Este año al de la foto de familia va a haber que correrlo a gorrazos. Pero bueno, allí estábamos como siempre, con ganas de dar una vuelta, volteta o algo así decían los valencianos, pasar el día y recuperar, aunque fuera de forma breve, viejas amistades con las que pasamos de todo.

Los externos no lo vivieron, pero a los internos no se nos olvidan los viernes: la euforia empezaba cuando bajábamos en fila a la lavandería, aquello olía a fiesta. ¿Y la cena? parecía un gallinero, dos días sin clase por delante, casi nada. Los domingos las cosas cambiaban: cuando salíamos de la última sesión de cine a ritmo del Cascanueces, ya no era lo mismo, en el comedor se oían las moscas volar, nadie levantaba la vista del plato.

Escribíamos nuestras postales el 8 de diciembre y el 7 de marzo ardía Troya: un paquete de tabaco rubio emboquillado, algunos le pegaban al mentolado, la tuna animando el cotarro, las ursulinas y las clarisas sueltas, una comida especial y por la tarde festival en el cine Aguilar.

Los esquijamas no nos los quitábamos nunca y los que utilizaran las duchas que levanten la mano, alguna ventaja tenían que tener los internados... En fín, podríamos contar tantas cosas de aquellos años…

Alguno quizás se acuerde de cuando íbamos a ligar con las ursulinas, puerta del huerto por medio, allí en la carretera, debajo de los castillos. Parece ser que alguien del instituto un día les abrió la puerta y se produjo una estampida. Si alguno conoce los detalles que nos los cuente.

Como era de suponer, este año aparecieron caras nuevas y nombres viejos. De la parte de Zaragoza, de Cimballa, conocida por su banda, de música se entiende, se acercó Ovidio P. Velilla, y de la parte de Teruel, de Cella, la de la fuente, apareció Juan Iranzo. De los confines de la provincia, de Orea, Arsenio Casas, qué tiempos. En representación del Tour del Señorío tuvimos a Esteban Utrera de Corduente y de la base de operaciones a Antonio L. Polo, Fernando Egido y Fidel.

Todos echamos de menos a Pedro, así que vayan para él nuestros mejores recuerdos.



Siguiendo la tradición dimos buena cuenta de unos cabritos, los de la intendencia sabrán cuántos, y Ángel H. H. tuvo unas palabras de bienvenida y de recuerdo para todos.

También vinieron unos malocotones de Mas de las Matas, de esos redondicos, coloraos y llenos de pelusica, muy ricos.

Matamos la hora crítica en el casino, pero en el patio, a la sombra, dándole candela a la tónica, y con lo que sobró del escote, los de la intendencia compraron lotería de la que toca.

Quedamos en que el año próximo nos ibamos a reunir el 21 de junio y en que intentaríamos ampliar la lista de asistentes, así que ánimo y

Hasta el año que viene,

Un abrazo a todos.