 4b, 14, 26, 49, 63, 72, 76 y 84.

« 33 »

A33
—Ya gané!
147 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4894

Luis González Bravo emprende la huida a Francia cargado de dinero ante el general Prim que desenvaina la espada. Al fondo, el Palacio Real de Madrid. Un día después de iniciada la revolución en Cádiz, el19 de septiembre de1868, González Bravo presentó su dimisión como presidente del Gobierno, siendo sustituido por José Gutiérrez de la Concha, marqués de La Habana. «¡A ser hombre volvería a mi capital!», habría exclamado la reina ante el comportamiento de quien había sido su primer ministro.

En Gil Blas, el 24 de septiembre de 1868, se daba cuenta de la dimisión de González Bravo y de su salida de España: «Tenemos, pues... o mejor dicho, no tenemos a don Luis González Brabo presidiendo el Consejo de Ministros. D. Luis González Brabo, a la hora presente, es un cesante de la clase de los que se van a Francia». Algo después, en octubre, el periódico publicó una litografía de Ortego –Los defensores de la monarquía– que guarda alguna similitud con esta acuarela, aunque en el grabado quien hace huir a González Bravo y a otros monárquicos es la figura de la Libertad. En ese número del periódico también podía leerse el epitafio que Manuel del Palacio dedicó al dimitido presidente. «Quiso un trono sostener / por medrar y hacer fortuna, / y medró sin duda alguna / ayudándole a caer».

En los días posteriores a la Revolución la prensa liberal llenó de repetidos elogios a los generales que la había propiciado; entre ellos, destacaron los dedicados a Prim, de cuya enorme popularidad da cuenta esta acuarela. La recuerda también la breve noticia que podía leerse en La Iberia, a fines de septiembre de1868: «El letrero del Café de la princesa ha sufrido una pequeña modificación: le han quitado las dos últimas sílabas y ha quedado con el nombre de Café de Prin. Aunque con mala ortografía, el pueblo siempre aclama a sus caudillos».

Lee Fontanella recoge la opinión de la época de que Gustavo Adolfo Bécquer pudo acompañar a González Bravo en su viaje a Francia.

« 34 »

A34
El oficio va estando tan perdido!...
149 x 192 mm
Sign. DIB 18/1/4895

Troupe de acróbatas integrada por Francisco de Asís, el príncipe Alfonso sobre la cabeza de este, González Bravo, las infantas Isabel y Eulalia al fondo y sobre la tarima el padre Claret e Isabel II. En el cartel puede leerse: «Real Compañía Acróbata Ibérica. Artistas. MR. Frasquito Director. Mme. Isabel [signo de ídem]. Mr. Alfonso, hijo. Me. Juanita, id. Mlle. Eulalia, id. Mr. Bravo, clovn de la Compañía llam[ado] El Boa Español. Mr. Clarete, músico, que cantará con Isabel. El Triplet». No resulta fácil identificar a Me. Juanita.

En Gil Blas, en octubre de 1868, en una sátira anónima, se habla de la compañía hípica española «Los Bufo Borbón» que ha debido salir al extranjero y va a representar unas cuantas funciones en Roma para consolar al papa; entre los números del espectáculo: «La dinastía de los mamarrachos», «La coqueta de la aldea», «Grandes saltos de carnero» y «Gran exposición de amantes extraoficiales». En La Flaca, en abril de 1869, una caricatura mostraba la comitiva de la reina al llegar a Francia y daba noticia del «Acto primero de: Entre la Isabel y el Terso»; en el comentario se leía: «Se hallan muy adelantados en varios teatros del estranjero los ensayos de este disparate trágico-bufo, arreglado espresamente para la escena española.

Según todas las probabilidades y la opinión de uno de los empresarios del teatro de la revolución de setiembre, la primera representación de esta obra será recibida a patatazos. Se suplica el pito».

La familia real como espectáculo de circo aparece en las acuarelas núms. 36, 45, 57 y 58.

« 35 »

A35
[Sin título]
137 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4851

Francisco de Asís y sor Patrocinio abrazándose. Escena similar a la acuarela núm.19 con algunas variantes: la cornamenta del rey, el león al pie del árbol, y el Palacio Real al fondo.

« 36 »

A36
[Sin título]
147 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4896

Trío de funambulistas sobre la cuerda: el príncipe Alfonso, la reina Isabel e, invertido, satirizando la reiterada sospechada de la homosexualidad, el rey consorte Francisco de Asís. Junto a la familia real como espectáculo circense la sátira abundaba en las disensiones familiares. En febrero de 1870, DP firmó una caricatura titulada «Una familia modelo» en la que vemos una acalorada riña en la que toman parte la reina, Francisco de Asís, que tira de los pelos al duque de Montpensier, Enrique de Borbón, el pretendiente carlista, y el príncipe Alfonso, entre otros. Por esas fechas, en Gil Blas, Ortego publicaba «El desafío en el Palacio Basiliski», una caricatura que mostraba a la reina en una disputa conyugal tirando de los pelos al rey consorte. Para entonces, Francisco de Asís había abandonado el palacio Basilewski, en París, y se había establecido con su fiel Antonio Ramón Meneses en Épinay-sur-Seine, donde falleció en 1902. En Gil Blas, en diciembre de 1864, se le criticaba de este modo: «Ya se ha descubierto otra de las muchas ocupaciones del señor Meneses. Además de ser diputado, amigo de sor Patrocinio, capitalista y neocatólico, el señor Meneses es administrador de casas».

La familia real como espectáculo circense aparece también en las acuarelas núms. 34, 45, 57 y 58.

« 37 «

A37
La Venus del ... género humano.
137 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4852

Escena que recuerda el cuadro Venus y la música, de Tiziano, conservado en el Museo del Prado. El músico es aquí Luis González Bravo que interpreta una pieza para Isabel II a quien vemos reposar en la cama, desnuda y coronada.

« 38 »

A38
Escelente pastelero / Fue el célebre Juan Plumero.
139 x 191 mm
Sign. DIB 18/1/4897

El general Juan Prim con un mandil sobre la túnica romana dispone en una mesa un gran pastel en el que hay una calabaza coronada. La escena trascurre en un horno en cuya pared se lee: «Al Dios Marte. Fábrica de Pasteles Políticos». Un pastel indica 2 de enero de 1866 y el otro, junio de ese año. Junto al horno, una espada, un casco con penacho y un escudo rotulado con los topónimos África y México, escenarios de guerras y conflictos que resolvió con eficacia y le dieron gran popularidad. Las fechas aluden a los fracasados pronunciamientos contra el gobierno de Leopoldo O’Donnell. El primero, conocido como el de Villarejo de Salvanés, obligó a Prim a exiliarse a través de la frontera portuguesa. Desde Lisboa explicó el sentido de su actuación en un manifiesto titulado «A los españoles» en el que justificaba su actuación por «el amor a la patria y a la libertad», cuyo objetivo era «salvar la propiedad y la familia de la tremenda revolución social» que a su juicio estaban provocando los gobiernos reaccionarios de Isabel II. El segundo es el conocido como sublevación de los sargentos del cuartel de artillería de San Gil, auspiciada por progresistas y demócratas, en la que se esperaba que colaborara Prim. Su ausencia fue muy criticada [a lo largo de la lucha se preguntaban ¿dónde está Prim?] que finalmente decidió no cruzar la frontera y sumarse a la sublevación. En ambos casos Prim recibió críticas del liberalismo radical y de ahí la referencia al pastel que tenía, y tiene aún, el sentido negativo de componenda.

Tras la Revolución, Prim colaboró en la búsqueda de una alternativa monárquica a los Borbones y prestó su apoyo a la candidatura del duque de Aosta, que acabaría reinando con el nombre de Amadeo I. El periódico Gil Blas, de clara simpatía republicana, criticó con frecuencia a Prim y a Olózaga. En noviembre de 1869, en unos «Cantares como la situación, es decir, acan-canados», podía leerse: «Que estamos muy oPRIMidos, / clama el pueblo echando hiel; / que la partida es SERRANA, / (¡vaya que sí lo es!)». También en La Flaca fueron reiteradas las sátiras a estos dos políticos; en agosto de1870, se decía del general: «El asunto es el que sigue: D. Juan Prim y Prats primero, / tenor de muchos pulmones / que dio limpio el dó de pecho, / En las óperas famosas: La engatusada de Méjico, / La hazaña de Mataró / y El Roldán de Castillejos».

« 40 »

A40
Pío nono, agradecido / a los dones de Ysabel, / la da bula singularis / para que pueda joder.
139 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4853

Isabel II, con un rosario en la mano, abrazada en la cama a Carlos Marfori. El papa Pío IX inciensa a la pareja, flanqueado por Luis González Bravo y por Francisco de Asís, con un cirio en la mano y el hábito blanco con la cruz de la orden de Calatrava. Al fondo, sor Patrocinio en actitud servicial.

Alison Sinclair cita una información aparecida en El Relámpago, el 10 de febrero de 1867, sobre el pago aplazado de 350 millones de reales en remuneración de cierta bula que Pío IX había acordado a Isabel II y que su esposo Francisco de Asís creía que debía ser aceptada. De acuerdo con el rumor popular, la reina había comprado una bula por 300.000 reales como pago del perdón de sus pecados. En noviembre de 1868 se comentaba en Gil Blas: «Parece que Isabel de Borbón daba al papa todos los años, para atender al ejército pontificio, 30 millones de dinero católico, apostólico, español. Comprendemos que el papa le enviase la rosa de oro y todas las bendiciones de que Su Santidad puede disponer por esa cantidad». Algo antes, en octubre, en una parodia del escrito de la reina dirigido a los españoles, escribía Luis Rivera: «Que no puede durar mucho tiempo este estado de cosas, lo digo yo, lo dice mi marido, lo dice Marfori y lo asegura el cardenal Antonelli, que echa ya de menos aquel río de dinero que yo le enviaba, y conmigo el clero, en cambio de las bendiciones por mis caprichos de donna mobile».

M. de R. Delgado al comentar la figura de Claret escribió en El siglo Ilustrado, en octubre de1868: «Hubo de excusarse ante el confesor con que su marido... no llenaba los deberes de esposo o los llenaba in minoribus et partim. El arzobispo de Trajanópolis calló entonces y fue a Roma a consultar con Su Santidad el especialísimo caso. Su Santidad ordenó que se formara un expediente y se acreditara la verdad de la excusa con testigos. ¿Qué sucedió? No lo sé. ¿Sufrió la prueba de Enrique IV, que el pudor no nos permite describir? Se ignora; lo cierto es que hubo dispensa y que el vicario, aunque sin prueba evidente, dijo possumus, y perdonó desde allá los pecados cometidos, y lo más extraño quos comituri essent. Dos años después, y manente pecato, vino la rosa de oro a proclamar bajo el anillo del pescador la más virtuosa de las reinas a la reina Isabel.

[...] el Papa perdona todo siempre que mandéis dinero a Roma para sostener la guardia veterana con Capello y el ejército de zuavos... El Padre Claret era en toda regla un ministro plenipotenciario».

Los temores religiosos de la reina ante el reconocimiento del reino de Italia se hicieron sentir con todo su peso sobre la decisión al respecto del gobierno largo de O’Donnell (1858-1863). Cuando regresó al poder, en junio de 1865, intentó neutralizar al entorno clerical de la Corte, exigiendo el traslado de sor Patrocinio a un convento alejado de Madrid. El padre Claret renunció a su puesto como confesor real cuando el gobierno impuso finalmente el reconocimiento del reino de Italia.
Véanse las acuarelas núms. 3, 47, 72 y 86.

« 41 »

A41
[Sin título]
141 x 195 mm
Sign. DIB 18/1/4854

Escena erótica en un jardín con Isabel II y un personaje no identificado que bien podría ser representación de Gil Blas, el pícaro creado por Alain-René Lesage a comienzos del siglo XVIII. La figura de Gil Blas, de aire barroco, se reitera en la cabecera del periódico y en alguna ocasión en las caricaturas de mayor tamaño de las páginas interiores. Fundado por Manuel del Palacio y Luis Rivera, apareció entre noviembre de 1864 y octubre de 1872. Anticlerical y de tendencia republicana, se definía como periódico político satírico y contó con la colaboración de destacados ilustradores como Francisco Ortego, Daniel Perea, Alfredo Perea y José Luis Pellicer, entre otros. La intervención de Ortego en la elaboración de alguna de las acuarelas está ya documentada por los especialistas; se baraja la posibilidad de que otros ilustradores del periódico colaborasen también en estos álbumes. En todo caso, parece fuera de duda que, sobre todo en el primer período del periódico, los hermanos Bécquer tuvieron un papel central en la autoría y arraigo de la firma Sem. Algunos ejemplos pueden ser ilustrativos, En el núm. 48, en octubre de 1865, aparecieron algunas caricaturas –Muestra de los grabados del Almanaque de Gil Blas– firmadas «S»; en los núms. 53 y 57, diciembre de 1865, hay una «Revista cómica, por Sem» cuyas viñetas llevan la misma firma, aunque con un trazo diferente. Por último, en el núm. 60, publicado el 20 de enero de 1866, en unos dibujos que dan cuenta del «Itinerario de las máscaras en el próximo Carnaval», aunque se mantiene la firma con la inicial sola ya aparece completa la autoría «SEM».

« 42 »

A42
[Sin título]
140 x 195 mm
Sign. DIB 18/1/4898

Luis González Bravo contempla una escena en la que Eugenia de Montijo, representando a Francia, coge de la mano a su marido, Napoleón III, de cuyo bolsillo parece salir un nabo. Isabel II, representa a España y baila un cancán con traje goyesco. Única aparición en el álbum de María Eugenia Palafox Portocarrero, condesa de Teba (1826-1920), conocida como Eugenia de Montijo, que en 1853 se casó con Napoleón III.

En una referencia al desenfrenado cancán, con galop final, que fue el reinado de Isabel II, escribió Répide sobre la reina: «Remangábase el manto de púrpura y armiño con el miriñaque armado de ballenas de acero y escarolado de volantes y lanzaba al aire su pierna rolliza ceñida con media blanca y alta botina».

« 44 »

A44
No hay plazo que no se cumpla, o el convidado rojo.

140 x 195 mm Sign. DIB 18/1/4899

El pie de la acuarela –señaló Lee Fontanella– alude a la obra No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, o el convidado de piedra, reelaboración de El Burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, realizada por Antonio de Zamora a comienzos del siglo XVIII. La comedia se representó con frecuencia incluso tras el estreno de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla (1844). El convidado es aquí la República, alegorizada en la figura de Marianne, quien con la espada de la justicia y la balanza de la equidad, se yergue sobre el trono caído mientras el gallo anuncia un nuevo día. En la parte izquierda, Luis González Bravo y el fiscal de imprenta, con una enorme tijera, contienen el tambaleante dosel de la monarquía. A la derecha aparecen el príncipe Alfonso despedido por los aires, el padre Claret, Isabel II arrodillada y Carlos Marfori que luce el collar de la orden del Toisón de Oro.

« 45 »

A45
Cuando vea así a los reyes / vagar por la Europa entera, / abrazaré a mi casero / y tomo una borrachera.
147 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4900

La destronada reina Isabel vestida de maja, con mantilla y peineta, lleva en la mano un libreto. A ambos lados, ¿Francisco de Asís?, con guitarra, flauta y pandero, y ¿el príncipe Alfonso? bailando y tocando las castañuelas. Los tres forman una compañía de cómicos que anuncian su espectáculo ante los transeúntes que animan la calle. En un epitafio titulado «El niño Alfonso», escribió Manuel del Palacio en Gil Blas, en octubre de 1868: «La esperanza aquí reposa / de un reyezuelo en agraz..., / bien puede dormir en paz / y estudiar para otra cosa».

Véanse las acuarelas núms. 34, 36, 57 y 58.

« 46 »

A46
Yl est très content de soi, / Yl fait les premiers pas / Pour se faire des danseurs ... : roi.
140 x 195 mm
Sign. DIB 18/1/4901

Escena en un jardín de París en la que el príncipe Alfonso toca el violín sobre un pedestal que lleva su nombre. En torno suyo vemos a Nicolás María Rivero, con un embudo en la cabeza, que baila dentro de un pellejo de vino; a un mulo que calza botines en sus patas traseras y luce las iniciales RZ, en referencia a Ruiz Zorrilla; y sobre un macetón a un pavo real cuya cabeza es la de Prim. Al fondo flota la cabeza del emperador Napoleón III. En una caricatura de Ortego, publicada en Gil Blas en julio de 1870, el emperador le dice al príncipe: «—Anímate, chiquillo, que si salgo bien te sentaré en la silla de Fernando VII». Prim, Rivero y Ruiz Zorrilla apoyaron la candidatura de Amadeo de Saboya a la corona de España.

A diferencia de lo sucedido otras veces, en esta, escribió el embajador francés Turgot, el «Príncipe es fuerte, bien constituido y da todas las esperanzas de vida y de buena salud». El príncipe nació en el Palacio Real el 28 de noviembre de 1857; fue nombrado heredero tras la abdicación de la reina en junio de 1870, y reinó con el nombre de Alfonso XII encarnando la Restauración de la monarquía borbónica y un nuevo pacto político que implicaba el turno en el gobierno de los dos grandes partidos monárquicos. Falleció en 1885.

Era común atribuir la paternidad del príncipe a Enrique Puigmoltó y Mayans, capitán de Ingenieros y desde marzo de 1856 al mando de uno de los batallones de guarnición en la Corte; en abril de 1857 se le confirió un antiguo título familiar, vizconde de Miranda, cuando la relación entre Puigmoltó y la reina era de dominio público. Para acabar con los rumores o porque la relación ya había concluido, el favorito real fue destinado a Valencia en febrero de 1858. Con él, como escribe Carmen Llorca, la reina puso fin a sus relaciones con militares jóvenes, guapos y laureados con la Cruz de San Fernando. En Gil Blas, en junio de 1869, se decía: «No, no hemos inventado nosotros la palabra Puigmoltejo. / Es el nombre con que la aristocracia española residente en París, distingue a Alfonsito. / La aristocracia española está en el secreto de los amores de cierto militar. ¡Pues poquito se habló de ello en Madrid, cuando nació Puigmoltejo!» En enero de 1872, en una poesía titulada Los príncipes, Luis Rivera reiteró la popular sospecha: «Valiente ocurrencia ha sido / la del gobierno español, / dar un título de príncipe / como quien da un bofetón. / [...] Príncipe es el niño Alfonso, / y según el vulgo atroz, / sin que tuviera su padre / la menor satisfacción».

Nicolás María Rivero (1814-1878) fue un notable periodista y político progresista que intervino en la creación del Partido Democrático en 1849. En 1856 fundó el periódico La Discusión. Colaboró en la Revolución de 1868 tras la cual fue nombrado alcalde de Madrid. Defendió la candidatura de Amadeo de Saboya a la corona de España y presidió las Cortes en 1869-1870 y de nuevo en 1872-1873. En esa última fecha, apenas proclamada la República, a la que prestó su apoyo, se exilió al fracasar la sublevación radical contra los federales. Regresó a España un año después.

Manuel Ruiz Zorrilla (1833-1895) era miembro del Partido Progresista y su intervención en la sublevación del cuartel de San Gil, en 1866, le valió una condena a muerte que esquivó con el exilio. Colaboró en la caída de Isabel II, y en el primer gobierno revolucionario desempeñó la cartera de Fomento, estableciendo la libertad de enseñanza y decretando la incautación por el Estado de los bienes no eclesiásticos de catedrales, cabildos, monasterios y órdenes militares. El 16 noviembre de 1870, como presidente del Congreso de los Diputados, proclamó rey de España al duque de Aosta, que obtuvo 191 de los 311 votos. Tras la proclamación creó el Partido Radical. Acompañó al rey al exilio tras su abdicación y se opuso al régimen de la Restauración, enfrentándose a Antonio Cánovas del Castillo. Miembro del Partido Reformista Republicano, sus divergencias con Nicolás Salmerón le llevaron a fundar en 1880 el Partido Republicano Progresista con el que intentó, sin éxito, derrocar a la monarquía a través de la insurrección militar.

« 47 »

A47
... Y Su Santidad envió a la casta Ysabel la rosa de oro, símbolo de pureza.
143 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4855

En febrero de1868 Pío IX concedió a Isabel II la Rosa de Oro, «por las altas virtudes con que brillas». La decisión pontificia mereció un comentario de Miguel Morayta en su Historia general de España (vol. VIII,1893): «Como la opinión, adoctrinada por cuanto se murmuraba en voz baja y escribía la prensa clandestina, pensaba cosa muy distinta de Isabel II, las palabras de Pío IX fueron objeto de comentarios sabrosísimos y de sátiras muy acerbas». La escena celebra la distinción con una Isabel II desnuda que es llevada en volandas por Carlos Marfori y otros dos caballeros (¿examantes de la reina) difíciles de identificar con certeza. El príncipe Alfonso, como un dios-pan, ofrece las uvas a su madre-diosa. En segundo plano, Francisco de Asís brinda y Luis González Bravo toca la pandereta ante la mirada del padre Claret y de sor Patrocinio.

Con una larga referencia a la concesión de la Rosa de Oro comienza Valle-Inclán La Corte de los Milagros (1927) : «La Santidad de Pío IX, corriendo aquel año subversivo de 1868, quiso premiar con la Rosa de Oro, que bendice en la Cuarta Domínica Cuaresmal, las altas prendas y ejemplares virtudes de la Reina Nuestra Señora. A la significación de tan fausto suceso no correspondió, como prometía, el cristiano sentimiento de la Nación Española. Aquellos que más debieron celebrarlo tenían intrigado en las camarillas vaticanas contra la designación de esta señalada merced para la Reina Nuestra Señora. Hubo una difusa intriga diplomática con mitras, frailes y monjas, recordando los tiempos de los Apostólicos. Personajes muy señalados terciaron en aquel enredo. Del Padre Fulgencio, Confesor del Rey Don Francisco, parece probado, y acaso no estuvo tan ajeno como debiera el Augusto Consorte. Una monja milagrera también anduvo en ello, según se propaló en murmuraciones de antecámara. Esta monja, que tenía captadas las regias voluntades, preciaba sus artes políticas por mejores que las de Roma. El Confesor y la Madre Patrocinio estimaban más eficaces que las muestras de amor indulgentes los anatemas con su cortejo de diablos y espantos. La monja y el fraile trataban de purificar al pueblo español de la contaminación masónica, y, escarmentados de otras veces, recelaban que, por el conforto de las bulas pontificias, se les fuese de las manos el gobierno de la Señora. La Reina, libre de miedos, candorosa y desmemoriada, podía volver a los descarríos de antaño y firmar paces con las facciones liberales, que, emigradas, conspiraban en Francia. Eran muchos los palaciegos que acogían este linaje de suspicacias cuando llegó a la Corte el Enviado Apostólico. Con tal motivo, hubo grandes fiestas en el Real Palacio: capilla con señores obispos y cantantes de la Ópera, besamanos y parada, banquete de gala y rigodón diplomático. Todo el lucido y barroco ceremonial de la Corte de España».

En su biografía de la reina, Pedro de Répide, escribió que Laureano Figuerola, ministro de Hacienda del gobierno provisional tras la caída de la monarquía, averiguó «que una de las vajillas de plata de Palacio fue fundida por valor de veinticinco mil duros, que Isabel II envió al papa en retribución por aquella Rosa de Oro, que, como se ve, no fue una gracia gratis data».

Véanse las acuarelas núms. 3, 40, 72 y 86.

« 48 »

A48
Los leales | Los lelos
140 x 195 mm
Sign. DIB 18/1/4902

Isabel II como domadora de circo y portando un estandarte alusivo al Santo Oficio, en el centro de un escena a cuyos lados se sitúan los leales, un sombrío grupo de encapuchados armados presidido por Francisco de Asís, y los lelos, a cuyo frente están el padre Claret y sor Patrocinio. En la sección de «Cabos sueltos», se leía en Gil Blas en octubre de 1868: «Hubo un rey en Egipto que se llamó Neo. / En España hemos tenido un neo que / se ha llamado Rey». En un conocido dibujo de Daniel Perea –El nuevo Don Quijote– publicado en Gil Blas, en septiembre de 1865, vemos al padre Claret y a sor Patrocinio, a lomos de Rocinante, con un escudo en el que se lee «Neos» y ocupando una vía por la que avanza la locomotora del Progreso. Al pie, leemos: «A la civilización / combate con gran tesón / el neocatolicismo; / esto y tocar el violón / todo viene a ser lo mismo».

En la escena aparecen, como símbolos siniestros de la represión del último reinado isabelino, calaveras y tibias inquisitoriales, una escena de garrote vil, ahorcamientos, etc.

« 49 »

A49
Yrurac bac
140 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4856

Un título en euskera (la grafía correcta sería Irurac Bat, «Las tres, una») que aparecía en el lema de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, y era cabecera de un importante diario publicado en Bilbao, de filiación liberal moderada, fundado en 1850 por Juan Ernesto Delmas. En un sofá, Carlos Marfori, junto a sor Patrocinio y otra dama que no es fácil identificar aunque podría tratarse de la infanta Isabel. Resulta muy dudosa la identificación de esta última, como se hace en la edición de 1996 de Los Borbones en pelota, con la infanta Luisa Fernanda, hermana de la reina y esposa del duque de Montpensier, dada su nula relación con el entorno más cercano a Isabel II.

Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 4b, 14, 63 72. 76, y 84,

« 50 »

A50
En aquel tiempo adquirió el jardín zoológico de París; 1 Canis vulpes, 2 Equus asinus / 3. Lechuza harfango. 4. Strutio. 5 Capra ibex.
147 x 191 mm
Sign. DIB 18/1/4857

De acuerdo con la numeración las figuras representadas son: Isabel II coronada (la zorra), el padre Claret (el asno), sor Patrocinio (la lechuza), Carlos Marfori (el avestruz) y Francisco de Asís que lleva el collar de la orden del Toisón de Oro (la cabra). La sonriente y pequeña figura masculina –que para Fontanella podría ser uno de los Bécquer– celebra esta sátira en la que los animales encarnan caracteres morales.

« 53 »

A53
Y aquel pacientísimo cordero / callaba y sostenía el candelero.
146 x 191 mm
Sign. DIB 18/1/ 4903

Francisco de Asís, con los ojos vendados, alumbra una escena que transcurre en la alcoba real. En ella, el padre Claret bendice a la reina y a Carlos Marfori, vestido de pastelero. En una serie de «Epitafios» publicados en Gil Blas en octubre de1868, podía leerse uno dedicado a Marfori: «Fue marqués; tuvo dinero; / desde humilde pastelero / en palacio fue admitido; / sólo una cosa no ha sido / en su vida: caballero».

Casado con María de la Concepción Fernández de Córdoba, prima hermana de Narváez y protegido suyo, Marfori (18211892) fue escalando puestos en la administración del Estado desde sus oscuros orígenes como hijo del dueño de una fonda de Cádiz. El marques de Lema le definió como «mozo gallardo, aunque algo ordinario, listo y de mucha labia. Dedicóse a ganar la voluntad del general hasta que lo consiguió. Narváez, hombre de voluntad y pasiones vivas, encontró quien procuraba adivinarle el pensamiento». La relación permitió a Marfori abandonar el ejército en 1845 y ocupar varios empleos gubernamentales. Su carrera política cobró fuerza a partir del regreso de Narváez al Gobierno en 1856: director general de rentas estancadas, gobernador civil de Madrid y diputado por primera vez en1857 (por el distrito de su patrón, Loja) hasta 1865. Para entonces ya se había convertido en una suerte de álter ego de Don Ramón: además de ocuparse de sus asuntos económicos –sería designado heredero fideicomisario junto con Manuel Seijas Lozano– actuaba como intermediario entre el general y las diversas facciones del Partido Moderado. Tras la caída de O’Donnell volvió a ser gobernador civil de Madrid, senador desde 1867, y ministro de Ultramar entre junio de 1867 y abril de 1868. Isabel II llegó a nombrarle intendente de Palacio. Acompañó a la reina al exilio y la presionó para que no abdicase en su hijo Alfonso. Regresó a España en 1875 y Cánovas ordenó encarcelarlo. Liberado en 1877, se retiró a sus tierras de Loja.

« 55 »

A55
Reposándose de las fatigas del gobierno.
148 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4858

Carlos Marfori, gobernador de Madrid e intendente de Palacio, con Isabel II. Junto a ellos, sobre una almohada de terciopelo la corona y el cetro. Vicente Blasco Ibáñez en su Historia de la revolución española, publicada en 1892, definió a Marfori como «chulo endiosado poseedor de ocultas prendas que enloquecían a la reina».

« 56 »

A56
Gran Circo Español. / Cuidadito con los pies / no vayas a resbalar, / que si llegas a caer / te van a tratar muy mal.
147 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4904

En el Congreso de Diputados, Prim se mantiene en la cuerda floja con la ayuda de una barra de equilibrio en cuyos extremos están Serrano, con plumaje verde, y Topete, con plumas azules. Sátira de los tres militares más significados en la Revolución de1868. Serrano, presidió el gobierno revolucionario, Prim obtuvo la cartera de Guerra, y Topete la cartera de Marina. Juan Bautista Topete (1821-1885) tras una brillante hoja de servicios en la Armada se interesó por la política. Tuvo una destacada intervención en el episodio que dio inició a la Revolución de septiembre de 1868 en el puerto de Cádiz. Partidario de la candidatura de Montpensier a la corona de España, dimitió como ministro tras el nombramiento de Amadeo de Saboya.

Contrario al pronunciamiento de Sagunto con el que dio comienzo la Restauración, acabó reconociendo a Alfonso XII. En una de las «Caricaturas revolucionarias» que Daniel Perea publicó en Gil Blas en febrero de1870, se decía de Topete: «Héroe en el mar peruano / le vio la presente edad, / y en el golfo gaditano / lanzó el grito soberano / de ¡Viva la libertad! / Coronas quise poner / a su noble frente altiva, / más me llegué a contener / cuando supe que aquel viva / era para Montpensier».

El periódico La Flaca fue muy mordaz con Prim; en el núm. 41, de abril de1870, se hacía esta semblanza del general: «Escaló de grado en grado / Su puesto desde soldado, / Dando siempre de que hablar... / Si hubiera un cuarto entorchado / Volvería a conspirar». También lo habían sido Manuel del Palacio y Luis Rivera quienes en 1864 ofrecían este retrato del general en sus Cabezas y calabazas: «Gran corazón, buena espada, / pero espíritu agitado/ que jamás se fija en nada; / hace más que otro soldado / si le dan mayor soldada».

« 57 »

A58
¡Ay Paquita! La verás, / pero no la catarás.
147 x 189 mm
Sign. DIB 18/1/4859

En un barracón de feria, Francisco de Asís –Paquita en la sátira popular– encaramado a un tablado para poder alcanzar a la reina. Ante él, el padre Claret sujeta la brida de un caballo que monta Isabel II acompañada del príncipe Alfonso. En Gil Blas, en noviembre de 1868, podía leerse: «Acabo de leer en los periódicos esta importante noticia: Dícese que Isabel de Borbón promete perdonarnos si la reconocemos a ella y a su hijo. Voy, por mi parte, a decir lo que pienso sobre una cuestión tan honda. En cuanto a la madre, ya la hemos conocido. Y en cuanto al hijo, que lo conozca primero su padre, si es que puede».

Lo reyes visten ropas similares a las que vemos en la acuarela núm. 94.

« 58 »

A58
Entren todos y verán / la célebre niña gorda, / que pesa quinientos quilos / sin el cetro ni corona.
148 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4860

Una barraca de feria donde se ofrece el espectáculo de la reina desnuda; Francisco de Asís toca un acordeón al que está sujeto el pequeño mono que representa al príncipe Alfonso; Luis González Bravo, con una chirimía, anuncia la función; el padre Claret recoge los donativos de los espectadores; y entre la cortina se asoma Carlos Marfori. En 1868 se publicó la obra de Urbano Gascón, ¡La Gorda! Cuento sabroso (prohibido por la censura de novelas durante el gobierno presidido por González Brabo). Con el título de «El suspiro de la gorda», escribió Gerardo Blanco en El siglo ilustrado, en octubre de 1868, una sátira sobre la reina.

Podría tratarse de una ilustración de Daniel Perea; sobre este autor véase el comentario de la acuarela núm. 16b.

« 59 »

A59
¡Carlos, Carlos, yo lo espero / de tu hidalgo corazón / mételo sin dilación / que ya por joder me muero !
146 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4861

Parodia de los versos de Doña Inés de Ulloa en el acto IV de Don Juan Tenorio (1844), de José Zorrilla: «¡Don Juan!, ¡Don Juan!, yo lo imploro / de tu hidalga compasión: / o arráncame el corazón / o ámame porque te adoro». Los amantes son aquí la reina y Carlos Marfori.

« 61 »

A61
¡Ojo a la mina!
188 x 139 mm
Sign. DIB 18/1/4905

La libertad conseguida en1868 de nuevo amenazada por la prensa más conservadora, por periódicos como La Gorda, cuyo primer número apareció el 10 de noviembre de 1868, y El Padre Cobos (1854-1869), publicación esta –como ha señalado Begoña Urigüen– de sátira mordaz y violenta, dirigida por Cándido Nocedal (1821-1885). En1857, Nocedal, que había sido nombrado ministro de Gobernación, promulgó por procedimiento de urgencia la famosa y represiva ley de Imprenta que lleva su nombre. En 1860 los redactores de El Padre Cobos pasarían a formar parte de El Pensamiento Español, el principal órgano del neocatolicismo durante el Sexenio. En una caricatura de José Llovera, publicada en Gil Blas en mayo de 1868, se asociaban las calabazas a los neos.

Véase la acuarela núm. 2.

« 62 »

A62
—Mira, oh Regina, a la tua porta / questo misero padre Clarete, / a pietà di lei ti muova / perque es degno, perche es degno de pietà.
151 x 195 mm
Sign. DIB 18/1/4906

El padre Claret toca el organillo en la calle ante una ventana a la que está asomada Isabel II con abanico y mantón de Manila. Francisco de Asís observa la escena con aire distraído. En El siglo ilustrado, el 4 de octubre de 1868, se publicaron dos litografías de Francisco Ortego. La primera –«Ayer. Últimas horas del reinado»–, mostraba a González Bravo, seguido de gente con armas y bolsas de dinero, que se dirige a la reina, a Francisco de Asis y a Marfori; la segunda – «Hoy. Primeras horas de emigración»– es muy similar a esta acuarela y también mostraba a Claret tocando el organillo ante los reyes, si bien en la calle un rótulo indicaba «Barrio Latino». Esta lámina es muy posiblemente obra del mencionado dibujante.

« 63 »

A63
Sin decir, una noche “—Allá va eso!” / entró Don Sebastián y... olía a queso!
139 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4862

El infante Sebastián Gabriel sorprende a un clérigo y a una mujer desnuda (¿la infanta Isabel?) en intimidad sexual en una habitación de Palacio. El infante (1811-1875), de inicial filiación carlista, era hijo de Pedro de Borbón y de Teresa de Braganza, princesa de Bieira, y en 1860 se casó en segundas nupcias con Cristina de Borbón, hermana del rey consorte Francisco de Asís, otra atribución posible al personaje femenino de la acuarela. El infante Sebastián Gabriel fue un gran coleccionista y estudioso de las ciencias, practicó el dibujo, el grabado y la fotografía, técnica con la que retrató a los reyes. En los «Epitafios» de Manuel del Palacio publicados en Gil Blas, en octubre de1868, se dedicaba uno al infante: «De oro y alhajas cubierto / a extraña tierra se fue; / a él podrán llamarle tuerto, / pero ¡cuidado si ve!».

A juicio de Cabra Loredo el clérigo sería el nuncio pontificio y la acuarela indicaría que Roma no apoyaba la idea del infante Sebastián Gabriel, y de otros carlistas, de casar a la infanta Isabel con su primo Carlos María de los Dolores. La expresión «Hace escuro y güele a queso» aparece en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas, escrito en el primer tercio del siglo XVII. En el siglo XIX debió ser muy popular la variante que da título a esta acuarela: «está oscuro y huele a queso»; la utilizó Juan Eugenio Hartzenbusch en su fábula «La alacena» en la que un mozo distraído y algo corto de entendederas al ser preguntado qué noche hacía confundió la ventana con la alacena. Hay muchos ejemplos en la prensa de la época; puede verse uno en el periódico La Carcajada, en enero de 1872, en un comentario sobre el debate en el Congreso en torno al sufragio universal.

Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 4b, 14, 26, 32, 49, 72, 76 y 78.

« 65 »

A65
Senado 4 de Mayo de 1863. / ¿Qué cosas no se dirían / el de Reus y el de Valencia / cuando, si aquí las digese / faltaría a la decencia?
148 x 194 mm.
Sign. DIB 18/1/4907

La escena se refiere al duro enfrentamiento parlamentario entre Ramón Narváez (duque de Valencia) y Juan Prim (conde Reus y marqués de Castillejos) en la sesión del Senado del 4 de mayo de 1863.

Tras la caída forzada del largo gobierno de la Unión Liberal de Leopoldo O’Donnell en1863, se barajó la posibilidad de que los progresistas, encabezados por Juan Prim, llegasen pacíficamente al poder. Sin embargo, la reina optó por un breve gobierno del marqués de Miraflores y después encargó la presidencia del Consejo de Ministros a Narváez, suscitando la oposición de progresistas y unionistas. Narváez intentó apaciguar a los progresistas refiriéndose a ellos como «un partido legal, partido respetable que ha hecho importantes servicios al Trono y a la nación; y yo espero [...] que todavía con buenas condiciones, deponiendo los disgustos y las antipatías que ha habido entre el partido moderado y el partido progresista, alternarán en el poder, dándose la mano y contribuyendo de consuno al servicio de la Reina, a levantar el Trono y a cimentar la paz pública». Prim respondió airadamente, mostrando la desconfianza progresista ante tantas promesas incumplidas y recordando el carácter autoritario, y la represión sangrienta, que habían caracterizado a los ministerios presididos por el duque de Valencia. A partir de ahí la discusión fue muy violenta y adquirió el tono personalista característico del debate político de finales del reinado isabelino. Narváez acusó a Prim de ambición desmedida, de entrar y salir de Palacio ofreciéndose como única salvación posible de la dinastía y calificó sus reuniones alternas con la reina y con los líderes progresistas como una farsa. El general Prim, que unos años después encabezaría la Revolución que destronó a Isabel II, dijo entonces: «¿Qué tiene de farsa eso? Lo que significa es un gran sentimiento de amor intachable por S.M., por su dinastía y por la patria [...]. Farsa llama S.S. al buen deseo de un leal español que cree poder ser el eslabón que una a ciertas parcialidades disidentes que se iban alejando de día en día y que yo he tratado de que se unan y vuelvan otra vez cerca del Trono para que lo apoyen y lo defiendan, defendiendo también la dinastía, a fin de evitar así grandes males a la patria».

« 66 »

A66
Entre tanto el camastrón / cogido estaba al violón.

147 x 192 mm Sign. DIB 18/1/4863

Isabel II y Carlos Marfori en la alcoba real. En el dosel, González Bravo con un disfraz de mariposa acaricia al favorito con unas plumas. Francisco de Asís, vestido de Cupido, pone música a la escena.

« 67 »

A67
Como justa recompensa / el gabinete anterior / dio libertad a la prensa / quitándola al escritor.
149 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4908

Los periódicos de oposición progresista y demócrata durante los últimos años isabelinos –La Discusión, El Pueblo, La Iberia, Gil Blas, y otro diario cuya cabecera no alcanza a leerse– aparecen amordazados y maniatados por la censura. La legislación de la época isabelina en materia de imprenta incrementó el control gubernativo en los ámbitos preventivo, normativo y represivo. Hitos importantes de ese proceso fueron la Ley Nocedal (1857), y, en especial, el Real Decreto de González Bravo, de 7 de marzo de 1867, objeto de la sátira de esta acuarela.

La Discusión (1856-1887), fundado por el político y periodista Nicolás María Rivero –director inicial–, contó entre sus colaboradores con demócratas y republicanos como José María Orense, Manuel del Palacio, Carolina Coronado, y José Pi y Margall, entre otros.

La Iberia (1854-1898), creado por Pedro Calvo Asensio, era un periódico liberal y progresista que propugnaba la unión ibérica. En1863 fue adquirido por Práxedes Mateo Sagasta y José Abascal; alcanzó una notable influencia en la década de los años sesenta y colaboró al triunfo de la Revolución de 1868.

Gil Blas (1864-1872), fundado por Manuel del Palacio y Luis Rivera, fue un importante periódico satírico, muy contrario a la monarquía, hostil a los moderados y de tono irreverente en lo religioso. Prestó gran atención a la caricatura y entre sus ilustradores destacaron, entre otros, Francisco Ortego, Daniel Perea, José Llovera y José Luis Pellicer. Entre sus colaboradores habituales de la primera época (1865-1866) se encontraba la firma SEM que el mismo periódico, con ocasión de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer en diciembre de1870, atribuyó al poeta y a su hermano, Valeriano. SEM reapareció en 1868, inmediatamente antes y después de la Revolución.

En un dibujo de Ortego, publicado en marzo de 1865, podía verse a un redactor del periódico con todo el cuerpo inmovilizado por las cadenas, con un pie que decía: «Nueva Ley de Imprenta. ¡Ahora puede Vd. escribir de cuanto le dé la gana!».

En una «Fisonomía de la prensa política», aparecida en Gil Blas en noviembre de1867, el periódico se definía haciendo una parodia de El diablo mundo, de Espronceda, en la que la nave se trasmutaba en nube: «¡Allá va la nube! / ¿quién sabe do va?». Sobre estos versos véase el comentario de la acuarela núm. 12.

« 68 »

A68
—Dice papá. —¿Hereditaria? —¡Qué mono! —A ver ? —¡Ca! —¡Te veo! —No me gusta!
144 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4909

Napoleón III disfrazado de mago, con una túnica flordelisada, muestra la marioneta de un pequeño rey –probable referencia al príncipe Alfonso– ante un grupo de personajes que parece considerar o examinar la propuesta del emperador. En Gil Blas, entre1868 y1870, hubo continuas críticas a Napoleón III por su intervención en la disputa sobre la corona de España y, algo después, por la guerra franco-prusiana. Una ilustración de Ortego –«Política conservadora»–, publicada en junio de 1869, mostraba a Napoleón III apuntalando con bayonetas un trono vacío.

Cabra Loredo señaló la similitud de estas caricaturas de diferentes personajes con las que aparecen en las fotografías de caricaturas del Álbum de Contemporáneos ilustres (Madrid, s.f.), conservado en el Museo del Romanticismo, en Madrid.

« 69 »

A69
Escenas contemporáneas / —Menéate, cuerpo bueno, / menéate, resalada, / y te fundaré un convento / donde se adoren tus llagas.
139 x 196 mm
Sign. DIB 18/1/4910

Sor Patrocinio y el padre Claret bailan un cancán acompañados a la guitarra por Francisco de Asís. En la comedia de Ramón Torres y Rojas, La corte de Isabel II de Borbón con todos su consejeros (Madrid, 1868), dice Marfori: «Siempre tu convento fue / la escuela de la maldad / Su director fue Clarete / no te quiero decir más».

« 70 »

A70
Escena alegre y ligera / Entre gentes de talento, / Con gran acompañamiento / De música ratonera.

Después del Kirieleison / Y la cena consabida, / Estas boleras dan vida / Y ayudan la digestión.

Dice el padre: ¡Retebién! / La madre: ¡Viva la guasa! / Dice el músico: ¡Sarasa! / Y el coro: ¡Vaya un belén! Y dice el pueblo paciente / Mirando a la de las llagas, / — Los milagros que tú hagas / Me los claven en la frente.
144 x 189 mm
Sign. DIB 18/1/4911

El padre Claret y sor Patrocinio bailan un fandango acompañados al violín por Francisco de Asís, ante un grupo de monjas.

Una versión de esta escena, con dibujo más preciso, circuló como fotografía. La reproduce Ricardo González, en el catálogo El asombro en la mirada, como anónimo sin fechar, con el título de «Escena alegre y tierna». González recoge la queja de un diario de Valladolid por la circulación de este tipo de imágenes satíricas: «¿Cómo entienden la moral algunos malintencionados? Expendiendo con el mayor descaro y cinismo fotografías que hacen salir los colores al rostro. En estas fotografías, por demás obscenas, escandalosas y repugnantes, se representa en caricatura a personas que por su talento, elevada dignidad y posición, son dignas de aprecio y consideración de todo buen ciudadano».

En la época menudeó la sátira anticlerical, con frailes, monjas y clérigos de simpatías carlistas, entregados a los placeres de la mesa o de la carne. Un ejemplo puede verse en las viñetas «Funciones de desagravios», publicadas en La Flaca, en mayo de 1869.

« 71 »

A71
“Vuestra noble faz empaña / El ñublo del deshonor, / Desfaced presto esa niebla, / Cortaos los cuernos, Señor: / Que el mundo entero os señala, / La Europa os llama cabrón, / Y, “Cabrón” repite el eco / En todo el pueblo español.”
149 x 208 mm
Sign. DIB 18/1/4912

Retrato clásico de Francisco de Asís con una enorme cornamenta, a quien apuntan un sinnúmero de dedos acusadores.

Como ha destacado Lee Fontanella, la imagen emparenta con una conocida y anónima carte de visite que circuló profusamente por Madrid en aquellas fechas. En una escena muy irónica de La Corte de los Milagros, de Valle-Inclán, aparece el rey: «Vestido de capitán general, muy perejil, todo colgado de cruces y bandas».

Según Fernández de los Ríos, en un folleto impreso en Londres en vísperas de la Revolución de1854, que puso por primera vez en tela de juicio el trono de Isabel II, se recogían varias caricaturas de factura similar a las que comentamos. En una «más decente que otras» aparecía la reina con una bandera en la mano y un lema que decía: «Despotismo para poder entregarse con más libertad a la prostitución y al robo». A su lado estaba su supuesto amante de entonces, Ruiz de Arana, y varios ministros. En uno de los extremos aparecía el rey «adornada su cabeza con una cornamenta de ciervo y aplaudiendo con ambas palmas».

Véase la acuarela núm. 83.

« 72 »

A72
Camino de Roma. / — Con mi bolsa bien repleta / me hago en todos la puñeta.
150 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4864

No resulta fácil identificar esta figura. Podría tratarse de la infanta Isabel que muy posiblemente protagoniza otras acuarelas que ya hemos comentado. La cifra que aparece en el maletín, 250.000, y el castillo de Sant’Angelo que se ve al fondo sugieren una sátira de los pagos de la reina a Pío IX por la distinción de la Rosa de Oro o como dote a su hija.

La infanta Isabel y su marido viajaron a Italia, y visitaron al papa, tras contraer matrimonio en mayo de 1868. En Gil Blas, en octubre de1868, se afirmaba: «Leo en un periódico de Italia: Parece probable que Isabel de Borbón hará un viaje a Roma, embarcándose en la corbeta La Inmaculada Concepción. Yo creo que esta corbeta después del viaje debe cambiar su nombre por el de Nuestra Señora de Marfori».

Sobre Pío IX y la reina, véanse las acuarelas núms. 3, 40, 47 y 86. Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 4b, 14, 26, 32, 49, 63, 76 y 84.

« 74 »

A74
—¡Olé!!
148 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4865

Escena de baile de varios personajes desnudos: el padre Claret, Carlos Marfori, Napoleón III e Isabel II. En segundo plano, Francisco de Asís dispuesto a castrarse.

« 76 »

A76
Escenas íntimas / Ella —¡Ya está la caja vacía! / Él —Yo te echaré más polvos, vida mía.
151 x 196 mm
Sign. DIB 18/1/4866

La figura de Cupido preside una conversación de abierta intención sexual. Desde luego no se trata de la reina Isabel ni de ninguno de los personajes habituales en otras escenas. Por la edad reflejada de los personajes, y el tipo de barba del caballero, podría tratarse de la infanta Isabel y del conde de Girgenti que se casaron en el Palacio Real de Madrid en mayo de 1868, a quienes posiblemente vemos también en las acuarelas núms. 4b, 32 y 84.

Encuentro discutible la identificación con Amadeo de Saboya y su esposa MaVictoria del Pozzo Della Cisterna, que se rea liza en la edición de Los Borbones de 1996. Más sentido tendría que fuese una alusión a la visita de Amadeo de Saboya en agosto 1865. Entonces, el último gobierno de O’Donnell habría visto con buenos ojos un posible compromiso entre la infanta Isabel de catorce años y el hijo de Víctor Manuel, que cumplía veinte. El mes antes de aquella visita, la reina Isabel firmó el decreto de reconocimiento del reino de Italia al que tanto se había resistido.

Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 4b, 14, 26, 32, 49, 63, 72 y 84.

« 77 »

A77
España. —“Y os quejaréis después si os echo abajo / cuando no valéis todos ni un carajo.
149 x 199 mm
Sign. DIB 18/1/4913

España observa a algunos de los miembros del Gobierno provisional revolucionario y a otros políticos tras el triunfo de la Gloriosa y la caída de Isabel II. Sobre los pedestales: el general Francisco Serrano, presidente del Gobierno; el general Juan Prim, que desempeñó la cartera de Guerra; el almirante Juan Bautista Topete, ministro de Marina; Práxedes Mateo Sagasta, nombrado ministro de Gobernación; Laureano Figuerola, ministro de Hacienda; Nicolás María Rivero, alcalde de Madrid y presidente de las Cortes, y por último Salustiano de Olózaga, embajador en Francia. El 25 de octubre de 1868 el Gobierno provisional hizo público un programa en el que se acusaba a los Borbones de haber sido una «rémora a todo progreso», si bien se eludía definir cuál debía ser la forma de gobierno. En las Cortes constituyentes de 1869 se esbozarán las líneas de una monarquía democrática y parlamentaria.

Práxedes Mateo Sagasta (1825-1903), fue ingeniero de Caminos y un destacado político progresista y liberal. En1863 junto con José Abascal adquirió el periódico La Iberia desde el que colaboró muy activamente al éxito de la Revolución. Durante el Sexenio desempeñó las carteras de Gobernación y Estado y en tres ocasiones presidió el Consejo de Ministros, ocupando este cargo en el momento del Pronunciamiento del general Martínez Campos en1874 que restauró la monarquía borbónica.

Supo acomodarse –como líder del partido liberal– al régimen de la Restauración y a la alternancia de gobiernos con el partido conservador de Cánovas del Castillo. Ocupaba la Presidencia del Consejo de Ministros en el momento de la derrota ante Estados Unidos y la pérdida de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, sancionada en el Tratado de París de 1899.

Laureano Figuerola (1816-1903) fue catedrático de derecho y economía en las universidades de Barcelona y Madrid. Vinculado al Partido Progresista, desempeñó la cartera de Hacienda entre 1868 y 1870, con alguna breve interrupción en 1869.

En1872 fue presidente del Senado. Contrario a la Restauración, formó parte del Partido Republicano Progresista. Fue autor de numerosas publicaciones de economía y hacienda.

Sobre Rivero, véanse los comentarios de las acuarelas núms. 46 y 78; sobre Olózaga, el comentario de la acuarela núm. 104.

« 78 »

A78
Rivero y Nocedal, / ¡tal para cual!
150 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4914

En una nave con barricas de vino brindan Rivero y Nocedal, vestido este con traje talar. Nicolás María Rivero (1814-1878), fue jefe del Partido Demócrata y fundador del periódico La Discusión (1856-1887). Tras la Revolución fue nombrado alcalde de Madrid. Presidió las Cortes en 1869-1870 y de nuevo en 1872-1873. Defendió la candidatura de Amadeo de Saboya a la corona de España y algo después prestó su apoyo a la República. En una de las «Caricaturas Revolucionarias» que Daniel Perea publicó en Gil Blas, en marzo de 1870, se le satirizaba de este modo: «¿Es republicano? —Sí. / ¿Es monárquico? — También. / ¿Unionista? —Así, así. / ¿Progresista? —A tutiplén. / ¿Y Radical? —¡Hasta allí! / Todo lo es, en conclusión, / mas con su cuenta y razón: / o del fin que la amenaza / salva a la Revolución, / o se queda calabaza».

Cándido Nocedal (1821-1885) había sido ministro de Gobernación entre1856 y1857, durante uno de los gobiernos de Narváez. Emparentado familiarmente con González Bravo, fue el líder más reconocido de los neocatólicos. Tras la Revolución de 1868 abrazó la causa de Carlos VII quien le nombró jefe de la minoría carlista en el Congreso. La voz «Ensalada» del «Diccionario de Gil Blas», publicada en abril de1869, era definida de este modo: «Una doctrina religioso-político-económica y soñolienta que defiende D. Cándido Nocedas, por ahora».

Esta acuarela es, una vez más, una sátira general a todo el arco político no declaradamente republicano.

« 79 »

A79
LIBERTAD / ¡Gran apoteosis final! / Bombo y bengalas, muy bien / pero los actores, mal
150 x 202 mm
Sign. DIB 18/1/4915

Las palabras Libertad y Cádiz, en el centro de esta composición, evocan la Constitución de 1812 y sobre todo, el episodio inicial de la Revolución de 1868. El brigadier Juan Bautista Topete, a bordo de la fragata Zaragoza fondeada en la bahía de Cádiz, firmó la proclama que sublevaba a la escuadra el 17 de septiembre de 1868. Dos días más tarde, leyó el manifiesto revolucionario en el que se negaba la obediencia al gobierno, se apelaba a la soberanía nacional y se exigía la formación de un gobierno provisional que respetara las libertades individuales y que representara a todas las fuerza políticas. En la escena aparecen los ocho generales firmantes del manifiesto que acababa con un exultante «¡Viva España con honra!»: Rafael Primo de Rivera y Sobremonte (1813-1902), Juan Prim y Prats (1814-1870), Domingo Dulce Garay (1808-1869), Ramón Nouvilas y Ráfols (1812-1880), Francisco Serrano y Domínguez (1810-1885), Antonio Caballero de Rodas (1816-1876), el mencionado almirante Topete (1821-1885) y el general Francisco Serrano Bedoya (1813-1882).

En la parte inferior, junto a los nombres de los mencionados generales, pueden verse los topónimos relacionados con el triunfo de la Revolución: Cádiz Sevilla / Santoña Santander / Béjar Córdoba / Granada Ferrol / Alcoy Barcelona / Madrid Zaragoza.

« 80 »

A80
¡Huyendo de la quema!
192 x 152 mm
Sign. DIB 18/1/8455

El padre Claret e Isabel II a lomos de un mulo se dirigen a Francia por un escarpado camino de montaña. La reina con mantilla, abanico y corona. Tras ellos, en otra montura, sor Patrocinio abrazando a un bebé y con otros cuatro niños en las albardas.

La comedia de Ramón de Torres y Rojas –La corte de Isabel II (1868)– acaba con esta cuarteta: «Yo fui reina de España algún día / y metida en mi negra pasión, / he alcanzado verme sumergida / en mi negra emigración».

Se trata de una las cuatro acuarelas adquiridas en 2004 y, por tanto, no reproducidas en las ediciones anteriores de Los Borbones en pelota; las otras tres láminas son las núms. 94, 105 y 111.

« 82 »

A82
¿Quién quiere sebo?
150 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4867

Escena lésbica entre Isabel II y sor Patrocinio que recoge una obscena especie que corría por las calles de Madrid y de la que se hizo eco algún folleto antidinástico. Es un buen exponente de la procacidad y desmesura de la sátira contra Isabel II y su entorno.

Benjamín Jarnés en su biografía de sor Patrocinio (1929) lamentó el tono soez de la sátira literaria o gráfica que circuló sobre ella: «Hay también versiones de sor Patrocinio con ilustraciones gráficas de burdel. El cronista gráfico ambulante – muchas veces eufemismo de hampón– puso sus lápices y su procacidad al servicio de la gran Agencia y del incógnito Amigo. Si tan lamentables viñetas hubiesen venido, al menos, del brazo de la gracia, podrían ser tenidas en consideración.

También la travesura es nuestra amiga. Pero el burdo y procaz insulto –en verso, en prosa, en dibujo– no tiene valor histórico. Como no lo tiene literario. No hay organismo vivo hecho sólo de rumores. Ni una página viva. Y el insulto es el tumor del diccionario».

« 83 »

A83

El rey consorte Francisco de Asís. Como ya se ha dicho, la imagen del rey cornudo fue objeto de una manipulada carte de visite muy difundida en la época que, al parecer, llegó a exhibirse en escaparates de diferentes comercios de Madrid.

Véase la acuarela núm. 71.

« 84 »

A84

Un zuavo pontificio / enseñando a Ysabel el egercicio.

148 x 192 mm Sign. DIB 18/1/4869

La infanta Isabel y un zuavo pontificio, cuerpo creado en 1860 que tenía como tarea defender los territorios del papa de los ataques de las tropas italianas. Es probable que el zuavo sea el príncipe Cayetano María Federico, conde de Girgenti, que contrajo matrimonio con la infanta en Madrid, en mayo de 1868. En el primer número de La Flaca, en marzo de 1869, se decía: «En Madrid se ha formado un batallón de zuavos de la libertad. Yo no sé que tienen de común los zuavos con la libertad, y por esto me ha chocado la idea. ¿Con que tenemos zuavos, eh? En algo teníamos que imitar a nuestros vecinos de allende el Pirineo. L A F LACA se horroriza de que haya quien se atreva a llamar zuavos a los soldados de la libertad».

Sobre la infanta Isabel véanse las acuarelas núms. 4b, 14, 26, 32, 49, 63, 72 y 76.

« 85 »

A85
¿Que eche una vaina más, qué importa al mundo?
155 x 190 mm
Sign. DIB 18/1/4870

Escena erótica con Isabel II y Carlos Marfori junto a un río. El título parodia el último verso del poema A Teresa, de José de Espronceda: «Que haya un cadáver más ¿qué importa al mundo?». El cetro y la corona abandonados detrás de unos matorrales.

« 86 »

A86
¡Singularis natura! / queda, aunque joda mucho, siempre pura!
149 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4871

Otra escena de Isabel II y Carlos Marfori, vestido con ropa de cama. El comentario es una sátira a la concesión papal de la Rosa de Oro a la reina en 1868. Esta distinción, que reconocía la pureza de quien la recibía, fue motivo de un libro con fotografías de Pedro Martínez Hebert, uno de los mejores retratistas de la reina.

Véanse las acuarelas núms. 3, 40, 47 y 72.

« 87 »

A87
Primer año de noviciado.
149 x 189 mm
Sign. DIB 18/1/4872

La escena ilustra el obsceno rumor de que sor Patrocinio proporcionaba al rey jóvenes novicias a cambio de prebendas.

Vemos a Francisco de Asís con una novicia que se ofrece a él, ante la mirada del padre Claret y de sor Patrocinio. Al pie del banco, un cofre abierto con joyas.

En un artículo titulado «Las alhajas», Roberto Robert, denunciaba en Gil Blas, en diciembre de1869, la desaparición de alhajas por valor de 78 millones de reales, y su sorpresa porque eso hubiera sucedido «antes de la sublevación republicana».

Por esa misma fecha en la sección «Bostezos» de La Flaca, se leía: «A cuarenta y dos millones de reales asciende, según el Sr. Figuerola, el valor de las joyas que se dicen llevadas por doña Isabel de Borbón. Deseamos saber si en la cuenta vienen incluidos los Sres. González Brabo y Marfori, que son un magnífico par de alhajas».

El asunto de la desaparición de las alhajas reales fue recurrente durante todo el reinado y las críticas al respecto apuntaron reiteradamente a la exregente María Cristina de Borbón. Fue objeto de discusión tanto en las Cortes Constituyentes de 1854-1856, como en las de 1868-1869.

« 88 »

A88
¡Fue su último sostén!
147 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4873

En el salón del trono, Isabel II y su último presidente del Gobierno, Luis González Bravo.

« 89 »

A89
Los predicadores de la mansedumbre evangélica.
148 x 195 mm
Sign. DIB 18/1/4916

Otra versión del linchamiento y asesinato en la catedral de Burgos del gobernador civil Gutiérrez de Castro, en enero de 1869.

Véanse las acuarelas núms. 12b y 96.

« 93 »

A93
No seas lividinosa / y tapa, tapa la cosa.
150 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4874

Isabel II, odalisca en un harén, o ataviada como bailarina de circo, con ropas transparentes y diversas alusiones a su usurpación o utilización de los atributos sexuales masculinos.

Una representación similar de la reina puede verse en las acuarelas núms. 34, 48 y 57.

« 94 »

A94
Era un gran artista, pero no le valió.
199 x 143 mm
Sign. DIB 18/1/8456

Otra escena que parece tener lugar en una barraca de feria. Tumbado sobre una alfombra el general Prim hace girar con sus piernas como si fueran pelotas a Isabel II y a Francisco de Asís, con trajes circenses, similares a los que vemos en la acuarela núm. 57. Juan Prim fue muy criticado por periódicos como Gil Blas y La Flaca. En el primero, en febrero de 1870, en el pie de una caricatura de Daniel Perea, podía leerse: «De ambicioso a cortesano / ignoro si haces alarde, / mas oye un consejo sano: / —Para buscar rey ya es tarde; / para serlo tú es temprano». En la sucesión a la Corona, Prim defendió la opción que acabó triunfando, la del duque de Aosta. Víctima de un atentado, Prim falleció el 30 de diciembre de 1870, poco antes de la llegada a España del nuevo rey Amadeo de Saboya.

Parece obra del mismo ilustrador de la acuarela núm. 80 que, como esta, no aparece en las ediciones anteriores de Los Borbones en pelota.

« 95 »

A95
Arreglando sus cuentas con el intendente.
147 x 181 mm
Sign. DIB 18/1/4875

Isabel II y Carlos Marfori, intendente de Palacio, último favorito de la reina y objeto de numerosas sátiras literarias y gráficas. En una composición anónima titulada «A Isabel de Borbón. Un aspirante a Intendente», aparecida en Gil Blas, en noviembre de 1868, se leía: «Soy joven, tengo grandes patillas, / y muy peludas las pantorrillas, / pecho más ancho pocos tendrán: / Venzo en el canto tutti tenori, / soy tan robusto como Marfori / y en calzoncillos bailo el can-cán».

« 96 »

A96
Crucificaron a su maestro, ...
145 x 193 mm
Sign. DIB 18/1/4917

Ante una catedral, clérigos y civiles, con armas y símbolos religiosos, arrastran un cadáver ensangrentado. Al fondo, sobre un montículo jalean la escena Isabel II, Carlos Marfori y el padre Claret. Se trata sin duda de otra denuncia del asesinato del gobernador civil de Burgos Gutiérrez de Castro, en enero de 1869.

Véanse las acuarelas núms. 12b y 89.

« 97 »

A97
Ysabel —Espérate a que acabe mi intendente. / Paquita —¡Aguardémos la vez, como en la fuente!
147 x 193 mm Sign. DIB 18/1/4876

En Palacio, otra escena sexual entre Isabel II y Carlos Marfori sentados. Francisco de Asís, desnudo y arrodillado ante ellos. En la izquierda, con semblante jocoso, esperan unos guardias desnudos. En la portada de Gil Blas de 24 de diciembre de 1868 se publicó una caricatura de Francisco Ortego titulada «Dinastía de los Marfori» en la que este aparecía al frente de una muy larga fila de hombres que se perdía en el horizonte.

« 99 »

A99
Por probar de todo ... / de tirarse a un pollino encontró modo.
145 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/4877

Escena especialmente degradante. En una caballeriza, acto de zoofilia entre la reina y un joven asno. Un recurso muy habitual, por otra parte, en la literatura satírico-pornográfica del siglo XVIII europeo.

« 102 »

¡Vaya un par!
140 x 195 mm
Sign. DIB 18/1/4878

El padre Claret y sor Patrocinio bailando en un convento. En su biografía de Isabel II, Pedro de Répide se refiere al can-cán grotesco que fue el final del reinado, y escribe: «Dando al estrado del trono la categoría del tablado del teatro de Capellanes y del circo de Paul. [...] Pocos meses más tarde, en los escenarios zarzueleros bailaría can-cán una pareja, vestido él de padre Claret y ella de sor Patrocinio, pero el retrato es siempre posterior al original, y la danza descocada y frenética había sido ya en la realidad». En la sátira de esos años aparecen frailes, clérigos y monjas entregados a la fiesta, la bebida y el desenfreno sexual.

Véanse las acuarelas núms. 11, 17b, 18, 21, 35, 49, 69, 70 y 87.

« 103 »

A103
Celebridades españolas el 1868.
192 x 149 mm
Sign. DIB 18/1/4918

Galería de los diferentes protagonistas de la España de 1868 según su filiación política. Republicanos: José Cristóbal Sorní y Grau (1813-1888), Emilio Castelar (1832-1899), Blas Pierrad Alcedar (1812-1872), José María Orense (1803-1880), Servando Ruiz-Gómez (1821-1888) / Monárquicos: Ángel Fernández de los Ríos (1821-1880), Nicolás María Rivero (1814-1878), Salustiano de Olózaga (1805-1873), Francisco de Paula Montemar (1825-1889), Carlos Rubio (1831-1871) / Carlistas: Ramón Cabrera (1806-1877), Carlos VII (1848-1909), Cándido Nocedal (1821-1885) / Miembros del gobierno provisional: Laureano Figuerola (1816-1903), Antonio Romero Ortíz (la acuarela omite el nombre, 1822-1884), Práxedes Mateo Sagasta (18271903), Juan Prim y Prats (1814-1870), Francisco Serrano (1810-1885), Juan Bautista Topete (1821-1885), Adelardo López de Ayala (1829-1879), Manuel Ruiz Zorrilla (1833-1895), Juan Álvarez Lorenzana (la acuarela omite el nombre, 1818-1883) / Por último, con alguna referencia mordaz, se menciona a los candidatos a la corona de España: Fernando II de Sajonia-Coburgo, rey regente de Portugal (1816-1885), Alfredo, Baldomero Espartero (1793-1879), Ángel1o, Antonio María Felipe Luis de Orléans, duque de Montpensier (1824-1890), Amadeo I de Saboya, duque de Aosta (1845-1890), y Carlos María de los Dolores de Borbón y Austria-Este (1848-1909), ya mencionado como pretendiente carlista.

A juicio de Cabra Loredo, Ángel 1o alude a un deficiente mental que repartía la revista de su propio nombre a la puerta de una camisería madrileña. También se le menciona en Gil Blas, en octubre de 1871, en un jocoso artículo de M. Matoses sobre lo que se recordará el año 3000: «La tradición ha conservado hasta nuestros días los nombres de algunos españoles ilustres de aquella época. En revuelta confusión nos trae los de Sagasta –a quien se dirige esta sátira– Ángel I, Mambrú, Caparrota y Carracuca». Es muy probable que el nombre de Alfredo, que aparece entre los candidatos al trono, sea también una referencia satírica. En un artículo titulado «Alfredito, duque de Edimburgo», aparecido en Gil Blas, en octubre de1868, Luis Rivera critica a Prim, Serrano, Topete, Olózaga y Ríos Rosas por su defensa de la opción monárquica. «Los periódicos ingleses y franceses han discutido mucho estos días –escribió el director del periódico– los mayores y menores grados de felicidad que nos daría el duque de Edimburgo, nacido Alfredo, de ganadería inglesa, buen trapío y aficionado al trago. [...] El Times dice que Alfredito es tan guapo que nos lo darán sin Gibraltar, y que agradezcamos el sacrificio que hacen los ingleses privándose de esa joya».

« 104 »

A104
¡A Vico! 148 x 195 mm Sign. DIB 18/1/4919

Olózaga, junto a un enorme Toisón cuyo cordero ha sido convertido en macho cabrío –recurso gráfico que se reitera en las caricaturas de esos años– lamenta la orden que le da el general Serrano para que se marche a Vico. Olózaga había adquirido gran cantidad de bienes desamortizados y, entre ellos, en 1844, el monasterio franciscano de Vico, en la localidad riojana de Arnedo. «El señor don Salustiano / se ha ido a Vico a vejetar; / asegura que no sabe / donde vamos a parar», decía una cuarteta aparecida en Gil Blas, en febrero de 1869.

Salustiano de Olózaga (1805-1873) suele ser satirizado con el Toisón que le había concedido la reina en 1843 cuya aceptación fue muy criticada por todo el arco político progresista y demorrepublicano.

En febrero de1871, Gil Blas comenzó con Olózaga una sección titulada «¡Vivitos que colean!», en la que se le caracterizaba de este modo: «Sería el miembro más aristocrático de la Cámara de los Comunes, si en España hubiese Cámara de lores. Es un ejemplar de la transición entre el bourgeois y el noble; recuerda y ayuda a comprender el tipo del hidalgo campesino que menciona Eugenio Sue en su obra maestra. Es francés en su modo de aplicar el sistema parlamentario, español en su respeto y sus lisonjas a las tradiciones populares, florentino en su esgrima política y corso en la vendetta. Presintió hace años el advenimiento a la vida pública de una juventud revolucionaria, y desde entonces ningún joven pudo descollar en el partido progresista».

Los generales de la Revolución de 1868 le marginaron como líder del progresismo y le nombraron embajador en Francia, un destino que más tarde le mantuvo la República. Falleció en Enghien-les-Bains, en un elegante balneario cercano a París, en 1873.

Jesús Rubio y Javier Urbina mencionan un retrato de Olózaga, firmado por SEM, publicado en el periódico Los Sucesos, el 18 de octubre de1868, con un texto en el que se afirmaba: «[...] fue el primero que se levantó en frente del trono de Isabel de Borbón, el primero que tuvo el valor de acusarla ante el país, y de sus labios brotó el delenda est de la dinastía. / Los Borbones escóndense hoy allende el Pirineo, Olózaga recibe por doquiera las muestras del cariño, del agradecimiento que España le profesa. Lección magnífica para los reyes, lección para los que sólo arrastrarse ante el poder saben...». La imagen es muy similar a la caricatura de Ortego publicada en Gil Blas, en abril de 1870, cuyo pie decía: «Fue su elocuencia de fuego, / pero ya no mueve el labio / porque le gusta el sosiego; / podría haber otro más sabio, / pero más cuco, lo niego. / Si algún patriota formal / le hace un discurso encomiástico, / debe decir al final: Fue el primer antidinástico... / y el último liberal».

La Flaca le convirtió en objeto de frecuentes críticas por promover que el régimen surgido de la revolución fuera una monarquía. En julio de1869, una caricatura le mostraba atendiendo una agencia de colocación de reyes cuyo rótulo leían con atención Isabel II, su hijo Alfonso, el duque de Montpensier y Carlos de Borbón. Algo después, en otra caricatura donde se le veía solicitado por diferentes pretendientes, decía el embajador: «—Por Dios, señores, no me pongan Vds. en el duro trance de retirarme a Vico». En abril de 1870, podía leerse esta semblanza: «Tiene vasta inteligencia, / Buena figura, experiencia, / Y facilidad de hablar... / Hoy tiene abierta una agencia / De reyes por colocar». Olózaga defendió la candidatura de Fernando II de Sajonia-Coburgo que fracasó frente a la de Amadeo de Saboya, postulada por el general Prim.

Véanse las acuarelas núms. 77 y 103.

« 105 »

A105
Las torres que despreció al aire fueron / a su gran podredumbre se rindieron.
206 x 137 mm
Sign. DIB 18/1/8457

Un empequeñecido Napoleón III sobre un gran volumen titulado Histo[ire] de Jules César que sostienen cuatro bayonetas y debajo del cual está a punto de estallar una bomba, alusión al atentado de Felice Orsini, en enero de 1858. Promotor del estudio arqueológico e histórico de las Galias, firmó una Histoire de Jules César (2 vols., París, 1865-1866), en la que escribieron historiadores y literatos como Prosper Mérimée, entre otros.

Fue muy común la sátira sobre Napoleón III y su intervención en la crisis de la sucesión española, al que los republicanos suponían (erradamente) partidario del príncipe Alfonso, en cuyo favor Isabel II abdicó en junio de 1870. En «El amigo Bonaparte», artículo sin firmar aparecido en el semanario Gil Blas, en enero de 1869, se afirmaba con tono crítico: «¿Por qué razón la España, el país más acostumbrado a gastar Napoleones, está pendiente hoy de los labios de Napoleón III?».

Una caricatura de Ortego –«Un Estado Mayor regio»–, publicada en Gil Blas en julio de1870, mostraba al emperador junto al príncipe Alfonso y el pretendiente carlista, que señalaban hacia España diciendo: «¡César condúcenos a la gloria!». Una escena de intención análoga, con el título «El amigo de los niños», había aparecido en La Flaca, en agosto de 1869. Esta acuarela –como las núms. 80 y 94, también inéditas– podría ser obra de Daniel Perea.

« 106 »

A106
... cional y cúmplase la voluntad nacional y ... cúmplase la volun ...
193 x 140 mm
Sign. DIB 18/1/4920

El general Baldomero Espartero (1793-1879) obtuvo el título de duque de la Victoria por su dirección del ejército cristino durante la primera guerra carlista. Héroe popular de simpatías progresistas, fue nombrado regente tras la Revolución de 1840 que expulsó a María Cristina. Presidió el gobierno durante el Bienio Progresista (1854-1856).

Aparece aquí como un soldado de juguete con sus condecoraciones y repitiendo su conocida frase política: «Cúmplase la voluntad nacional. Todo por mi patria», que adquirió gran celebridad y fue muy utilizada, en particular por el general Prim. Benjamín Jarnés, en su biografía de sor Patrocinio (1929), aludió a la frase de este modo: «Espartero ha expelido una frase tan vaga como todas las del siglo: “Cúmplase la voluntad nacional”. Y nadie sabe cuál sea esta voluntad. Hay quien sueña con derribar el trono y fundar, con Portugal, la República de Iberia... / Nadie sabe cuál es la «voluntad nacional». El periódico Gil Blas, en marzo de 1868, celebraba el setenta y cinco aniversario de Espartero afirmando: «El campo liberal ha estado dividido en estos últimos años. Hoy debe unirse como se unió durante la guerra civil, cuyo triunfo personificó el general Espartero. Ser o no ser liberal: esta es la cuestión».

Algunos sectores progresistas propugnaron que se le ofreciese la Corona en 1869, que el general rechazó.
Valeriano Bozal recordó una estrofa publicada en enero de1855 en El Padre Cobos, periódico conservador dirigido por Cándido Nocedal, que satirizaba la filiación liberal de muchos miembros del ejército: «La libertad según varios autores, / Es marchar al compás de los tambores: / Por eso el español entusiasmado, / Por ser liberal se hace soldado».

« 107 »

A107
La política de Narváez.
195 x 138 mm
Sign. DIB 18/1/4921

Ramón María Narváez, duque de Valencia (1800-1868), fue una figura decisiva en el reinado isabelino. Gran soporte conservador del trono de Isabel II desde sus orígenes, logró mantener unido al Partido Moderado durante los años cruciales de 1845-1853. Era conocido como «El Espadón de Loja», ciudad en la que tenía gran cantidad de bienes. Entre 1844 y 1868 presidió el Consejo de Ministros en siete ocasiones. Su fallecimiento, el 23 de abril de 1868, aceleró la quiebra final del Partido Moderado, ya muy atomizado y que el general había dejado de controlar. En la escena, recordando la dura represión que llevó a cabo sobre sus opositores, aparece sobre un patíbulo, con una soga en la mano junto al garrote vil, y un sombrero calañés, prenda muy recurrente en estas acuarelas. De general calañés le calificaron varios autores satíricos. En el periódico Gil Blas, en octubre de 1870, se publicó una caricatura de Ortego titulada «El poder en España. Ayer, hoy y mañana» donde la figura de Narváez se evocaba mediante un enorme calañés y una espada, sinécdoque frecuente. Manuel del Palacio y Luis Rivera en Cabezas y calabazas (1864), le dedicaron uno de sus retratos al vuelo: «Tiene este santo varón / por su afán de ser bonito / y sus aires de matón, / semejanza con Nerón... / y también de don Pepito».

Según Lee Fontanella, Gustavo Adolfo Bécquer estuvo junto a Narváez en su lecho de muerte, en abril de 1868.
Valle-Inclán describe así su final en La Corte de los Milagros (1927): «El Espadón de Loja, con garrafas en los pies, cáusticos en los costados y en las orejas cuatro pendientes de sanguijuelas, íbase de este mundo amargo a todo el compás de sus zancas gitanas. En sopor, con hervores de pecho, sostenía inconexos diálogos, agitado por los fantasmas de la fiebre [...] Don Ramón María Narváez, Duque de Valencia, Grande de España, Capitán General de los Ejércitos, Caballero del Toisón y Presidente del Real Consejo, hacía su cuenta de conciencia. Miraba en sí, con mirada advertida, juntando la contemplación ascética con presagios y agüeros de gitano rancio. El señor Duque de Valencia, en las sombras de la alcoba, fulminaba sus últimos reniegos con ojos relucientes de fiebre y la calva ceñida a lo majo por el gibraltarino pañuelo de seda».

« 111 »

A11
Los inteligentes. / —Non che male!...
146 x 194 mm
Sign. DIB 18/1/8473

Esta es la última acuarela de la que tenemos noticia. Fue adquirida en 2004 por la Biblioteca Nacional –como las acuarelas núms. 80, 94 y 105 que se reproducen ahora por primera vez junto al resto de las contenidas en los dos portafolios–. Resulta una buena sátira de las perplejidades de los estudiosos actuales sobre el contenido y la autoría de Los Borbones en pelota.

En un gabinete con antigüedades, cuadros y objetos de arte, un grupo de cuatro simios con diferentes atuendos y con aspecto de eruditos examinan con gran interés un volumen que lleva por título Los Borbones en pelotas, ahora en plural. El reloj señala las 11:25 h, y en la pared también aparecen esbozadas unas tijeras que podrían aludir a la condición de censores de estos personajes. El simio humanizado –presente en las singeries de David Teniers, o Jean-Siméon Chardin, entre otros– es recurrente en las ilustraciones satíricas de la época y enlaza con la tradición de la fábula, el cuento moral o la sátira de costumbres.

Por alguna razón que desconozco, los simios suelen acompañar la figura de Salustiano de Olózaga, como se puede observar en algunos dibujos aparecidos en Gil Blas, en noviembre de 1869; en uno de ellos un mono entra en Madrid a caballo, entronizado como rey. A comienzos de año, en la sección de «Cabos sueltos», de esta revista, se leía: «He visto Los Monos sabios / por Isabel de Borbón, / periódico que ella escribe / para desahogar su humor: / me gustan más las Memorias de la biche Rigolbostk». De nuevo en Gil Blas, en mayo de 1870, se publicó una composición titulada «Don Salustiano», que decía: «Suele ir a Vico / lleno de miedo, / con cada mico / que canta el credo. / Se hace el tribuno / con mil afanes, / pero ninguno / sigue sus planes. / ¡Ay! porque España / sabe, y no en vano, / lo que la daña / don Salustiano».

 

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